OPINIÓN

Mucho título, poco libro

Pueden llegar a acumular mucho polvo, por lo que mejor guardar los libros fuera de la habitación y simplemente puedes tener a mano en la mesilla el que estés leyendo en ese momento.
Libros en una estantería
Pixabay/LubosHouska
Pueden llegar a acumular mucho polvo, por lo que mejor guardar los libros fuera de la habitación y simplemente puedes tener a mano en la mesilla el que estés leyendo en ese momento.

Que todavía haya personas que leen más de 70 libros cada año por desgracia no es algo habitual. Servidor tampoco, aunque le gustaría. Posiblemente hace décadas era costumbre, no existían series en Netflix ni podcast en Ivoox y la música no era algo tan accesible como el Spotify del que disfrutamos hoy en día. Leer ayuda a ejercitar el cerebro, aumenta la creatividad, desata la imaginación y te hace sumergirte en un mundo que solamente tú vas a poder disfrutar. Cada libro es una experiencia, y lo mejor que tiene es que cada persona lo vive de una forma determinada. Ahí reside su magia.

Pese a que la lectura es uno de los mayores placeres, que incluso gracias a la pandemia ha vuelto a reflotar, no es hábito prioritario de las generaciones más jóvenes. Cada vez que veo a un niño con un libro en vez de una tablet, se me escapa una sonrisa. Recuerdo cuando era pequeño y cada mes llegaba a casa el vendedor del Círculo de Lectores con las últimas novedades para mis padres. Mi madre devoraba novelas y era habitual que cada noche se acostase, encendiese la luz de la mesilla y se dejase llevar por Paulo Coelho, Jean Marie Auel, Ken Follet y otros tantos maestros de la escritura.

Estos días leía el resumen del último Congreso de Librerías españolas donde resaltaba un dato alarmante. El 86% de los títulos que se publican vende menos de 50 ejemplares cada año. Solamente el 0,1% vende más de 3.000. Es decir, hay demasiada oferta y eso desata que la calidad de los productos descienda sobremanera. Las 15.000 novedades editoriales anuales hacen que sea inasumible ya no solo que el lector pueda llegar a ojearlas, sino que los libreros puedan hacerles hueco en las estanterías de sus tiendas

A las tres semanas de ver la luz, el ejemplar se ha quedado desactualizado y la labor del buen librero será saber si el cliente preguntará de nuevo por ello o no. Las editoriales parece que se han hecho eco en los últimos tiempos de uno de los propósitos más demandados. Escribir un libro al menos una vez en la vida. Quizá deberían ser más selectivas y más exigentes, ya que no todo debe ser publicable. No todo el mundo escribe bien, ni por supuesto lo que apunta goza de interés. Tienen un reto por delante y del congreso salió un pacto. Esperemos que todos los que quieren escribir también tengan ganas de plantar un árbol. Al menos leeríamos más fresquitos.

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