El guardaespaldas de Jackie Kennedy habla sobre su intento de suicidio: se arrojó al mar por no haber hecho más por salvar a JFK

Jackie Kennedy en 1962.
Jackie Kennedy en 1962.
AP Photo / GTRES
Jackie Kennedy en 1962.

Ya a finales del año pasado, aunque tendría que haber pasado en el año 2017, ocurrió algo que creo cierta turbulencia en Estados Unidos: salían a la luz todos los secretos sobre la muerte de John Fitzgerald Kennedy después de que se desclasificara información confidencial referente a su asesinato. Eran 1.491 documentos sobre aquella jornada aciaga de 1963 en Dallas, Texas, en la Lee Harvey Oswald apretó el gatillo, el acto que acabaría con la vida de JFK. Al lado de la víctima, su esposa y Primera Dama, Jacqueline Kennedy, con un trágicamente icónico vestido rosa que acabaría manchado de sangre.

Aquel 22 de noviembre Clint Hill, que hoy en día tiene 90 años, era uno de los encargados de la seguridad de los Kennedy. A lo largo de su vida ha trabajado con cinco presidentes de Estados Unidos, pero sin lugar a dudas fue el de Massachusetts el que marcaría para siempre su vida y su carrera. Por ello no ha dudado en que su libro de memorias, coescrito junto a su nueva esposa, Lisa McCubbin Hill -con quien se casó en diciembre del año pasado-, sea una referencia a una de las familias más ricas e importantes de la cultura norteamericana: My travels with Mrs. Kennedy es el título de su autobiografía, que ha visto la luz este pasado martes 25 de octubre.

En el libro, que se podría traducir por Mis viajes con la Sra. Kennedy y que es una secuela de su anterior best seller, titulado Mrs. Kennedy and Me, Clint Hill, como agente del Servicio Secreto y guardaespaldas del presidente y de su familia, da detalles sobre cómo eran en la intimidad, sus manías, sus costumbres y plagado de anécdotas el almuerzo en Buckingham Palace con la reina Isabel II o la visita al rey Hassan de Marruecos en 1963 en la que Jackie y su hermana, Lee Radziwill, se comieron el postre, cuyo nombre es maŷún, sin saber que estaba hecho de cannabis. 

Pero, por supuesto, el libro está repleto de confidencias, misterios, incógnitas y reservas que siempre se han comentado sobre la fuerte personalidad de Jackie, a quien muchos consideraban una mujer bastante débil. Hill desmonta esta idea de raíz, aplicándolo por ejemplo a la valentía que demostró en la crisis de los misiles de Cuba: su actitud para evitar la temida guerra nuclear con la Unión Soviética fue clave en el devenir de los acontecimientos.

Al menos, eso ha señalado en a través de su Twitter, que está utilizando a modo de promoción de su nueva obra y con el gancho de que se ha cumplido el 60º aniversario de uno delos momentos cumbre de la Guerra Fría. "Cuando le aseguré a la Sra. Kennedy que [los guardaespaldas] la llevaríamos a ella y a sus hijos al refugio si hubiera un ataque con misiles, ella dijo que cogería a John y a Caroline y que los tres caminarían por el césped como valientes soldados y enfrentarían el mismo destino del resto de los estadounidenses", es uno de los fragmentos que ha adelantado Hill sobre uno de los capítulos más importantes de su libro.

En otro episodio del libro, que ha sido revelado por la revista People, Hill rememora una de las etapas más oscuras de la vida de Jackie Kennedy. Se refiere, por supuesto, a lo que vivió tras el asesinato de su marido. "Yo corría lo más rápido que podía, mi brazo estaba alcanzando los asideros del maletero, pero era como si mis piernas estuvieran dentro de arenas movedizas. Recuerdo a la Sra. Kennedy saltando del asiento trasero, sus ojos aterrorizados mirándome pero sin verme, como si yo no estuviera allí", ha rememorado.

Un verdadero trauma para la familia, y además de un día para otro, que él describe así: "Fue el instante en que todo cambió. La Sra. Kennedy había perdido toda relación con la presidencia y los niños ya no tenían padre". Él fue, además, el encargado de comprar el ataúd y el encargado de asegurar el traslado seguro del féretro con el cuerpo sin vida del presidente hasta la Casa Blanca.

Clit fue también quien acompañó a la familia en su viaje a Palm Beach, en Florida, un mes después de lo ocurrido. En aquellas fechas navideñas, la noche del 29 de diciembre de 1963, ha confesado, tenía tal tristeza y vergüenza acumuladas que intentó suicidarse: se arrojó al mar, totalmente devastado por no haber hecho más en la muerte de JFK.

"La culpa y la angustia me consumieron. Todo en lo que podía pensar era en Dallas", asegura, ya que aquel mismo mes el secretario del Tesoro, Douglas Dillon, le había otorgado una condecoración por su valentía al ir a cubrir el cuerpo del presidente tras los disparos. Asimismo, agrega, "las lágrimas corrían por mis mejillas y, cuando el agua fría envolvía mis piernas, luego mi pecho y hasta mis hombros, esas lágrimas se convirtieron en sollozos". 

"Quería que el agua me tragara", ha puntualizado, amén de que fue un oficial de policía de Palm Beach quien lo arrastró fuera del agua y le salvó la vida. Siguió, agrega, algunos años más en contacto con Jackie pero, en 1975, una vez se retiró del Servicio Secreto, fue a terapia, donde le diagnosticaron trastorno de estrés postraumático. Pasó entonces recluido, viendo únicamente a su esposa y sus dos hijos, de 1976 a 1982, tal y como han explicado desde The Sun.

Ahora, siente que contar esa experiencia ha sido salvífico: "En cierta manera hay una sensación de libertad al no guardarme esa oscuridad solo para mí. La gente me juzgará, estoy seguro. Pero nadie, nadie, ha estado en mi pellejo".

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