Coprofagia canina, por qué los perros comen excrementos y cómo ponerle freno

  • La mayoría de los casos son conductuales, pero conviene descartar problemas veterinarios.
Un perro labrador.
Un perro labrador.
Jonathan Daniels, Unsplash
Un perro labrador.

Coprofagia es el término científico para el comportamiento de comer excrementos. La ingesta de heces propias o ajenas por parte de los perros es, para disgusto de sus tutores, una práctica relativamente común y normal. Tiene múltiples causas, que pueden ser físicas, por condiciones médicas que debe valorar un veterinario y por comportamiento.

Esta práctica, más común en la fase de cachorros de todos los perros, suele disminuir hasta desaparecer cuando llegan a la fase adulta, pero no en todos, y sobre todo, no todo el tiempo, y no es extraño que un perro adulto con un acceso puntual e impredecible al excremento de un animal nos sorprenda, ingrata y perturbadoramente, dándose un festín.

El conductista veterinario Benjamin Hart realizó un estudio que fue presentado durante la conferencia anual de la Sociedad Veterinaria Estadounidense de Comportamiento Animal y cuyos resultados son esclarecedores:

  • Uno de cada cuatro perros come excrementos al menos una vez en su vida.
  • Uno de cada seis se considera un coprófago habitual, con cinco o más consumiciones.
  • El riesgo aumenta en hogares con varios perros.
  • Los perros que practican la coprofagia no tienen otros comportamientos compulsivos ni son menos cariñosos que los demás.

Para el doctor Hart, en conclusión, comer heces está en la naturaleza intrínseca de los perros domésticos y tienen una predisposición heredada de sus antepasados salvajes, tal como publicaba en el artículo científico “La paradoja de la coprofagia conespecífica canina” (en inglés).

Lejos de cualquier consideración de gravedad o preocupación, está el caso concreto de las hembras que han parido y que se comen las heces de sus cachorros. Este comportamiento instintivo, que suele durar alrededor de las tres primeras semanas de vida de su camada, y coincide con la introducción de algunos alimentos sólidos en la dieta de los cachorros y el inicio del destete, se relaciona con tres causas: por seguridad, para que el olor de dichos excrementos no atraiga a depredadores reales o imaginarios, por salud, para mantener limpia su zona de nido o lactancia, y puede que también lo realicen para aprovechar al máximo los nutrientes que han desechado sus cachorros sin ser absorbidos, y que para una hembra en proceso de lactancia son de gran valor nutricional y su instinto, disponga o no de alimento que le proporcionemos, le incita a no desperdiciar absolutamente nada para seguir produciendo leche para sus cachorros. 

La coprofagia en este caso también puede tener un riesgo de salud notable que es necesario supervisar y es que, junto con el excremento, la madre se contamine de la posible presencia de parásitos en sus cachorros, por lo que es especialmente importante mantener el calendario de desparasitación interna en hembras gestantes e informarse con un profesional veterinario sobre la desparasitación de los cachorros al alcanzar una edad adecuada.

¿Por qué los perros comen excrementos?

Como hemos dicho, esta práctica es más común en cachorros, y la explicación puede estar en el párrafo anterior: es un comportamiento aprendido de su propia madre, a la que han visto realizar este consumo de forma continuada. No debemos regañar y mucho menos castigar a un cachorro por practicarlo. Para desalentar la coprofagia de un cachorro debemos limpiar a la mayor brevedad sus deposiciones, para evitar que tenga oportunidad de comérselas. También es útil desviar su atención de inmediato para que se aparte de su desecho y pierda el interés, como puede ser mediante juguetes para que enfoque su curiosidad en otra cosa.

En el caso de perros adultos y aparentemente sanos, la cosa es un poco más complicada porque puede tener diversas causas:

Son apetitosas

Las heces de los gatos u otras especies animales suponen una fuente riquísima en proteínas y grasas, que resultan tentadoramente palatables para un perro. En la ingesta de excrementos humanos por parte de los perros, esta suele ser la razón principal tras su conducta. Este consumo puede ser perjudicial y transmitir bacterias o parásitos, o ser tóxico por el contenido de antibióticos y medicamentos, por lo que conviene, en el caso de convivencia con gatos, colocar la caja de arena felina en un lugar donde los perros no puedan acceder, o usar cajas con cubierta y con puerta abatible para evitar que el perro introduzca la cabeza. En el caso de excrementos en el exterior, nuestro control se reduce y tan solo podemos prevenirlo manteniendo a nuestros perros atados.

Traumas, estrés y refuerzo

Otra razón puede ser por un trauma anterior y situaciones de estrés, donde hubiera sido castigado física o verbalmente por dejar sus excrementos. Para evitar dicho castigo, el animal puede consumir su excremento. También puede ser un comportamiento presente en perros que han vivido hacinados en jaulas o en malas condiciones higiénicas y alimenticias durante un prolongado tiempo y que, al igual que las madres gestantes que hemos mencionado, la autocoprofagia sea su respuesta para limpiar su área. 

Este caso en particular, requerirá de los servicios de un educador canino y de un veterinario para ayudarle a superar el trauma o el desencadenante del estrés y corregir la conducta hasta que deje de practicarlo. En ningún caso es recomendable castigarlos pues podría ser totalmente contraproducente y que reforcemos su actitud, entrando en un bucle en el que el perro no entienda el motivo del castigo y seguirá comiendo sus excrementos para evitar la regañina o, incluso, lo convierta en un método de chantaje para recibir atención si tiene carencias afectivas.

Problemas de salud

El perro puede comenzar a comer excrementos por etiologías médicas como síndrome de malabsorción, trastornos de las tiroides, insuficiencia pancreática exocrina, diabetes y otras afecciones que les provocan un aumento insano y ansioso del apetito. Ante la duda, conviene asistir a nuestro veterinario de confianza y que realice las pruebas necesarias para descartar que tras su actitud coprófaga se encuentran otras enfermedades que requieren tratamiento más urgente.

En la mayoría de ocasiones, los perros que practican la coprofagia están sanos, bien alimentados y sin causas subyacentes que lo expliquen, por lo que es indispensable que los mantengamos protegidos, y por extensión a nosotros mismos, mediante la desparasitación, vacunación y revisiones veterinarias. 

Hasta el momento, la hipótesis más apoyada es la que sostiene el veterinario Benjamin Hart, y se trata de un comportamiento normal y natural. Una impronta de su antiquísima historia evolutiva, y que bajo ningún concepto, sea cual sea la razón tras su desagradable conducta, merece castigo físico o verbal, sino enfocar la corrección desde otros métodos más apropiados, efectivos y amables.

Vanessa M. Clavijo
Divulgadora

Empecé Antropología Social y Cultural, tengo el certificado profesional del curso de técnica en gestión medioambiental, el curso “The Truth about Dogs and Cats” de la universidad de Edimburgo y el curso “Capacitación social en educación canina, tenencia responsable y gestión del bienestar animal” de la UNED. Colaboro escribiendo sobre animales en '20minutos', 'Etología Canina' y para la Cátedra de Animales y Sociedad de la Universidad Rey Juan Carlos. He criado con responsabilidad gatos y perros, he sido asistente de tiendas de animales y auxiliar de peluquería canina y felina y me he dedicado a la gestión, atención y mantenimiento de especies animales e instalaciones en núcleos zoológicos.

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