PERFIL

Lula da Silva, paraíso, infierno y regreso al Edén

Luiz Inácio Lula Da Silva, candidato a la presidencia de Brasil.
Luiz Inácio Lula Da Silva, candidato a la presidencia de Brasil.
Henar de Pedro
Luiz Inácio Lula Da Silva, candidato a la presidencia de Brasil.

De presidente a preso por corrupción para volver a situarse como ganador en las elecciones. La resurrección de Luiz Inácio Lula da Silva en la vida política comenzó en 2019, cuando salió de la cárcel, y no ha parado de crecer hasta ahora, cuando ha derrotado a Bolsonaro en la segunda vuelta de las elecciones. Su afán por liderar el país se remonta a 1989, cuando se presentó por primera vez a los comicios del país. No obstante, no consiguió ganar. Esta no fue la primera ni la última vez que intentó llegar al Palacio de Planalto. Tras dos intentos fallidos, en 1994 y 1998, finalmente en 2003, consiguió alzarse como líder del Ejecutivo durante siete años.

Han pasado casi dos décadas desde que Lula, como es conocido en el país, llegó al poder. Entonces Brasil gozaba de un auge en su economía y abundancia en materias primas, algo que en estos momentos luce por su ausencia. Ahora, el gigante sudamericano es un país totalmente distinto, envuelto en problemas económicos, medioambientales y sanitarios que distan mucho de la realidad con la que convivía el expresidente.

Pasado obrero

La historia de Luiz Inácio Lula da Silva (Caetés, 1945) no es la habitual entre los líderes políticos. Nació en una familia obrera y analfabeta en un pequeño municipio brasileño. Su infancia no fue fácil; creció en una familia desestructurada en la que su padre los abandonó antes de que él naciera. Los problemas económicos, familiares y su complicada situación hicieron que abandonara el colegio a una edad muy temprana.

Lula da Silva celebra las victorias con sus simpatizantes. (EP)

A diferencia de otros candidatos, Lula no ha pasado por la universidad, pero ha tenido innumerables trabajos: limpiabotas, ayudante de tintorería e incluso vendedor ambulante. Estos trabajos esporádicos finalizaron cuando entró a trabajar en una fábrica de tornillos a los 12 años; allí se especializó como tornero mecánico y llegó a perder su dedo meñique dejando su mano con nueve dedos, una imagen icónica de su candidatura.

Sus comienzos en política están ligados a la lucha sindicalista caracterizada por las huelgas y protestas de los años 70 contra la dictadura de Ernesto Geisel. Asimismo se fue introducendo en el gremio hasta llegar a presidente del sindicato durante dos mandatos consecutivos. Precisamente, algunos políticos y sindicalistas junto a Lula fundaron el Partido de Trabajadores (PT) en 1980, del que es afiliado desde hace 42 años.

El expresidente y candidato a la presidencia de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ofrece una rueda de prensa hoy, en Río de Janeiro
El expresidente y candidato a la presidencia de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.
EFE

Mandatos consecutivos

Desde sus orígenes humildes ha alcanzado la cumbre de la vida política. Su llegada al Palacio de los Despachos en 2003 lo convirtió en el primer presidente obrero de Brasil con más de un 60% de apoyo entre los votantes. Tal fue su popularidad que renovó para un segundo mandato con el mismo porcentaje. Sus años al frente del Ejecutivo coincidieron con la cúspide de la economía brasileña, además de contar con un escenario muy favorable gracias al boom internacional en materias primas.

Esta época de bonanza permitió al expresidente invertir en programas sociales, poner en marcha proyectos a nivel estatal de gran envergadura y mantener un superávit fiscal durante años. En cambio, el final de su mandato, a pesar de contar con un 85% de popularidad, estuvo mermado por las acusaciones de corrupción y lavado de dinero que envolvieron al expresidente desde entonces.

Acusación de corrupción

Aunque las denuncias de corrupción le acompañaban hacia el final del mandato no fue hasta la apertura de la operación policial Lava Jato (lavacoches en portugués) en 2014  se comenzaron a revelar los nombres de las 174 figuras públicas que estaban implicadas, entre las que aparecían políticos de diferentes países, incluido Lula.

En 2016 el expresidente recibió una acusación formal por corrupción pasiva y lavado de dinero enmarcada en esta operación, pero fue en julio de 2017 cuando Sergio Moro, juez a cargo del caso, condenó a Lula a nueve años y seis meses por su implicación en esta red. En la sentencia se detallaba que Lula habría recibido un soborno de 1,2 millones de euros, materializados en la compra y reforma de un apartamento en São Paulo, para que concediera contratos a determinadas constructoras mediante la petrolera pública Petrobras.

