El origen de esta raza se circunscribe a la región de Burma, actual Myanmar, y que le dio el nombre. Sin embargo, debido a que también es una raza colourpoint, como los siameses, pero sin mostrar un contraste tan evidente en el degradado ni los llamativos ojos azules de su primo hermano felino, el burmés quedó ensombrecido y de hecho, durante años, se les consideró siameses color chocolate.

Hay que dar un salto hasta 1930, cuando un exsoldado de la Marina llevó a Estados Unidos a la primera hembra, llamada Wong Mau, desde Birmania. Como hemos dicho, para entonces se consideraba que el burmés era un tipo de siamés “raro” y más bien soso, con su color oscuro y sus ojos dorados, nunca azules. Ante la ausencia de acceso a machos del mismo color, esta hembra se cruzó con siameses, lo que, sin ser conscientes en aquellas fechas, causó un serio problema en la línea tradicional del burmés, que se diluyó lentamente en los programas de cría y reproducción modernos. 

Esto ha llevado a que en la actualidad, muchos sostengan que el burmés puro se ha extinguido ante los cruces que se realizaron cuando se asumía que eran un color más del siamés, y no una raza diferenciada, aunque puedan tener un origen común desconocido. Otro problema añadido a esos iniciales programas de cría bajo criterios sin especialidad y personas implicadas poco versadas en genética, ha llevado a que el burmés, junto a los gatos singapura, sean las dos razas que tienen menos diversidad genética a causa de un coeficiente de consanguinidad muy alto, como puede leerse en este trabajo científico sobre la genética de razas felinas de todo el mundo.

Debido a esto, algunas asociaciones felinas actuales permiten, bajo estricta supervisión, la introducción de cruces con otras razas similares como el tonkinés o el bombay de líneas tradicionales asiáticas, para mejorar la diversidad y la salud de las nuevas generaciones de burmeses.

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Para que el burmés regresara a Europa, habría que esperar a 1949, y los dos ejemplares vinieron directamente desde los criadores de Estados Unidos. Sin embargo, estos dos burmeses diferían ligeramente de los más habituales, con un aspecto un poco más esbelto (patas más largas, cabeza más fina, pelo más denso), que se convirtieron en los progenitores de la que pasó a conocerse como línea inglesa o europea, en contraposición a la línea americana, cuyos burmeses tienen un aspecto físico más macizo y robusto y un hocico más corto.

Necesidad de compañía, atléticos y vocales

Si se busca un gato independiente o no se pasa el suficiente tiempo en casa, no es una elección adecuada. Descritos como activos y muy juguetones, incluso en su etapa más madura, son gatos muy exigentes que buscan y disfrutan de la atención, ser partícipes en cualquier actividad familiar y recibir caricias de forma continua. Llevan mal la soledad y los expertos en la raza indican que gracias a su naturaleza sociable, dócil y dulce, se adaptan con facilidad a familias con niños pequeños y a la presencia de otros animales en la convivencia.

Hay dos rasgos físicos que destacan en el burmés: sus ojos, grandes, almendrados, con orientación elevada hacia las orejas, de un intenso tono dorado al ámbar, y el degradado de color desde las puntas (máscara de la cara, orejas, patas y cola) hacia el interior del cuerpo.

No hay criadores de burmeses en España, pero se puede contactar con la Federación Internacional Felina para localizar criadores geográficamente cerca.

Recomendamos que se replantee la adopción de un gato con o sin raza que esperan su oportunidad en albergues, protectoras o casas de acogida.

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