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Respirar, caminar y comer conscientemente: actividades para que niños y adultos encuentren la calma

Unos padres caminan junto a sus hijos.
PEXELS

El estado de calma es una sensación de bienestar, satisfacción y seguridad que nos permite estar presentes en el aquí y el ahora, además de mantener nuestros sentidos alerta con armonía. 

Encontrar la calma es una oportunidad para conectar con nosotros mismos y nuestro entorno, de manera que, mientras nos sentimos en equilibrio, podemos estar más atentos a todo lo que queremos o debemos hacer, aumentando la eficacia en nuestro desempeño y nuestras respuestas.

Todo esto es algo que necesitamos tanto adultos como niños, tanto en casa como en todos los ambientes en los que nos movemos y desarrollamos: trabajo, escuela, relaciones sociales… Pero no siempre resulta sencillo, sobre todo en el caso de niños con algún tipo de discapacidad que dificulte su regulación emocional. Por ello, es necesario dedicarle tiempo y acompañar a los niños para que aprendan a encontrar la calma.

Existen varias actividades que sirven para practicar en familia y pueden proponerse como una rutina para que los niños puedan hacerlo de manera autónoma y se convierta en hábito saludable, un juego más que les motive. A continuación, te proponemos algunas ideas de mindfulness que nos acercan a la práctica de la calma.

Respiración consciente

Aprender a controlar la respiración es una habilidad que ayudará a los niños a manejar mejor sus emociones, a enfocar la atención y a tomar conciencia más ajustada de su cuerpo. Cuando nos descontrolamos y ponemos nerviosos, tenemos miedo, angustia… nuestra respiración se altera y modifica, por lo que conocer estrategias para canalizar la entrada y salida de aire les va a ayudar a volver a la calma más rápidamente. Estos son algunos ejemplos:

  • Acompasar la respiración con otra persona: es un ejercicio divertido que les motiva mucho. Se trata de tomar contacto por el hombro, de espaldas, tocándonos las manos mirándonos de frente, para que durante un minuto (puede ser más dependiendo de la edad del niño), que contaremos con una alarma, hagamos en intento de respirar al mismo tiempo que el otro, como cuando jugamos a seguir el mismo paso por la calle. No se trata únicamente del resultado, puesto que es un ejercicio complicado, sino de la intención. Es posible que les dé la risa o intenten hablar. Debemos decirles al comienzo que hay que estar en silencio, aunque luego podemos hablar de lo que ha pasado y repetir si quieren.
  • Practicar la coherencia cardiaca: cuando manejamos un espacio concreto entre tomar y soltar el aire, conseguimos que nuestro corazón entre en coherencia con el resto de los órganos del cuerpo, lo que nos ofrece una calma fisiológica, con beneficios a nivel integral. Lo ideal de este ejercicio es mantener la inhalación durante cinco segundos y exhalar durante otros cinco. Si lo probamos nosotros primero, comprobaremos la gran dificultad, por lo que lo haremos contando dos o tres, como mucho, que iremos indicando con los dedos puesto que no podemos hablar.
  • Soplar un objeto: usar el soplo, al soltar el aire en la respiración, nos ayuda a mantener la atención al movimiento que provoca en un objeto, como puede ser una hoja de papel, un molinillo, una cinta, el pelo de una muñeca o un globo. Otra alternativa sería colocar el objeto sobre nuestro cuerpo, tumbados, y observar cómo se mueve mientras respiramos. Requiere de concentración si jugamos a evitar que se caiga.

Caminar consciente

Esta técnica nos permite mantenernos atentos mientras damos un paseo. Se trata de prestar una atención especial a todo lo que nos rodea, a toda la información que entra por el conjunto de canales de nuestros sentidos: la luz, los colores, la temperatura, la dureza del suelo que vamos pisando, las personas que nos cruzamos, los sonidos, los carteles… 

Para esto nos ayudará no solo estar en silencio, sino también ir marcando esos objetivos de atención, de uno en uno, para que a los niños les sea más sencillo enfocarse. Controlar ese tiempo también será útil.

Comida 'slow'

El ritmo de vida al que estamos acostumbrados nos lleva a comer con tiempos muy marcados, pero muchas veces no los que cada uno necesita para hacer de la comida una actividad consciente, ya que solemos estar pensando en otras cosas y convertimos nuestra alimentación en algo automático

Primero, debemos eliminar interferencias tales como la televisión. No se trata de estar todo el tiempo de la comida en silencio, puesto que también es un momento de socialización que podemos aprovechar para contarnos nuestras cosas, pero sí elegir por lo menos uno de los platos de este tiempo para hacerlo lo más despacio posible, de manera que prestemos atención a la textura, el color, la temperatura, como se transforman en nuestra boca los alimentos… 

Toda esta información es una oportunidad maravillosa para tomar conciencia de nuestro cuerpo, así como establecer conexiones neuronales que nos permitan disfrutar mucho más de la comida, que tan esencial es en nuestra vida. Dar valor a esta práctica es primordial para que sepamos dar sentido a las acciones más básicas de nuestra vida, al igual que respirar o caminar.

Si nuestro estado de ánimo es tranquilo, nuestra actividad será también relajada, y nuestras emociones estarán en concordancia, por lo que habrá un equilibrio mayor y funcionaremos con más energía en nuestro día a día. Además, mejorará nuestra comunicación, nuestro buen humor y las relaciones con los demás serán más positivas.

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