Entrevista

Cristina Cuesta: "Miguel Ángel Blanco logró unirnos a todos"

fotografo: Jorge Paris Hernandez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Entrevista Cristina Cuesta (directora de la Fundación Miguel Ángel Blanco)
La directora de la Fundación Miguel Ángel Blanco, durante la entrevista.
Jorge París
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No para ni un segundo. En los días previos al 25 aniversario de la muerte de Miguel Ángel Blanco, la presidenta de su Fundación, Cristina Cuesta, atiende llamadas, responde preguntas y viaja al pasado, hasta aquel fin de semana en Ermua, y aún más lejos, 40 años atrás, allá por 1982, cuando tres pistoleros de los Comandos Autónomos Anticapitalistas, un 23 de octubre, mataron a su padre, delegado de Telefónica en Guipúzcoa.

fotografo: Jorge Paris Hernandez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Entrevista Cristina Cuesta (directora de la Fundación Miguel Ángel Blanco)

CRISTINA CUESTA

  • San Sebastián, 1962
Licenciada en Filosofía por la Universidad del País Vasco, máster en Criminología, especialista en Victimología y 'coach' educativa. Desde octubre de 2001 es directora de la Fundación Miguel Ángel Blanco y ha dedicado casi treinta años de su vida a promover, dirigir o representar diferentes asociaciones y fundaciones de víctimas del terrorismo en España.

¿Cuál es el principal objetivo de la Fundación en este aniversario?La memoria de Miguel Ángel Blanco es un símbolo de las víctimas, y de las acciones que han sido más eficaces en la lucha contra ETA. Muchos analistas dicen que su muerte fue el inicio del fin de la banda, aunque luego mató a mucha más gente y tardó en desaparecer. De hecho, Miguel Ángel Blanco fue la víctima 778. Y hubo 853. Sí es verdad que cambió algo la percepción de lo que debería ser la centralidad de las víctimas, la exigencia de la aplicación del Estado de Derecho y la necesidad de la unidad de vida. En eso hemos sido muy valientes. La unidad de vida es algo que debemos reivindicar, porque nos parece muy necesario lo que se produjo en Ermua, aunque luego se rompió por diferentes factores: Miguel Ángel nos unió a todos, estuvimos juntos, independientemente de nuestras simpatías e ideas, en algo común, la defensa de la vida de un joven inocente y la defensa del Estado de Derecho frente a la barbarie. Ese espíritu de Ermua es lo que queremos recordar, sus consecuencias, cómo se extendió ese clamor, esa necesidad de centrarnos en las cosas obvias de sentido común: era una injusticia flagrante lo que estaba sucediendo. Fue una gota de hartazgo. Salimos a las calles para evitar que le mataran, cosa que antes no pasaba porque salíamos a la calle después de los asesinatos. Hubo grandes hitos en la lucha antiterrorista que se inician con Miguel Ángel Blanco.

¿Qué recuerda de su infancia?Hasta los 18 años fue una infancia completamente normal, en San Sebastián. Sí recuerdo en la adolescencia el hartazgo de vivir en una sociedad muy convulsionada: no poder entrar en la parte vieja, los follones en las calles, las muertes semanales... Hasta que nos tocó de una manera directa en 1980, cuando asesinan al jefe de mi padre y él, de una manera muy valiente, decide quedarse y asumir el cargo. Nos cambiamos de domicilio y nos pusieron protección.

¿Su padre siempre tuvo claro aceptar ese puesto?Siempre recordaré una conversación en la cocina de mi madre y mi padre. Mi padre le dijo: "Me han ofrecido irnos a Zaragoza o quedarnos aquí y asumir la responsabilidad de mi jefe con medidas de protección". Mi madre le respondió entonces una cosa muy sencilla, pero muy sabia: "¿Por qué nos vamos a ir? No hemos hecho nada". Yo no entendía esa decisión entonces, pero con los años reconocí lo que hizo mi padre, su valentía y cómo asumió responsabilidades en los momentos más difíciles.

Tras el asesinato de su padre... ¿cómo evolucionan sus sentimientos?Es un proceso muy parecido en todas las víctimas. Pasas de la rabia al odio, es un cúmulo. Al principio hay un shock, indignación, sorpresa, desolación, dolor, rabia por supuesto. Estamos hablando de las mayores vulneraciones de los seres humanos. Aquí había una voluntariedad de vascos como yo, de mi edad, que luego descubrí que habían nacido a 40 kilómetros de mi casa, porque conozco bien la historia de los asesinos de mi padre. Y me decían que habían matado a mi padre para liberar al pueblo vasco, ¿y yo no soy vasca o qué? Y sobre todo porque en esta época del plomo hay una repercusión social que es el aislamiento. La gente no se acercaba a nosotros por el miedo a lo que se pudiera pensar. Primero te amenazan, luego te matan y luego te insultan.

