El Reino Unido, en busca del quinto primer ministro en seis años de crisis permanente

Liz Truss, saliendo del número 10 de Downing Street.
Liz Truss, saliendo del número 10 de Downing Street.
NEIL HALL
Liz Truss, saliendo del número 10 de Downing Street.

Cuando David Cameron convocó el referéndum del brexit cumplió una promesa electoral que buscaba contentar al ala más dura del partido conservador, pero también abrió una época de crisis que dura hasta la actualidad. El Reino Unido lleva seis años en un círculo vicioso que añadió un capítulo más con la dimisión de Liz Truss, que además se ha convertido en la primera ministra más breve de la historia del país con solo 44 días en el cargo. Con otra crisis azotando Londres a nivel político, quien llegue a Downing Street tendrá que lidiar además con las durísimas consecuencias económicas derivadas de la guerra en Ucrania. La historia de nunca acabar.

David Cameron, la gran "distracción"

"Me voy para no ser una distracción". Con esta frase abandonó David Cameron la política a la vuelta del verano de 2016. Al principio del mismo, en junio, los británicos eligieron por poco margen salir de la Unión Europea. Los tories corrieron un riesgo que tenía mucho de cálculo político y muy poco de decisión fundamentada: temerosos de que el partido eurófobo de Nigel Farage les arrebatase a una buena base de votantes, pusieron sobre la mesa la opción de abandonar el proyecto comunitario. Y fue una especie de salto al vacío.

Javier Carbonell, profesor asociado en SciencePo y fellow de Future Policy Lab, explica a 20minutos que lo que se vive ahora "son las consecuencias" y tira de símil: "El brexit es como si tú estás enfermo, te tomas una medicina equivocada y entonces pasas a estar peor. Es una de las razones de que estés mal, pero ya estabas mal de antes". El inicio, por lo tanto, lo ven en dos cosas: "El altísimo grado de desigualdad que hay en el país y lo mucho que ha aumentado en los últimos cuarenta años. Se ha visto de manera muy clara en la precarización del trabajo y con la disminución de la seguridad económica y de la clase media".

"Esto, unido a que los dos partidos principales propusieran las mismas recetas económicas, hace que la división pase a ser por cuestiones culturales", desarrolla el profesor. En este sentido, Carbonell comenta también que "no es una cosa exclusiva del Reino Unido, pero ahí es mucho más acuciante porque las políticas neoliberales son mucho más grandes que en el resto de países y hay un elemento claro de pérdida del imperio y de nostalgia de una situación de grandeza".

Por su parte, Inés Gómez Durán, periodista especializada en Relaciones Internacionales, sostiene que el momento clave de toda la crisis "podría ser cuando se convoca el referéndum del brexit, pero esto sería algo muy reduccionista porque se hablaría de que hay una única causa y no es así". Para Gómez, "esto viene de décadas antes" y pone como ejemplo "las similitudes que se están viendo con respecto a las crisis económicas de los años setenta, cuando se dio por ejemplo el famoso invierno del descontento y hubo muchísimos problemas de desabastecimiento y de crisis energética".

"Si nos vamos más atrás vemos desde una influencia de la descolonización hasta un aumento del nacionalismo con la crisis del 2008 hasta ese sentimiento anti Bruselas" que condujo en parte al brexit, prosigue. "Lo que ha dado forma al brexit no deja de ser algo subyacente de lo que está pasando: una crisis de identidad nacional", termina diciendo la analista. 

May y el no acuerdo con la UE

Theresa May prometió estabilidad, llegando eso sí de rebote al número 10 y con la exigencia de que el abandono de la Unión fuera lo menos traumático posible. En eso se resumen sus casi tres años de mandato: en forjar una relación entre Londres y Bruselas que llevase primero al divorcio y, después, a una amistad duradera. No logró ninguna de las dos cosas. Tuvo que enfrentarse a unas elecciones, en 2017, en las que los conservadores perdieron la mayoría absoluta que tenían y eso complicó todavía más su mandato.

Tras tres votaciones parlamentarias negativas sobre el acuerdo alcanzado con la UE, y después de posponer dos veces la fecha de salida, el paso de May por el poder no dio más de sí. Sin mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes su caída se precipitó, pero no con ello desaparecieron los retos del Reino Unido. Dejó la cuestión para el siguiente, precisamente con una puerta abierta a que fuera el ala más brexiter del partido la que cerrase la cuestión.

Johnson y la sombra de la pandemia... y del 'partygate'

Quien recogió el testigo de May fue Boris Johnson. Pasó por Bruselas como corresponsal y de ahí heredó la animadversión hacia las instituciones europeas, lo que le hizo convertirse en una de las almas a favor de la salida, junto a Nigel Farage. Con Johnson llegó el mayor espejismo de estabilidad que ha vivido el Reino Unido en los últimos años y no solo eso sino que aupó, en las elecciones del 2019, al partido conservador a una aplastante mayoría absoluta y a su mejor resultado histórico en las urnas.

