Su nombre es la palabra más importante que aprende un perro, cómo elegirlo según sus preferencias y no las nuestras

  • El nombre propio es la palabra más importante que aprende un perro en toda su vida.
Cómo elegir el nombre de nuestro perro.
Cómo elegir el nombre de nuestro perro.
Henar de Pedro
Cómo elegir el nombre de nuestro perro.

Poco a poco, gracias a veterinarios etólogos, educadores y adiestradores, y los avances científicos en comportamiento canino, nos vamos dando cuenta de que convivir con un perro es mucho más que proporcionarles techo, comida, tres salidas al parque y mantener su calendario de vacunaciones al día.

Aunque no son abundantes las investigaciones que estudian el proceso auditivo de los perros conviviendo entre humanos, lo que sí sabemos sobre la fonética y la respuesta canina es que hay algunos sonidos a los que responden mejor y que pueden aislar auditivamente en entornos ruidosos como parques o vías públicas con tráfico, de manera que no solo les resulte más sencillo aprenderse sus nombres, sino también responder a ellos con mayor rapidez. El nombre propio es probablemente la palabra más importante que un perro aprenda en toda su vida.

Pertenece a la tradición oral el chiste popular del perro llamado Comotú o aquel otro que hacía alusión a ciertos atributos físicos, pero si en algo están de acuerdo todos los expertos en conducta canina, es que es pésima idea elegir como nombres palabras de uso común (Oso, Leo, Coco, Luna, Bella, Perro) que llevarán a que el animal tenga dificultades en identificar cuándo se le llama a él o es una palabra que pronunciamos integrada en nuestro vocabulario, lo que además puede generarles confusión si se trata de palabras de uso cotidiano.

El sentido del oído canino es cuatro veces más sensible que el nuestro, lo que incluye sonidos de alta frecuencia, de manera que, en un lugar con tráfico, voces, televisión encendida y en general, los ruidos propios de un entorno antrópico, ellos reciben una sobreinformación auditiva de la que nosotros no somos ni siquiera conscientes de que nos rodea. Por poner un ejemplo, pueden escuchar y oler sin dificultad el recorrido de un ratón entre tabiques o en el interior de un árbol, lo que explica, por cierto, la causa de que muchas veces miren un punto fijo de la pared y se generase el mito de que pueden ver espíritus o fantasmas.

Errores comunes en la elección de nombres

Debemos evitar nombres similares a los comandos de órdenes (Kit frente a la orden sit, sentarse, o Beck y ‘ven’), o parecidos a los de otros animales de compañía dentro del mismo hogar y que comiencen o acaben con las mismas letras (Darcy y Daisy, por ejemplo). En el caso de optar por nombres propios habituales entre personas, también se deben evitar los que se parezcan a los de algún miembro del hogar, como bautizar a la perra como Lana cuando ya existe una humana en el núcleo familiar que se llama Ana.

Por otro lado, tal y como recomiendan los expertos, el orden para dirigirse a un perro ha de ser pronunciar su nombre primero, para llamar su atención y que dirija su interés hacia nosotros, seguido de la orden o expresión que queramos comunicarle:

- Cooper, ven aquí.

- Cooper, quieto.

- Cooper, dame la pelota.

Cuenta una anécdota Stanley Coren, doctorado en psicología, autor de varios libros sobre perros y experto en procesos sensoriales, neuropsicología y cognición, acerca de cómo conoció a un husky siberiano adoptado cuyo nombre era Polar, pero su propietario, novato y sin experiencia en perros, repetía una y otra vez la orden del “¡No!” cada vez que Polar hacía de las suyas, como saltar sobre la gente, correr sin mirar atrás cuando le soltaba de la correa o tratar de coger comida de la mesa. Acudió a S. Coren para decirle que Polar no entendía nada y estaba descontrolado. El problema, como ya se habrá intuido, es que Polar había sobreentendido que su nombre había pasado a ser “no”, dado que era el sonido que oía con más frecuencia asociado a sí mismo.

Consonantes fuertes, una o dos sílabas y énfasis

Según los conductistas caninos, los perros responden con más dificultad a tonos largos y lentos, como por ejemplo Indiana. Sin embargo, sonidos que incluyan consonantes como la “k”, la “c” o la “p” les resultan más fáciles de aislar y reconocer. También les gustan los nombres de una o dos sílabas que pueden o ‘piden’ ser pronunciados con una modalidad variable y enfatizar la entonación, como Ripley, Rex o Nuska, y no lineales.

Esto no significa que para los perros, las vocales no existan. En un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Maryland, hallaron que los perros prestaban más atención a las vocales que a las consonantes cuando tratan de averiguar qué les estamos diciendo. Lo que es un hallazgo curioso porque los humanos somos lo opuesto y confiamos más en la información que nos proporcionan las consonantes.

Es habitual que al adoptar un perro adulto, nos planteemos si podemos cambiarle el nombre. A nivel técnico, no hay ningún problema si deseamos rebautizar a Toby por un nombre nuevo menos clásico o típico, siempre que utilicemos el refuerzo positivo para que aprenda a reconocer su nuevo nombre y en la medida de lo posible, aunque no obligatorio, respetemos la misma entonación si el animal está muy acostumbrado a su viejo nombre, como por ejemplo sustituir Toby por Koby o Levi. Además, esto nos forzará a pasar tiempo con el perro utilizando el juego, golosinas y recompensas afectivas para que se habitúe al nuevo sonido lo que refuerza y consolida el vínculo mutuo y beneficia la adaptación.

Sea como fuere, el nombre elegido debe ser fácil de pronunciar, que no nos importe decir una y otra vez (muchas veces al día), y que se distinga de otras palabras o nombres que usamos cotidianamente.

Vanessa M. Clavijo
Divulgadora

Empecé Antropología Social y Cultural, tengo el certificado profesional del curso de técnica en gestión medioambiental, el curso “The Truth about Dogs and Cats” de la universidad de Edimburgo y el curso “Capacitación social en educación canina, tenencia responsable y gestión del bienestar animal” de la UNED. Colaboro escribiendo sobre animales en '20minutos', 'Etología Canina' y para la Cátedra de Animales y Sociedad de la Universidad Rey Juan Carlos. He criado con responsabilidad gatos y perros, he sido asistente de tiendas de animales y auxiliar de peluquería canina y felina y me he dedicado a la gestión, atención y mantenimiento de especies animales e instalaciones en núcleos zoológicos.

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