Disco, Ibiza, Locomía. Moda, Ibiza, Locomía. Al leer seguidas estas seis palabras, es probable que resuene en la cabeza la entonación de una canción. Y no precisamente por la calidad de su composición. Al final, este hit estaba pensado como un anuncio. Descriptivo, repetitivo y pegadizo. Había que dejar claras (y machacadas) las ideas que se pretendían vender. Así fue. Así el productor José Luis Gil convertía a Locomía en una boyband. Ni cantaban, pero habían logrado una estética única y sin etiquetas que paralizaba la discoteca gigante de Ibiza, Ku. El público se quedaba magnetizado cuando aparecían con sus vestimentas, zapatos puntiagudos y, por supuesto, sus flexibles abanicos. Su movimiento representaba la belleza del caos.

Xavier Font era el creador de una historia difícil de clasificar que la avaricia consumió. Ahora, Movistar Plus estrena el documental que permite conocer el trasfondo de Locomía. Se estrena el día 22 de junio y la serie cuenta con tres capítulos que crecen a través del choque de la mirada de Font y la versión de Gil. Ambos reúnen artes para la telepredicación.  Los dos no sólo comunican bien, sino que se retratan excelentemente gracias a sus egos sin frenos. Creen estar controlando la situación, pero en realidad la cámara delata sus personalidades.

Las fauces de la vieja industria musical transformaron a un grupo de almas libres en un 'Parchís' barroco. Cada uno con su vestimenta de un color para que los personajes fueran más reconocibles y, a la vez, más fáciles de intercambiar. Una industria discográfica que acababa desvirtuando la libertad de aquello que la sedujo por la codicia del mainstream.

Y promovía contratos en los que nadie podía hablar públicamente de su sexualidad porque, supuestamente, bajarían las ventas de discos por ser homosexual. De esto también va el documental, de la industria del tabú, del cliché, del querer lo que te hace único para, después, apagarlo por miedo al qué dirán. De esa industria que ha dejado tanta gente perdida y que, en cambio, podía haber sido clave a la hora de abrir mentes. Pero su función era otra: maximizar beneficios, anularan a quién anularan. 

¿Por qué no hay homosexuales en el fútbol masculino? La explicación que Santi Cañizares desconoce

Eran otros tiempos, tiempos de armarios. Pero Locomía ya venía de vivir sin esconder su sexualidad. Sin embargo, llegó el contrato, llegó el playback, llegó la promoción y se desvaneció la libertad que habían conquistado. A su manera. Con su locura. Entonces, viendo el documental, entiendes que, a veces, rendirse a tiempo es la mejor victoria. En lo más alto del grupo, uno de los integrantes explica que abandonó Locomía porque había perdido la libertad que tenía antes. Quería volver a vivir con su novio. Vivir en igualdad de condiciones, vivir sin tener que disimular. Y se fue. Y fue sustituido por otro dentro de su traje de ficha de parchís. Con el mismo color de pelo, claro. Daban igual sus nombres, el productor confiaba en que la audiencia se olvidara de las personas para que se quedaran sólo con un concepto visual. Pero ahora ya podemos poner nombre, apellidos e historia a Locomía gracias a este hipnótico documental con un guion que atrapa como la explosiva fama que abanicaron en plena España encarrilada hacia la gloria del 92. Ese año de expo-olimpiadas donde nos sentimos en una modernidad que fue más efímera de lo que nos hicieron creer. También a Locomía. O, como decía la canción, Lo-co-mia. Lo-co-mia. Whoa.