OPINIÓN

A vueltas con la envidia

Algunos psicólogos creen que la envidia no tiene porqué necesariamente mala.
Un hombre mira con envidia a otro en una imagen de recurso.
GTRES
Algunos psicólogos creen que la envidia no tiene porqué necesariamente mala.

El otro día leía una columna de mi admirado Pedro García Cuartango en la que hacía una brillante reflexión sobre cómo la envidia está presente en la sociedad española hasta el punto de desear la caída de la gente que más se eleva por simple gusto. Decía que, entre muchas virtudes positivas, los españoles también somos envidiosos y que esto hace que muchas personas padezcan insatisfacción consigo mismas. Vamos a darle una vuelta de tuerca más a este concepto, algo que hacían muchos filósofos con teorías de pensadores anteriores. Y no, yo solamente soy un periodista que observa.

La envidia lleva con nosotros desde tiempos inmemoriales. Egipcios, romanos, griegos y sociedades más antiguas daban cuenta de ello ya que esta es una mala consejera que forma parte de nuestro ser. De hecho, la envidia es junto a la pereza, la ira, la gula, la lujuria, la avaricia o la soberbia uno de los siete pecados capitales que el cristianismo del siglo VI instauró como los grandes vicios del hombre. Los deseos morales a los que había que combatir en base a virtudes como la templanza o la generosidad para no deshumanizarse.

La envidia genera odio. Transforma la ilusión en frustración. Crea pensamientos cargados de negatividad (Mala vibra para los adolescentes). Desata emociones que activan estresores y que en muchas ocasiones acaban pasando factura en el cuerpo humano. Como todo en esta vida, el exceso es algo que revienta lo que toca. Ahora bien, hay un concepto llamado "envidia sana" el cual en pequeñas dosis puede ser positivo. Esa sensación de deseo de alcanzar una meta igual o superior a la del prójimo es la ambición, que siempre que no sea desmedida ayudará a la persona a conseguir sus objetivos. 

Quizá el concepto inventado como "sano", no sea una verdadera definición de envidia, porque esta consiste en desear el mal ajeno, pero en esta sociedad de la moralina en la que vivimos es un buen bálsamo para apaciguar. Llevamos la envidia dentro por naturaleza, es algo humano y para los españoles roza lo cultural. Nuestra clave está en saber cómo manejarla para destilarla en frascos diminutos. No es fácil, sobre todo cuando hay dinero de por medio. Otro de los grandes males.

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