Tiene el ánimo por los suelos pero Isabel Pantoja sabe que tiene que sacar fuerzas de donde sea para afrontar la gira americana que empezará el próximo mes de noviembre.
Alertan desde su entorno más próximo que han vuelto los pensamientos intrusivos y que la ausencia de sus hijos le está pasando demasiada factura. Despojada de la coraza y la purpurina, la tonadillera no puede zafarse de la nostalgia y la pena. Vuelve a sentir que la vida pesa demasiado pero tiene ilusión por volver a subirse a los escenarios y demostrar(se) que, una vez más, podrá resurgir de sus cenizas.
Está todo preparado, y la cita con la embajada americana solicitada. Tiene que pasar los filtros necesarios para poder viajar pero todos coinciden en que esta vez no habrá problemas y que podrá reencontrarse con la legión de fans que han arrasado en la compraventa de localidades.
Volverá a salir el sol y a sonar la música en Cantora. Mientras, sus días vuelven a ser tristes y aletargados. Se aferra a los recuerdos para salir a flote pero, por desgracia, son los mismos que le atrapan en esta tela de araña.
No está sola. Su hermano Agustín y las personas más leales y cercanas la protegen en estos tiempos difíciles. Le invitan a cambiar el chip, pero no siempre lo consiguen.
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