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Brasil elige entre una vuelta a la izquierda histórica con Lula o el continuismo de "ley y orden" con Bolsonaro

Bolsonaro y Lula.
Henar de Pedro

Un total de 156 millones de electores brasileños están llamados a las urnas este domingo en una primera vuelta que se ha dibujado como la primera parte de un partido entre dos, de un cara a cara entre Lula da Silva y Jair Bolsonaro. Brasil elige, al fin y al cabo, entre un viaje al pasado con el candidato progresista o darle otro voto de confianza a un presidente que llega bajo mínimos, después de años de polémicas y pese a haber salido más o menos airosos de la crisis de la Covid-19.

El planteamiento de Lula es devolver a Brasil a la "felicidad" y construir un país "libre de odio y lleno de esperanza" como él mismo reiteró en sus últimos actos de campaña. Bolsonaro, por su parte, apela al patriotismo: "Reconozco que digo palabrotas, pero no soy ladrón y mis colores son el verde y amarillo" de la bandera nacional, expresó el líder ultraderechista, que llega por detrás en los sondeos. El reto de Lula es confirmar los sondeos, que le dan unos diez puntos de ventaja sobre su principal rival y en algunos casos le acercan a la frontera del 50%. Es el número mágico porque de superarlo no habría segunda vuelta.

Fascismo contra democracia. Ese es el mensaje que ha querido dejar Lula, con él mismo representando lo segundo frente al "autoritarismo" de un Bolsonaro al que ha acusado de "atacar los pilares de la democracia". Lula tiene a favor el hecho de que, por un lado, las acusaciones que le llevaron a la cárcel -juzgado por Sergio Moro, que fue ministro con Bolsonaro- durante 580 días han sido anuladas y, por otro, el respaldo que le da el haber logrado sacar a 30 millones de personas de la pobreza extrema, aunque también entre los propios mercados y las entidades bancarias, que vieron una oportunidad en el auge de las materias primas durante su anterior mandato.

En 2018 no pudo presentarse a los comicios precisamente por sus causas judiciales y su encarcelamiento, y eso allanó en gran medida el camino a Jair Bolsonaro. Después de cuatro años, el presidente ha salido airoso de una gestión dudosa de la pandemia y aunque ahora el país tiene una inflación del 8,8% el derechista mantiene a una base fuerte de electores. La ley y el orden son los pilares de su discurso y ve a Lula como un regreso a la "corrupción" que, según él, representa la izquierda brasileña, incluyendo en esa lista a la expresidenta Dilma Rousseff.

Brasil está partida en dos y Bolsonaro apela de nuevo a los pilares que le hicieron ganador en 2018, como es el caso de la Iglesia o de la parte de la población más afectada por la violencia. Además, las clases altas brasileñas siguen al lado del todavía presidente. Así, Bolsonaro se ha encargado en campaña de repetir los mismos lemas que le condujeron a la victoria en la pasada cita con las urnas. "Brasil encima de todo y Dios encima de todos" y "Dios, Patria, Familia y Libertad" marcan la agenda un Bolsonaro que además ha cargado directamente contra "el comunismo" que desde su punto de vista representa su principal rival.

En el último debate entre ambos, Bolsonaro hizo duras acusaciones contra Lula y le señaló directamente como el autor intelectual del asesinato del entonces alcalde de la ciudad de Santo André, Celso Daniel, ocurrido en 2002. Este suceso conmocionó Brasil hace veinte años y estuvo atribuido a militantes del PT contrarios a las políticas de Daniel contra la corrupción. "Celso Daniel era mi amigo y fue el mejor gestor público que este país tuvo. Él fue convocado para que coordinara mi programa de gobierno en 2002", se defendió Lula.

Brasil era una cleptocracia. Lula fue el jefe de una gran organización criminal

Bolsonaro, apegado a su perfil de exmilitar, mantiene en todo momento un discurso muy duro. "Lo que está en juego en las elecciones es el futuro de la Nación. Brasil era una cleptocracia. Lula fue el jefe de una gran organización criminal. No podemos continuar en el país del robo", comentó también en campaña. Para el actual presidente su oponente es "un expresidiario" y también le acusó de no respetar la separación de poderes en Brasil. Además, el candidato de derecha radical no ha dejado de poner en duda tanto las urnas electrónicas, como el sistema electoral brasileño, intentado sembrar dudas acerca de su fiabilidad, desde que su rival recuperó sus derechos políticos.

Lula, en el sprint final para la primera vuelta, hizo hincapié en la vertiente social de su discurso, pero tampoco dudó en atacar a Bolsonaro, sobre todo por su gestión de la pandemia y las causas judiciales en las que han estado implicados miembros o exmiembros de su Gobierno, entre ellos el propio Sergio Moro. Frente a eso, el candidato progresista llegó a citar al poeta Bráulio Bessa y prometió un "Brasil más justo, más democrático, que garantice a las familias desayuno, comida y cena". Lula, dice, no tiene espacio en sus mensajes "ni para el odio ni para la desesperanza".

Brasil más justo, más democrático, que garantice a las familias desayuno, comida y cena

Quien gane, ya sea en primera vuelta o en segunda, tiene en la economía un gran reto, pese a que el tema no ha ocupado un espacio prioritario en la campaña electoral. La situación no es delicada pese a los estragos de la Covid y los efectos de la guerra en Ucrania, pero esa calma podría ser solo un espejismo, según los expertos. 

El PIB brasileño creció un 1,2% en el segundo trimestre de 2022, por encima de las expectativas, y el Gobierno elevó las previsiones para este año del 2% hasta el 2,7% anual. Bolsonaro se agarra a esos datos en busca de la reelección mientras Lula apela a que el desarrollo económico llegue a las clases más humildes. Brasil está dividido en dos bandos muy diferenciados. Tiene que elegir entre volver a una izquierda que ya conoce o dar más tiempo al populismo de derechas que promete ley y orden.

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