Si los veranos van a ser así, ¿qué tiene que hacer España para evitar tantos incendios y tan destructivos?

El pasado 26 de agosto se declaró un incendio en Oia (Pontevedra) que ha arrasado 1.200 hectáreas
Este verano ha habido el triple de grandes incendios que el año pasado.
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El pasado 26 de agosto se declaró un incendio en Oia (Pontevedra) que ha arrasado 1.200 hectáreas

Ya lo han dicho los meteorólogos: acostumbrémonos a este calor porque en aproximadamente una década todos los veranos en España (todos) van a ser así. Y una de las consecuencias es que vamos a seguir sufriendo muchos incendios y de una intensidad devastadora, como está ocurriendo este verano de 2022.

A fecha de este 11 de agosto y según el EFFIS, el Sistema Europeo de Información de Incendios, a la vista de las imágenes aportadas por Copernicus, el fuego ha quemado en nuestro país 241.833 hectáreas. Supone el 40% del total de superficie incendiada en toda Europa. Nunca, en los últimos 30 años, se había quemado en España tanta superficie.

Según el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, este año ya hemos sufrido 37 grandes incendios -los que superan las 500 hectáreas-. Es el triple que el año pasado y el doble que en 2012, año que hasta ahora pasaba por haber sido el peor.

Desesperación entre los vecinos de Pedro Bernardo que ven cómo se quema el pinar. Las continuas reactivaciones complican el trabajo de los más de 500 efectivos desplegados para sofocar este incendio que comenzó en Santa Cruz del Valle, Ávila.

El fuego ha obligado a desalojar una decena de viviendas y han cortado la carretera de acceso. Con la luz del día se intensifica el trabajo desde el aire. Se han desplegado 33 medios aéreos, pero los vecinos se quejan de que la ayuda ha llegado tarde. La situación ha mejorado un poco pero todavía el incendio sigue ganando terreno. Ya se han quemado más de 1000 hectáreas.
Los pinares de Pedro Bernardo (Ávila), bajo las llamas.
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Pero no sólo es cuestión de cantidad sino también de calidad. Está ocurriendo en España, pero lo hemos visto en Australia o en California (EE UU). Los que nos acechan son fuegos muy virulentos y prácticamente inextinguibles. "Al estar el combustible tan seco, y con ello los árboles, las llamas cogen mucha altura y se produce lo que denominamos antorchamiento. Esos fuegos quedan fuera de la capacidad de extinción", han explicado estos días fuentes de la Unidad Militar de Emergencias (UME).

Megaincendios: los incendios de 'sexta generación'

Se les conoce como incendios de 'sexta generación' y su existencia tiene como base el cambio climático y la aridez extrema. Estos megaincendios liberan tanta energía que además de tener una atmósfera que les favorece, la aprovechan y la modifican, generando lo que los técnicos llaman tormentas de fuego.

El éxodo rural sumado al cambio climático hacen el caldo de cultivo perfecto para fuegos cada vez más violentos

Al abandono forestal, presente desde que a mediados del siglo pasado tuviera lugar el éxodo rural, en el tránsito al siglo XXI se le ha sumado el cambio climático y el calentamiento global. Esa mezcla genera fuegos cada vez más intensos y violentos.

Entonces, ¿qué podemos hacer para evitar que desde ahora cada verano sea una sucesión de incendios voraces como nunca habíamos visto? ¿Cómo debemos gestionar los bosques y los recursos forestales para evitar este fuego inmenso?

Bombero tratando de combatir el fuego del incendio.
Bomberos tratan de combatir el fuego de un incendio.
EFE / Ministerio de Defensa

Obviamente, el primer paso debería ser combatir el cambio climático y el calentamiento global; y hacerlo más allá de las palabras. Pero la realidad no ayuda. 

La Guerra de Ucrania -la invasión rusa de ese país- y el posterior cierre del grifo del gas ruso va a suponer que los países de la Unión Europea olviden en buena medida de sus buenos propósitos. Alemania nos pide gas mientras insiste en el carbón; Francia, en la energía nuclear; y en general ya nadie tiene reparos en usar combustibles fósiles... hasta que pase la guerra (como si el planeta pudiera esperar).