Así, Petrobras concedía licitaciones de forma preferencial a constructoras como Odebretch, empresa muy conocida en Brasil, para quedarse con un 3% del presupuesto que se repartían entre políticos y empresarios. Este dinero blanqueado se transfería a otros negocios como hoteles y lavaderos de coche, de ahí el nombre de la investigación, para poder sacarlo al exterior.

La justicia determinó sin embargo que tan solo podían permanecer en la cárcel los condenados firmes y Lula tenía apelaciones pendientes en el Tribunal Supremo. Así que el 8 de noviembre de 2019, tras 580 días en prisión, salió en libertad. Tiempo después, en marzo de 2021, la Corte Suprema anuló todas las condenas de Lula relacionadas con esta trama de corrupción por la implicación "parcial" de Moro, falta de pruebas y el archivo de los casos. Fue entonces cuando Lula volvió al ruedo de la vida política de forma progresiva. 

El expresidente brasileño Lula da Silva (centro) participa en una manifestación en el Sindicato de Metalúrgicos un día después de haber sido liberado de prisión, luego de 580 días en prisión,
Lula da Silva (centro) participa en una manifestación en el Sindicato de Metalúrgicos un día después de haber sido liberado tras 580 días en prisión.
EUROPA PRESS

Remontada política

Una vez declarado inocente, Lula comenzó su remontada política con mítines y encuentros con los seguidores del partido. Así, el pasado julio se hizo oficial su candidatura siendo elegido en las primarias del PT donde consiguió el apoyo de un 94% de los afiliados junto a Geraldo Alckmin, aspirante a vicepresidente.

Estas elecciones, calificadas como cruciales y las más polarizadas de la historia, han tenido un claro favorito desde el principio. En las últimas encuestas la intención de voto por el PT oscilaba entre un 45% y un 47% frente a un 33% que mantenía su rival, Jair Bolsonaro. En efecto, el expresidente se quedó a las puertas del 51% de los votos (con un 50,7%) y los dos favoritos llegaron a la segunda vuelta disputada este domingo.

Luiz Inácio Lula da Silva besa a su esposa, Rosângela Silva, tras su triunfo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil.
Luiz Inácio Lula da Silva besa a su esposa, Rosângela Silva, tras su triunfo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil.
SEBASTIÃO MOREIRA / EFE

El momento actual del país

La realidad actual de Brasil dista mucho de la realidad que vivió Lula durante sus años de mandato. La inflación, el declive de la economía del país y la problemática sanitaria son las cenizas del Gobierno de Bolsonaro por lo que las probabilidades de volver a la época anterior serán complicadas. Los grandes retos para Lula serán la reanimación de la economía, luchar contra el hambre que sufren muchos ciudadanos y la problemática medioambiental que abarca la Amazonia.

Las posiciones de los principales candidatos fueron muy distintas y la guerra política durante la carrera presidencial se ha desarrollado principalmente en redes sociales como Facebook, Whatsapp, TikTok, Telegram y Youtube. Bolsonaro y Lula lucharon por acaparar las redes y aumentar sus seguidores mediante memes, falsedades y golpes bajos. Incluso, esta lucha mediática ha llevado a Lula a contactar con influencers como Felipe Nieto para que lo patrocinen o crear Lulaverso, su propio sitio web de propaganda enfocado a jóvenes brasileños.

El actual presidente, principalmente, lo siguió acusando de corrupción, a pesar de contar con la anulación de los cargos, e incluso lo llamó durante un primer cara a cara "expresidiario". Así, la mayoría de alegatos contra Lula se basaron en su pasado en la cárcel y acusaciones que defienden la vuelta de la corrupción al poder de la mano de Da Silva.

Precisamente, durante toda su campaña ha reivindicado que bajo su liderazgo el país volverá a conseguir derechos, empleo y la época de bonanza económica que vivieron hace veinte años. Pero estos propósitos son mucho más complicados de cumplir ahora cuando la previsión para este último trimestre en materia de desempleo podría alcanzar hasta un 9,3% frente al 6,7% que dejó a la salida de su gobierno. Además, el futuro presidente se enfrenta a una tasa de pobreza muy alta, que roza el 24%. Esto representa casi a unos 20 millones de brasileños, de una población mayor a 210 millones, que tiene esperanzas de que el futuro de Brasil mejore.

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