Los 48 pasajeros del tren que salió de Valencia y puso rumbo a Zaragoza el pasado 16 de agosto no podían imaginar que iban directos al mismísimo infierno. Pese a que había sido declarado un incendio y dos localidades habían sido desalojadas, el vehículo inició su marcha para toparse con las llamas y el humo.

Este martes, En boca de todos ha contactado en directo con Isabel Irlandés, una de las víctimas de la desorganización que tuvo lugar en el tren donde los posibles responsables se culpan unos a otros del desastre.

La mujer ha destacado que viajaba con sus dos hijos, de cinco y diez años cuando vieron cómo el humo comenzaba a entrar en el vagón: "Los cristales ardían", ha recordado. Así, también ha destacado que fue la propia maquinista quien les advirtió que si no querían "morir quemados", saltasen del vagón.

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Tanto ella como sus hijos hicieron caso a la recomendación de la maquinista, que "estaba desbordada y corría de un lado para otro llorando". Al bajar del vagón, las llamas alcanzaron a Isabel, que sufrió quemaduras de tercer grado en la cara y en la mitad de su cuerpo, y a su hijo pequeño, que sufrió quemaduras de segundo grado. Paula, la hija mayor, siguió los consejos de su madre: "Le dije: 'cariño, corre y salva y tu vida'. Paula no se lo pensó y salió corriendo sola por las vías mientras gritaba '¡Mamá!'".

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"Yo no tenía la seguridad de que fuéramos a salir de allí con vida. Vi la muerte de cara y pensé que era una muerte horrible para mis dos hijos. Notaba que me estaba quemando, pero solo pude coger a mi hijo pequeño y salir corriendo", ha destacado la mujer.

De la misma manera, Isabel ha señalado que nadie rompió ningún cristal, sino todo lo contrario y ha apuntado que "la gente fue muy solidaria". Además, la mujer ha agregado que se están difundiendo bulos para "desviar la atención de lo realmente importante": "¿Por qué ese tren salió de Valencia si había un incendio declarado?".

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Isabel ha sentenciado que tanto ella como sus hijos están yendo a terapia para ser tratados por un psicólogo, pues Paula tiene miedo de coger cualquier tren y ella, durante el mes que pasó ingresada en el hospital, veía y olía el humo del fuego que casi les quita la vida a los tres. Actualmente, ha añadido, tiene que acudir a sesiones de rehabilitación que durarán dos años y, además, debe mover tanto el cuello como las manos cada diez minutos para evitar que se agarroten y los injertos le molesten más.