Hay que tomar iniciativas que permitan la recuperación de paisajes donde haya un mosaico de usos"

Trabajo más concreto y posible es el que se puede hacer en los bosques y con el patrimonio forestal. Siempre que nos referimos a la España vaciada ponemos como ejemplo sus pueblos y ciudades (la franja con Portugal y la Serranía Celtibérica, desde Burgos hasta Castellón, tienen una densidad de población menor que Laponia). Pero si los pueblos están vacíos, los campos y los pinares más.

Por un bosque rentable y habitado

La despoblación, los nuevos usos agropecuarios (intensivos y muchas veces voraces) y en ocasiones la figuras de protección de la naturaleza, han dejado los bosques sin nadie que los cuide, sin nadie que los "use" guardando el necesario equilibrio. Nadie que los "viva".

Una persona camina por el campo devastado por el incendio forestal en la Sierra de la Culebra.
El campo devastado por el incendio forestal en la Sierra de la Culebra.
EFE/Mariam A. Montesinos

"Existe un consenso claro" en la comunidad científica sobre cómo el abandono agrario y la expansión y densificación del bosque en esos espacios que antes se aprovechaban a través de la actividad forestal, la agricultura y la ganadería, "crean paisajes cada vez más homogéneos y vulnerables al avance del fuego".

Es necesario el aprovechamiento sostenible de productos forestales como madera, corcho, biomasa y la ganadería extensiva"

Lo asegura un grupo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que firman una tribuna titulada 'Convivir con el fuego', en la que explican algunas de las claves para anticiparse a los devastadores incendios.

"Hay que tomar iniciativas que permitan la recuperación de paisajes donde haya un mosaico de usos", defienden. Se refieren a bosques, cultivos herbáceos y leñosos, pastos y matorrales, una diversidad que "actúa como un cortafuegos natural mientras se generan rentas que permiten a la población vivir dignamente".

Consideran que hay que basar la gestión de incendios forestales en la prevención ("las inversiones para evitar incendios se ponen en marcha en mayo, cuando se acerca el calor") y en recuperar la población en las zonas en las que la demografía se ha desplomado.

Los montes rentables no arden o lo hacen con menor intensidad"

Y para que esa España vaciada vuelva a sonar poblada, hace falta que sea generadora de negocios. Que el bosque sea rentable. "Es necesario poner en valor e impulsar el aprovechamiento sostenible de los productos forestales como la madera, corcho, biomasa y la ganadería en extensivo impulsando políticas que favorezcan el origen renovable y sostenible de las materias primas", asegura a Profesional Agro la secretaria general en España del Programa para el Reconocimiento de Certificación Forestal (PEFC), Ana Belén Noriega.

Unas vacas pastando en Ávila.
Unas vacas pastando en Ávila.
Rafael Bastante / Europa Press

Eso defienden los científicos del CSIC: "Los montes rentables no arden o lo hacen con menor intensidad". En este caso, afirman, la rentabilidad es sinónimo de "gestión activa del territorio y de las personas que viven en él".

Gestionar el paisaje

Marc Castellnou, inspector jefe del Grupo de Apoyo de Actuaciones Forestales de los Bomberos de Cataluña, es uno de los grandes expertos de nuestro país en incendios forestales y en su prevención. "La era de la extinción se ha acabado. Hay que aceptar que hemos tocado techo con la extinción y que necesitamos un paisaje gestionado para poder gestionar incendios", proponía este 2002 durante el Congreso Forestal Español.

Hemos tocado techo con la extinción y necesitamos un paisaje gestionado para poder gestionar incendios"

Por su parte, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) considera fundamental identificar las que llama ZAR, Zonas de Alto Riesgo de Incendios. En su opinión, la identificación de estas áreas, por frecuencia y peligrosidad, y la priorización de planes preventivos en estas zonas, podría reducir considerablemente el impacto de los grandes incendios.

Para ello, "es fundamental que las administraciones, tal y como exige la Ley de Montes, apuesten por conocer con detalle, en cada región, qué zonas sufren una mayor probabilidad de que se inicie un incendio y qué paisajes son más vulnerables a sufrir consecuencias especialmente graves desde el punto social y ambiental, prestando especial atención a la localización de zonas potencialmente fuera de capacidad de extinción", asegura WWF.

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