Esos números le permitieron por un lado mantener la cuerda tensa con la UE y por otro asegurar que el acuerdo con Bruselas tuviera el visto bueno de la Cámara de los Comunes. Primer asunto resuelto, pero llegaron otros. La pandemia puso en jaque su gestión, sobre todo porque asumió al principio de la crisis la tesis fallida de la inmunidad de rebaño, la cual después tuvo que rectificar. Capeó el temporal como pudo, no exento de polémicas... y acabó cayendo por culpa del partygate: el primer ministro fue investigado y multado por organizar fiestas en la residencia de Downing Street cuando los ciudadanos se encontraban confinados y la Covid-19 golpeada con dureza.

Johnson perdió la confianza de su partido y, aunque salvó la moción de censura interna presentada en su contra, la presión fue tan alta que tuvo que ceder. Y todo ello pese a que sus últimas decisiones puramente políticas elevaron el estatus del Reino Unido: Ucrania encontró en Londres a un aliado muy firme ante la invasión rusa y el propio Johnson se erigió como el líder occidental con más visitas a Kiev desde el inicio del conflicto. Pero la losa era muy grande en su contra a nivel interno.

"Lo que está sucediendo no es un problema puramente político, sino también ideológico", considera Gómez, "porque el brexit ha sido algo más ideológico que político o económico porque visto lo visto se ha convertido en un desastre" al no haber sopesado bien los conservadores los pros y los contras del referéndum. De aquellos barros, estos lodos, aunque se unan diferentes componentes. "Ahora los conservadores son incapaces de gestionar los problemas", esgrime y define la situación con dos 'almas': "Quienes están a favor de tener la fiesta en paz, con alguien que no sea tan atractivo para el votante de cara a las elecciones; y los que quieren un candidato que esté más cerca de políticas más extremas".

Sobre esto, Carbonell añade que "el problema tiene una traducción política pero no es solo político. La clave es que el partido conservador está unificado en temas culturales, nacionalismo, brexit, migración y se acerca bastante a la idea del votante medio, pero está dividido en temas económicos. Con el partido laborista pasa exactamente lo contrario". Asimismo, el sistema mayoritario británico "provoca que los problemas que hay por ejemplo en el resto de Europa entre los partidos de ultraderecha y los partidos conservadores tradicionales suceden dentro del mismo partido conservador, y estas divisiones se ven mucho más evidentes".

La primera ministra fallida

Y entonces llegó Liz Truss queriendo ser la Margaret Thatcher 2.0, con el aplauso del ala más neoliberal del partido y prometiendo un giro drástico en plena crisis. Su tranquilidad, en cambio, duró literalmente una horas porque solo tres días después de tomar posesión el fallecimiento de la reina Isabel II trastocó todos lo planes y ya incluyó a la premier en los libros de Historia. El resumen de su mandato es sencillo: prometió bajadas masivas de impuestos que los mercados no aceptaron. Y encendieron las alarmas. A partir de ahí, el efecto dominó. Truss cambió de ministro de Economía para justificar un cambio de estrategia y la siguiente en caer fue ella. Solo duró 44 días en el cargo.

Para Carbonell "el sucesor lo tiene muy complicado porque tiene que unificar el partido, algo que parece complicado con cualquiera de los candidatos. Sunak -que es el favorito- no tiene el apoyo de ala más conservadora" de la formación. "El problema de Johnson es que electoralmente no funciona, aunque si gana no habrá una nueva crisis de Gobierno", aclara. Esa unidad "es lo primero, pero es improbable". Más allá de esto, el analista cree que debería "revitalizar las cuestiones culturales" y pone como ejemplo la cuestión del acuerdo del brexit. Esa tensión "tiene que ver claramente con revivir el nacionalismo inglés". Esto, concluye Carbonell, "es lo que debería hacer, creo, el nuevo premier si quiere ganar las próximas elecciones, pero es muy, muy difícil".

Gómez define los grandes retos de quien llegue en pocas palabras: "Tiene que encarar la grave crisis que tiene encima y si lo hace bien puede incluso mejorar en los sondeos, y también precisamente salvar al partido conservador". Así, dice, "lo lógico sería encontrar a alguien que pudiera solventar las dos cosas, pero a lo mejor la formación tiene que elegir entre una cosa o la otra: sin carisma pero buen gestor, y tratar de salvar la economía, o volver por alguien que sea un poco más radical". El Reino Unido depende, por tanto, de lo que elija un partido conservador que, seis años después, sigue sin encontrarse a sí mismo.

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