Internacional

"A los que somos libres nunca nos quitarán la luz": pequeñas historias de un Kiev a oscuras

Kiev a oscuras.
OLHA KOSOVA

Desde hace tres semanas, Rusia sigue golpeando con fuerza la infraestructura eléctrica ucraniana. Un millón y medio de los ciudadanos viven sin luz. Pero eso no apaga la energía del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenski, que ha vuelto a pronunciar su mítico discurso, ese que resume el estado de ánimo de la mayoría de la población: "¿Sin electricidad o sin vosotros? Sin vosotros". Sin embargo, aguantar estos ataques se vuelve una tarea cada vez más complicada. Sobre todo, en las zonas recién liberadas o más cercanas al frente. En Mykolaiv, Jarkov y la región del Donbás, la vida se asemeja desde hace meses al periodo prehistórico. La gente cocina con fuego en la calle, tapa las ventanas con madera y almohadas, y hace enormes filas para conseguir agua potable y ayuda humanitaria. A pesar de las peticiones de los servicios de emergencia, sus vecinos se niegan a evacuar y se preparan para un invierno que está a la vuelta de la esquina.

En Kiev, igual que en el resto de grandes ciudades, la situación no es tan crítica. Pero también empiezan a acostumbrarse poco a poco a unas condiciones lejos de toda normalidad. Se compran velas y leña, sacan sus sacos de dormir y rememoran con romanticismo escapadas turísticas a la montaña, donde hacían uso de sus linternas en la noche. Algunos van más allá y siguen el ejemplo de los coreanos en 2013, cuando compraron tiendas de campaña para preservar el calor dentro de sus casas. La capital ucraniana se mantiene así firme y optimista. "A los que somos libres nunca nos quitarán la luz", dicen aquí. A pesar de que son tiempos oscuros, la sensación en el día a día es de que la luz no ha abandonado la ciudad. La gente no deja de asistir a exposiciones y las tiendas y los negocios se apoyan entre ellos para proseguir su actividad.

La Galería Dymchuk inauguraba el sábado la exposición MYPH, organizada por la Escuela de Fotografía Conceptual y Artística de Mykolaiv. Y se quedó sin luz. "Estaremos muy contentos de veros, pero tened en cuenta que tendréis que ver la muestra bajo las linternas de los teléfonos", advirtieron los galeristas antes del estreno. Aunque sus salas estaban completamente a oscuras, el público acudió igual y utilizó los móviles para disfrutar de las obras expuestas.

La falta de electricidad complica, y mucho, la supervivencia de grandes y pequeños comercios que, en cualquier caso, se resisten a parar su actividad. "Nos apoyamos los unos a los otros como podemos", comenta Lyudmyla, peluquera de un salón de belleza de la capital . "Está usted guapísima", piropean los dependientes de una tienda cercana a una mujer con el pelo recién arreglado. Son trabajadores de una luminosa boutique en el centro de Kiev que vende diseños de creadores ucranianos. Ahora, su ambiente es menos glamuroso de lo habitual. Cada día, abren las puertas de la tienda para que las clientas de la peluquería de al lado puedan secarse el pelo cuando no hay luz. Según cuenta Lyudmyla, los propietarios de la tienda les salvan la vida. Porque aunque existe un horario fijo en el que la electricidad se corta, que puede ser de cuatro o cinco horas y se puede consultar previamente, al final siempre les pilla desprevenidos.

Exposiciones en penumbra en Kiev
CEDIDA

En el restaurante de al lado, Musafir, el sitio favorito de muchos kievitas, la gente cena bajo la luz de las velas… Durante el primer apagón, los camareros se pusieron nerviosos. Antes de que empezaran a sacar las velas, los visitantes decidieron encender sus móviles para iluminar las mesas. En vez de carne y café, pidieron sopa y limonada (lo único que quedaba en este momento). El sistema eléctrico de pago también se paró, pero los clientes fueron los primeros que se pusieron a calcular la cuenta y, a la hora de pagar, dejaron una propina muy generosa. Apenas alumbrados, los músicos siguieron tocando canciones típicas y los presentes dijeron que había sido una de las tardes más bonitas del local.

Las tardes románticas

"En estos apagones de luz, cada vez amo más a la ciudad y a Ucrania en general. Tengo la impresión de que estoy cuidando a un niño enfermo. La ciudad era antes muy grande, a veces irritante, demasiado ruidosa… Y ahora está aquí, escondida, bajo su manta. Y quieres decirle algo bueno. Darle un vaso de leche con miel. Acariciarle, taparle con la manta y decirle: Duerme, descansa... Pronto saldrá todo bien y podremos apagar la luz… incluso teniéndola. Os quiero, ganaremos".

Iren Rozdobudko, 59 años, es una de las autoras más famosas y queridas de Ucrania. Dice que sus paseos por la ciudad le inspiraron estas palabras. Desde los primeros días de la guerra, se acostumbró al sonido de las explosiones. No dejó la capital y, pasado el primer susto, ya estaba "tomando el café en la terraza tranquilamente" escuchando las protestas... de su marido. Admite entre risas que ella no es un ejemplo a seguir. Sus amigas han formado pequeñas comunidades bajo tierra: preparan la comida y se bajan a los sótanos para ver a sus compañeras.

"Odio el sentimiento de miedo, cuando estás gritando al cielo... Nacimos temblando, luego temblamos por si conseguimos prosperar, una vida que nos guste… Yo no quiero vivir así", declara Iren. Por eso, cuando hay sirenas o la ciudad se funde a negro, se va a pasear. En sus palabras, en una ciudad callada "se nota el ambiente de amor y silencio, la gente se vuelve más cercana". "La ciudad parece muy pequeña y tú, muy grande. No te das tanta pena a ti misma. Nosotros podemos escondernos, pero es la ciudad la que recibe los golpes".

Iren toma estos momentos de apagón como una oportunidad para leer. Y está pensando en sus próximos viajes. Marruecos o quizá París. Ahora, "es el momento de soñar" y "de no parar de leer". Su marido es cantautor, participa en conciertos benéficos y, por fin, puede ahora organizar pequeños ensayos en casas. Tienen sus particulares tardes románticas… sin luz. Para el invierno, ya tiene preparada la chaqueta de piel heredada de su madre. "Cada año nos dicen que el invierno será difícil. Pero, al fin y al cabo, el invierno se termina y no es tan largo como nos parece", concluye Iren.

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