Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Adriana Lastra, del casi todo al casi nada

Lastra afirma que el socialismo y el feminismo comparten los mismos adversarios
Lastra, en una reciente rueda de prensa en Cataluña
Europa Press
Lastra afirma que el socialismo y el feminismo comparten los mismos adversarios

Durante varios meses la política asturiana Adriana Lastra aparecía como la figura emergente del PSOE. Fiel seguidora de Pedro Sánchez y respaldo ante algunas de sus decisiones más polémicas, nadie dudaba de que su futuro estaba predestinado a mayor protagonismo que el que estaba acumulando contra el reloj. Mujer, joven y combativa, era la líder perfecta para neutralizar a la generación de nuevas e inexpertas que se habían hecho con parcelas de poder desde la coalición con Unidas Podemos.

Su importancia entre los socialistas y su Gobierno quedó patente cuando fue ascendida nada menos que a portavoz del grupo parlamentario. Desempeñó el cargo varios meses con la aparente satisfacción de jefes y militantes. Sabía defender y atacar. Pero la política es un marco constante de sorpresas y la primera fue que en la última renovación del Gabinete quedase fuera de la lista de nuevos ministros, incluso separada del Gobierno.

Aparentemente era relegada a la vicesecretaría del partido ante la creencia general de que asumiría el control real ante la etapa de elecciones que empezarían en Castilla y León, seguirían en Andalucía para concluir con las municipales y autonómicas que dentro de un año darán paso a la dura batalla de las generales. Pero de brillar con el protagonismo que se le auguraba, su imagen se fue eclipsando prácticamente hasta su desaparición.

Durante varios meses, la política asturiana aparecía como la figura emergente del PSOE

En este tiempo pasaron muchas cosas y Pedro Sánchez y sus actuaciones no perdieron ni un minuto de actualidad. Pero el nombre de Adriana Lastra era muy infrecuente volver a verlo reflejado en las informaciones que recordaban su protagonismo pasado y su presente activo en la vida del partido que de vez en cuando cobraba vida con aprobaciones y conatos de desacuerdos.

Era evidente que Adriana Lastra había caído en desgracia, como suele decirse en política, y que sus nuevas funciones carecían de interés o influencia. Sus próximos sabían que no estaba contenta y que se veía relegada a un tercer puesto meramente simbólico. Hoy nos ha sorprendido –tampoco demasiado, esa es la verdad– anunciado su dimisión. Lo ha hecho de forma expresa y concisa, sin aclarar razones contundentes ni dejar margen a las especulaciones.

Está embarazada, lo cual a sus 43 años siempre es delicado, y esa realidad le ha servido de justificación para una decisión tan drástica y seguramente para evitar los comentarios que desencadenará. Es difícil creer que detrás de semejante decisión no haya motivos políticos que la habrán hecho reflexionar. La realidad es que su carrera política pasó del casi todo al casi nada sin que se conozcan los motivos que cambiaron tan bruscamente su carrera.    

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