¿El sufrimiento le ha hecho ser mejor persona?Sí, claramente. Intenté dar sentido a este dolor tan injusto, convertirlo en algo positivo y que no tuviera nada que ver con los terroristas. He querido convertirme en una defensora de los derechos humanos y sigo haciéndolo.

¿Se llega a perdonar completamente?Bueno, a mí el perdón no me interesa. Me parece que se hiere a las víctimas cuando se habla de perdón, es un tema muy personal que también tiene mucho que ver con la otra parte, con que se haya arrepentido. Yo respeto las convicciones de cada víctima, pero a mí no me interesa en absoluto. He encontrado un camino conmigo misma que es convertir todo lo que me ha pasado en un referente para los jóvenes. No quiero involucrarme en ningún proceso de justicia restaurativa.

¿Dónde estaba cuando secuestran a Miguel Ángel Blanco?Lo recuerdo con muchísima claridad. Me acababan de operar y llegaba a mi casa, salía del coche y me contaron que habían secuestrado a un concejal de Ermua. Estuve pendiente de los medios, de mis amigos, y ya el día 12 me escapé de casa de mi madre y fui caminando lentamente y, según me acercaba al Buen Pastor, oímos a la gente rezar el Padrenuestro en euskera, nos miramos y yo pensé: "Le han matado". Luego estuvimos allí rezando, gritando, fue tremendo.

¿Por qué piensa que el espíritu de Ermua se ha roto?Mira, recientemente he puesto en tuit que me ha dolido ponerlo, en relación a la aprobación de la Ley de Memoria Democrática del PSOE con Bildu: "La antítesis del espíritu de Ermua, 25 años para esto". Pactar la memoria de la Transición democrática con Bildu, que son los herederos de lo que ha sido ETA, en una época en la que se mataba sin parar, cuando estuvimos a punto de romper esa Transición... Solventar esto dándoles la decisión de que definan lo que ellos entienden por memoria democrática sin nombrar lo que hizo ETA, me parece saltarse los acuerdos básicos que existían. Dejarles tanto poder para construir un relato que no se corresponde, desde mi punto de vista, con la realidad que hemos vivido, hace mucho daño a muchas víctimas que perdieron a sus familiares por defender la normalidad democrática. Porque a mi padre lo matan por trabajar en una empresa que se llamaba España. A Miguel Ángel Blanco lo matan por defender la Transición democrática. A mí hoy se me cae un poco el sentido de la lucha cívica que hemos llevado. Esta historia con Bildu no me representa nada, porque Bildu era quien marcaba las calles. Mira, en los homenajes que hemos movido en las capitales vascas por Miguel Ángel Blanco solo han faltado Bildu y Sortu, como hace 25 años. Pero ahora lo contrarrestas con este poder que le están dando y me parece muy deprimente.

¿Cree que la situación en el País Vasco ha cambiado mucho?Bueno, mi perspectiva está algo distorsionada. Yo cuando voy allí tengo todavía el radar puesto, no siento una situación vasca normal. La última vez que fui por Navidades bajé del tren y vi un cartel de presos en la calle de enfrente de la estación. Al final le hice una foto. Y allí estaba la cara del asesino de mi padre. San Sebastián es maravilloso y se vive divinamente, pero las víctimas hemos sufrido tanto allí... Es que es la ciudad donde más gente murió, en proporción a su población, 99. Para las víctimas que hemos vivido allí es duro. Sigo sintiendo que no hay libertad suficiente para expresarte, presión del entorno... Allí no te dejan, hay una presión nacionalista que ha conseguido identificar al buen vasco con el vasco nacionalista y el que no lo sea sigue siendo ciudadano de segunda.

¿Qué quiere olvidar?Para mí es imposible olvidar. Obviamente hay cosas que se van olvidando, pero me he quedado con las cosas que me dan sentido.

¿Le gustaría que en las escuelas se estudiase lo sucedido?Creo que hemos empezado tarde a recordar quiénes son las víctimas y la historia, porque mi impresión es que teníamos otras prioridades: acabar con la ETA que mataba y ponía bombas. Es muy complicado educar en una memoria cuando ETA sigue pegando tiros. Desde hace cinco años creo que se está gestionando de una manera correcta porque se están articulando contenidos didácticos para que los chicos de la ESO conozcan la historia, pero tenemos un desfase importante. Depende también mucho de los profesores.

¿De dónde le viene ese espíritu rebelde?De siempre. Mi madre decía que yo no era valiente, sino inconsciente, pero es verdad, nunca tuve miedo, por eso valoro tanto a los compañeros que iban a las manifestaciones en las que nos recibían con 'Gora ETA' y piedras en las manos. Yo como era miope, pues prefería quitarme las gafas. Así no veía nada.

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