Internacional

Lula y Bolsonaro enfrentan este domingo dos modelos opuestos para Brasil en una carrera más ajustada que en la primera vuelta

El próximo 30 de noviembre Brasil elige entre dos modelos que no se parecen en nada. Uno, representado por Lula da Silva, el aspirante. El otro, bajo la figura de Jair Bolsonaro, el actual presidente. El planteamiento de Lula, que se impuso en primera vuelta por un margen menor al esperado (48,4% frente a un 43,2%), es devolver a Brasil a la "felicidad" y construir un país "libre de odio y lleno de esperanza" como él mismo reiteró en sus últimos actos de campaña. Bolsonaro, por su parte, apela al patriotismo: "Reconozco que digo palabrotas, pero no soy ladrón y mis colores son el verde y amarillo" de la bandera nacional, expresó el líder ultraderechista ya antes del primer asalto.

Y es que la nueva cita con las urnas de este domingo se dibuja como un combate, por el cara a cara, por la dureza del uno con el otro y porque el país llega a los comicios completamente dividido. Ambos contendientes, eso sí, llegan muy ajustados en los sondeos. Si bien Lula llegó a tener antes de la primera vuelta una ventaja de hasta treinta puntos, las cosas han cambiado. El resultado de la primera tanda reforzó al actual presidente, y ahora todo está por decidir: el candidato izquierdista parte con un 49% de intención de voto frente a un 45% en el caso de Bolsonaro.

Fascismo contra democracia. Ese es el mensaje que ha querido dejar Lula, con él mismo representando lo segundo frente al "autoritarismo" de un Bolsonaro al que ha acusado de "atacar los pilares de la democracia". Lula tiene a favor el hecho de que, por un lado, las acusaciones que le llevaron a la cárcel -juzgado por Sergio Moro, que fue ministro con Bolsonaro- durante 580 días han sido anuladas y, por otro, el respaldo que le da el haber logrado sacar a 30 millones de personas de la pobreza extrema, aunque también entre los propios mercados y las entidades bancarias, que vieron una oportunidad en el auge de las materias primas durante su anterior mandato.

En 2018 no pudo presentarse a los comicios precisamente por sus causas judiciales y su encarcelamiento, y eso allanó en gran medida el camino a Jair Bolsonaro. Después de cuatro años, el presidente ha salido airoso de una gestión dudosa de la pandemia y aunque ahora el país tiene una inflación del 8,8% el derechista mantiene a una base fuerte de electores. La ley y el orden son los pilares de su discurso y ve a Lula como un regreso a la "corrupción" que, según él, representa la izquierda brasileña, incluyendo en esa lista a la expresidenta Dilma Rousseff.

Bolsonaro, apegado a su perfil de exmilitar, mantiene en todo momento un discurso muy duro. "Lo que está en juego en las elecciones es el futuro de la Nación. Brasil era una cleptocracia. Lula fue el jefe de una gran organización criminal. No podemos continuar en el país del robo", comentó también en campaña. Para el actual presidente su oponente es "un expresidiario" y también le acusó de no respetar la separación de poderes en Brasil. Además, el candidato de derecha radical no ha dejado de poner en duda tanto las urnas electrónicas, como el sistema electoral brasileño, intentado sembrar dudas acerca de su fiabilidad, desde que su rival recuperó sus derechos políticos.

O votamos para restablecer la democracia o vamos a permanecer en la barbarie

Lo que ya fue un choque total antes de la primera vuelta se ha intensificado más si cabe de cara a la segunda. Lula, de hecho, repitió que los brasileños tendrán que definir en las urnas si quieren que el país restablezca la democracia o si desean que permanezca en la barbarie. "No es una elección simple la que tendremos el domingo. O votamos para restablecer la democracia o vamos a permanecer en la barbarie que estamos viendo", afirmó el líder progresista. Mientras, Bolsonaro ha asegurado que su rival "no cree en la familia y quiere liberar las drogas", al mismo tiempo que le acusó de "no respetar la propiedad privada".

La economía también es un reto importante para quien tenga el poder a partir del domingo, aunque la situación no sea del todo delicada. El PIB brasileño creció un 1,2% en el segundo trimestre de 2022, por encima de las expectativas, y el Gobierno elevó las previsiones para este año del 2% hasta el 2,7% anual. Bolsonaro se agarra a esos datos en busca de la reelección mientras Lula apela a que el desarrollo económico llegue a las clases más humildes. Brasil está dividido en dos bandos muy diferenciados. Tiene que elegir entre volver a una izquierda que ya conoce o dar más tiempo al populismo de derechas que promete ley y orden.

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