Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

El huevo no era de gallina

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante la primera jornada del debate sobre el estado de la nación, en el Congreso de los Diputados.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante la primera jornada del debate sobre el estado de la nación, en el Congreso de los Diputados.
EP
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante la primera jornada del debate sobre el estado de la nación, en el Congreso de los Diputados.

Explicaba Jorge Wagensberg que el dilema clásico de qué fue antes, si el huevo o la gallina, estaba resuelto hacía mucho tiempo. Primero fue el huevo, pero, naturalmente, no era de gallina. Esta cita podría dar cuenta de la confusión en que se ha celebrado por primera vez desde hace siete años el debate de política general sobre el estado de la Nación

El pleno del Congreso de los Diputados se había iniciado el martes 12 de julio a las doce del mediodía con el juramento de acatamiento de la Constitución por dos nuevos diputados: María Fernández Pérez, de Coalición Canaria, en sustitución de Pedro Quevedo Iturbe por renuncia pactada a mitad de legislatura, y Onofre Miralles Martín, de Vox, que reemplaza a Macarena Olona, una vez que ha optado, contraviniendo las predicciones, por el escaño que obtuvo el 19 de junio en las elecciones al Parlamento de Andalucía.

A continuación, para dar cuenta de la comunicación del Gobierno en la que solicita la celebración del debate, tomó la palabra el presidente Pedro Sánchez Pérez-Castejón durante 83 minutos, hasta las 13:25 horas, momento en que fue suspendida la sesión hasta las 16:00 horas para que los portavoces de los grupos pudieran preparar sus intervenciones de réplica. La transcripción del turno del presidente ocupa 13 páginas, las que van de la 5 a la 18, ambas incluidas en el Diario de Sesiones correspondiente al día mencionado. 

El presidente siguió la parábola del fariseo y el publicano que subieron a orar al templo (Lucas, 18:9-14). Se puso de ejemplo de todas las excelencias imaginables, sin dejar de compararlas con las vilezas sin cuento de las que acusó al PP, principal partido de la oposición liderado por Alberto Núñez Feijóo desde el congreso de los pasados 1 y 2 de abril, tras el colapso de Pablo Casado inducido por Isabel Díaz Ayuso desde la presidencia de la Comunidad de Madrid. De modo que, sin escaño en la Cámara baja que le diera voz, Núñez Feijóo quedó al resguardo de Cuca Gamarra, quien le cedió el asiento como mero observatorio de la sesión.

Pedro Sánchez lanzó algunos señuelos para cambiar la conversación hacia los temas que más le convenían y pasar por alto los que pudieran incomodarle. Después de tanto codearse en convocatorias amistosas con los del IBEX, el martes encontró la manera de satanizar las compañías de sector de la energía y de la banca, dijo que no toleraría que empresas o individuos se aprovechen de la crisis para amasar riqueza a expensas de la mayoría, porque las dificultades de la mayoría no pueden ser las alegrías de una minoría. De ahí el anuncio del impuesto sobre los beneficios extraordinarios de las grandes empresas energéticas obtenidos en los años 2022 y 2023 que estará en vigor en los años 2023 y 2024. Otro tanto anunció para las grandes entidades financieras.

Luego, Sánchez, quedó al acecho preguntando sin cesar a los demás intervinientes de la derecha de qué lado se pondrían, si del de los poderosos abusadores del puro y las terminales mediáticas o del de los que sufren la escasez. En su turno de réplica, la portavoz del PP, Cuca Gamarra, no supo encontrar la salida del laberinto populista. Ni plantear las consecuencias de semejantes anuncios: descenso de las cotizaciones en Bolsa de las compañías de ambos sectores, que han supuesto 5.300 millones de euros el primer día; traslado al recibo que pagan los consumidores e incremento de las comisiones que cargan sobre las operaciones bancarias para compensarse de las nuevas cargas impositivas y perturbación atmosférica cargada de inseguridad jurídica, de desconfianza y de incertidumbres que retraerán las inversiones extranjeras. La conclusión final coincide con Wagensberg: primero fue el huevo, pero no era de gallina. Veremos

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