Sarah Morris Corresponsal británica en España
OPINIÓN

Después del efímero Boris y su dimisión sin humildad

Pedro Sánchez y su mujer Begoña Gómez charlan con el primer ministro británico Boris Johnson.
Pedro Sánchez y su mujer Begoña Gómez charlan con Boris Johnson.
JUANJO MARTÍN / EFE
Pedro Sánchez y su mujer Begoña Gómez charlan con el primer ministro británico Boris Johnson.

Al ver las imágenes de Boris Johnson admirando los cuadros en El Prado durante la Cumbre de la OTAN, me pregunto qué estaba pasando por las mentes de los otros líderes internacionales. ¿Imaginarían Emmanuel Macron u Olaf Scholz que iba a ser la última vez que tendrían que codearse diplomáticamente con el Premier británico, uno de los principales arquitectos del Brexit, que firmó un acuerdo de salida y luego anunció que no iba a respetarlo?.

El viaje de Johnson a Madrid formaba parte de los ocho días que pasó fuera del Reino Unido, mientras su Partido Conservador perdía dos escaños, mostrando que tanto los votantes tradicionalmente conservadores como los que habían abandonado a los Laboristas en 2019 estaban indignados por los escándalos del gobierno de Johnson, ya fueran las fiestas en Downing Street durante la pandemia o diputados cometiendo delitos sexuales.

¿Tiene miedo de lo que le espera en casa?, le preguntaban en Madrid. "Ningún lugar como el hogar", contestaba Johnson. Durante los últimos días su hogar en Londres se ha convertido en un sitio hostil, con un sinfín de ministros visitándole para dimitir o decirle que tenía que marcharse. Sus compañeros se quedaron atónitos de que no les hiciera caso hasta que ha habido más de 50 dimisiones sobre su mesa, incluyendo todos los mandos en el Ministerio de Educación, haciendo muy complicado un gobierno eficaz.

A pesar de la gran probabilidad de perder un segundo voto de confianza de los diputados de su partido y de tener dos tercios del Parlamento en su contra, se aferró a su posición hablando del mandato personal del pueblo, de los 14 millones de personas que votaron a su partido en 2019, comentarios descritos por el analista Adam Boulton en Sky News como "francamente Trumpistas".

Johnson estaba actuando como un presidente y no como un Primer Ministro que debe su posición a la confianza de la Cámara de los Comunes, coincidió Will Walden, el responsable de prensa de Johnson desde 2012 hasta 2016. "¡Qué vergüenza!", dijo.

Johnson no se marcha ahora con la humildad de predecesores más brillantes que él. En su discurso de renuncia reconoce que muchos estarán aliviados por su dimisión, pero habla de lo mucho que ha conseguido y achaca su salida de Downing Street al "movimiento de la manada" y no a sus mentiras y mala gestión.

Él siempre se ha visto como alguien con la altura de Winston Churchill, con la mayoría parlamentaria más grande desde Margaret Thatcher. Últimamente había bromeado con reporteros sobre que estaría en el poder hasta 2030. Sin embargo, estará entre los premiers que menos tiempo han durado, como Theresa May, a la que él ayudó a echar. Dimite después de 1.078 días, el mismo tiempo que Neville Chamberlain, recordado por los británicos cómo el Primer Ministro que intentó apaciguar a Hitler.

El partido de Johnson ahora buscará un sustituto antes de su congreso en octubre. No hay ningún candidato de consenso a la Feijóo, sino hasta una docena de candidatos mencionados para pujar por lo que Johnson describió como "el mejor puesto del mundo".

Aunque Johnson se va, el daño que ha dejado no va a desaparecer rápidamente. Los "cocodrilos" de su entorno siguen y pueden implementar su "agenda autoritaria legislativa" de forma más que eficaz, advierte Moya Lothian-McLean, redactora de Novara Media. 

Michael Heseltine, exministro con Thatcher y John Major, espera que pueda haber "una vuelta a la cordura" y al centrismo político. Probablemente al igual que los líderes de la Unión Europea, Heseltine confía en que el sucesor de Johnson construya una relación más positiva con sus socios europeos. Max Hastings lo espera también en una columna titulada Por fin podemos ser un país serio de nuevo en The Times: "El Reino Unido tiene que recuperar su reputación perdida por no relacionarse honradamente".

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