Ucrania recobra la felicidad entre tinieblas: "La guerra es sucia y, al final, gana quien lo hace mejor"

Un hombre camina junto a su perro frente a la fachada de un edificio derruido en izyum.
Un hombre camina junto a su perro frente a la fachada de un edificio derruido en izyum.
SERGEY KOZLOV (EFE)
Un hombre camina junto a su perro frente a la fachada de un edificio derruido en izyum.

A principios de marzo, una familia de Járkov vivió en un piso de acogida con ambiente soviético en su tránsito hacía la frontera con Polonia. Allí, en una de las habitaciones iluminadas solo por la luz de una pequeña lámpara por el toque de queda, pasaron las horas dos mujeres. La mayor de ellas, Vira, de 73 años, lloraba desconsoladamente tumbada en un sofá que al menos ha visto a los dos últimos líderes de la URSS. 

La hija, María, le acariciaba el cabello y la intentaba consolar. Vira, originaria de Izyum, le hablaba en voz baja sobre los bombardeos en su ciudad y sobre su casa, que perdió en un incendio. Se dolía porque pensaba que nunca podría volver a su tierra. Para comprender el significado de la contraofensiva ucraniana hay que ponerse en la piel de la gente que proviene de los territorios "temporalmente ocupados", donde celebran cada metro de su tierra liberada.

En los seis meses de ocupación rusa, Izyum tuvo que despedirse trágicamente de miles de personas. Y, además, aproximadamente el 80% de la ciudad fue destruida. Así ocurrió también en otras regiones liberadas anteriormente como Chernihiv o Kyiv, donde se suceden los testimonios sobre los crímenes de guerra, los encarcelamientos y fusilamientos. 

Actualmente, en Izyum sobreviven 10.000 civiles. Los militares ucranianos comparten el servicio de internet Starlink con ellos para que puedan decirles a sus familiares que están vivos. La gente se mueve por la ciudad andando o en bicicleta, pero tienen que bordear las orillas del río, que ya no se puede cruzar, porque los puentes están destruidos por completo.

La gran ofensiva en la región de Járkov

En las últimas tres semanas, los periodistas dejaron de tener acceso a los frentes ucranianos. Las Fuerzas Armadas de Ucrania hicieron todo lo posible para que nadie consiguiera información sobre sus planes y que la contraofensiva no apareciera en los medios de comunicación. Cuando empezaron a difundirse los primeros rumores sobre la liberación de Balaklia, una de las ciudades de la región, resultaba casi imposible de creer. Luego salieron a la luz los primeros vídeos en el pueblo, con los locales abrazando y felicitando a los militares ucranianos… Lo que pocos expertos de Occidente podían imaginar se convirtió en realidad: Ucrania había logrado liberar 300 localidades en la región de Járkov desde  principios de septiembre. Una de las derrotas rusas más significativas desde que empezó la guerra.

Los expertos aún analizan y buscan las razones de este éxito de Ucrania. Entre ellos, se encuentran los problemas dentro del ejército ruso: los pocos soldados para una línea de frente de 1.300 kilómetros, las grandes pérdidas de los meses anteriores, los fallos de sus servicios de inteligencia… Además, la información divulgada sobre la preparación de una contraofensiva a gran escala en Jersón se convirtió en una cortina de humo para que el ejercito ruso movilizase a las fuerzas principales a esas zonas. Pero uno de los ingredientes principales, según los propios militares, fue la motivación y las ganas de liberar su tierra. Uno de los soldados de las fuerzas de asalto aéreo cuenta que la misión era tomar la zona en cinco días, pero el Ejército lo logró en solo dos. "Dormíamos dos horas durante el día y seguíamos adelante. Sabíamos para qué y hacía dónde íbamos".

Otro militar en la región de Járkov cree que los civiles consideran que en dos o tres días se puede hacer un gran avance en el frente, pero detrás de cada paso hay "meses y meses de trabajo duro". Así lo confirma también uno de los médicos militares: "La guerra, en su gran mayoría, consiste en un trabajo sucio y duro. Al final, quien lo hace mejor, gana". 

Además de trabajo duro, detrás de un éxito militar también está la muerte de muchos de sus mejores soldados, como Roman Ratushnyi, un famoso activista civil de 24 años, que falleció en la región de Járkov. Su muerte ha supuesto una pérdida devastadora para la sociedad ucraniana. Ratushnyi luchaba por una Ucrania mejor desde los 16 años, primero durante la revolución de Euromaidan y, después, apoyando a los soldados ucranianos durante ocho años de batalla en Donbás. En cuanto tenía ocasión, alzaba la voz contra los oligarcas y oficiales corruptos como líder de una organización no gubernamental "Vamos a proteger Protasiv Yiar", que luchaba contra las construcciones ilegales en el emblemático parque de Kyiv. Ahora, una de las calles de la capital ucraniana lleva su nombre.

Alina, médico de uno de los primeros batallones en entrar en Balaklia, habla de la felicidad de sus vecinos, aunque sea entre tinieblas, ya que aún no hay electricidad ni gas en la ciudad. "No les molesta, están felices". La comida en el pueblo se prepara a fuego abierto. A Alina le sorprende que rechacen la ayuda humanitaria, y dice que tienen de todo. 

Tatiana, una de sus habitantes, comenta que durante todo este tiempo ha confiado en la liberación porque Balaklia, bajo la ocupación rusa, no fue una ciudad, sino una cárcel vigilada por gente armada. Según su testimonio, la gente tenía miedo de salir de sus casas. Solo lo hacían para comprar lo necesario a 5 minutos de casa y volvían lo más rápido posible. 

El edificio de la Policía Local se convirtió en escenario de todo tipo de atrocidades en los tiempos de la ocupación. Y así lo atestigua Sergiy Bolvinov, jefe de la Policía de la región de Járkov, que explica cómo los rusos utilizaron la electricidad, a base de descargas, para torturar y sacar información a quienes consideraban colaboradores del ejército ucraniano o a personas con familia en el frente. 

En las celdas, la gente sobrevivió en condiciones inhumanas. En una pequeña celda llegaron a amontonarse siete personas, que solo comían y podían salir al baño dos veces al día. Las palizas estaban a la orden del día. Tras sufrir este calvario, el día que vieron la bandera de Ucrania izarse de nuevo en la ciudad, los habitantes de Balaklia lloraron. Y aunque solo ha pasado una semana de la liberación, y a pesar del terror que se ha vivido hasta ahora, el ambiente se siente feliz, casi festivo.

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