Está por ver si Pedro Sánchez, que estrena relato esta semana, vencerá en su reto de convencernos de que hay unos poderes oscuros que quieren cargarse a un Ejecutivo que sería algo así como la quintaesencia más ibérica del espíritu progresista, ecologista, feminista, inclusivo y sostenible que haya podido pisar la faz de la Tierra.

En cualquiera de los casos, hay tres factores que juegan en contra de este giro argumental. En primer lugar, el momento. Llama la atención que lo escenifique solo dos días después de haber recibido, con motivo de la cumbre de la OTAN, a los hombres y mujeres más poderosos de la Tierra, con permiso del coloso chino y del megalómano que habita en el Kremlin.

¿De verdad que un presidente de la cuarta economía de Europa y con pleno dominio del BOE tiene miedo de unos supuestos poderes oscuros cuyos nombres y apellidos, por cierto, sigue sin revelarnos al común de los españoles?

En segundo lugar, su escasa consistencia temporal. Si quieres consolidar un relato, tienes que mantenerlo en el tiempo. El de los poderes oscuros contra los que lucha el Gobierno lleva apenas unos días, pero la experiencia nos dicta que los relatos le duran a este Gobierno, como mucho, una o dos semanas. Ya veréis cómo el relato de Pedro frente a Darth Vader se va de vacaciones muy pronto.

Y, por último, a esta narración le falla la realidad. Ya puede el presidente iluminarnos sobre supuestas conspiraciones de las élites adineradas comandadas por fuerzas tenebrosas frente al progresismo, que la gente de lo que está preocupada es del precio de las sandías y del de la gasolina sin plomo de 95. En este caso, no es que el dato vaya a matar al relato, sino que va a ser la inflación la que mate este relato. Al tiempo.