OPINIÓN

La mala no puede ser una mujer

Femme Fatale
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Cinemanía
Femme Fatale

Estaba yo el otro día en una reunión con gente de la que manda en la ficción hablando de una historia que no tiene pinta de que vaya a ver la luz. A los que tendrían que soltar la pasta para rodarla les gustaba mucho porque tenía acción y puntos de giro donde debía, aunque había algo que no les cuadraba. La mala era una mujer.

En la ficción ya no es habitual que el género femenino tenga comportamientos de moral cuestionable. Echad un ojo a las mil plataformas que tenemos, que hace tiempo que no hay muchas villanas. Las que quedan a veces son solo heroínas disfrazadas de malas que luchan contra un rol masculino frente al que son moralmente superiores. Supongo que esta nueva representación es de justicia, que la mujer malvada siempre ha sido la tentadora que arrastra a la perdición al hombre, desde Eva en la Biblia hasta la femme fatale del cine negro pasando por la chica alocada de las comedias románticas.

Ofrecer otro mensaje parecía necesario, sobre todo porque esos estereotipos pueden derivar en violencia machista, aunque eso de que aspire a imperante me lleva a preguntarme si los que hacemos ficción tenemos una responsabilidad con la sociedad. A juzgar por diálogos de series que parecen trascripciones de un mitin en Vistalegre muchos creen que sí. Yo nunca sé qué responder, no tengo claro si escribir siempre es político, sobre todo porque ya no se hace en piedra.

Que su género se puede tratar sin condescendencia ni paternalismo, sino como un rasgo más

Quien sí tiene responsabilidad de ofrecer representaciones de género diferentes son las instituciones, pero en el mundo real. Tenemos el Gobierno más feminista de la historia, pero luego ves la foto y todas están un escalón por debajo. Irene Montero, delante del líder de su partido (ese aliado que ahora va a por Díaz), se besa en el escenario con él para cerrar los insistentes rumores de crisis sobre su relación, como si no tenerla le restara credibilidad entre la militancia más pablista. Igual son solo ganas de mostrarse humanos, aunque también podría ser la incoherencia de un discurso de deconstrucción de esos de moda en la ficción. Ya no hay villanas, pero sí mujeres empoderadas con grandes aspiraciones profesionales para las que el amor romántico deja de ser su motor. Hasta que en la segunda temporada se echan novio.

Esto de llevar la política a las historias no tendría mayor importancia si todo el mundo tuviera clara la diferencia entre ficción y realidad; es una de las características de los adultos, creces y dejas de creer que los cuentos son verdad. Igual la clave está en no infantilizar a la sociedad y ser consciente de que los espectadores son tan poliédricos como pueden ser los personajes. Que su género se puede tratar sin condescendencia ni paternalismo, sino como un rasgo más. Y luego ya que sean buenas o malas personas.

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