A fondo

El perro de Erralla, el enigmático cánido doméstico más antiguo de Europa

  • A medida tengamos más datos del genoma, podremos saber el origen de este perro del País Vasco.
Húmero del perro de Erralla.
Húmero del perro de Erralla.
Conchi de la Rúa y equipo.
Húmero del perro de Erralla.

Frío. Hace 17.000 años, en el Paleolítico Superior, hacía mucho frío, hasta el punto de que las condiciones climáticas que existían son conocidas como Último Máximo Glacial. Pero, dentro de este pico de frío glaciar, hay momentos de oscilaciones térmicas que ayudaron a la formación de refugios, como fue el caso de la Península Ibérica. Junto a otros refugios en los Balcanes y en los Alpes, fauna, flora y humanos se trasladaron (o resistieron los que ya estaban) en busca de esos lugares más óptimos para la supervivencia al encontrarse más protegidos. Y aquí entra en juego la cueva de Erralla, en Zestoa, País Vasco.

Grupos de Homo sapiens, convivían en este rincón de la cornisa franco-cantábrica junto a rebecos, cabras montesas, renos, caballos salvajes, uros, bisontes y otros ungulados, además de numerosos micromamíferos, moluscos y aves. En ese paisaje de abedules, serbales y pinos silvestres, también correteó un perro doméstico.

En 1978 el doctor y profesor ya jubilado de la Universidad del País Vasco Jesús Altuna, director de las excavaciones que se realizaron en este yacimiento, halló un húmero de cánido, perteneciente a un nivel Magdaleniense Inferior Cantábrico, como él mismo nos ha explicado. Junto al hueso, “numerosísimos restos de industria: lítica, ósea, hueso trabajado y dos ofrendas rituales magníficas”, profundiza.

Hace 40 años, al encontrarse el húmero, el doctor Altuna concluyó que por morfología, aspecto y medidas podía descartarse que se tratara de un lobo, pero no de un tipo de perro salvaje, llamado cuón, que en el presente está restringido al continente asiático pero durante el paleolítico habitaba también la actual Europa. Por lo que, mediante las técnicas de estudio de la época, sí fue posible descartar que se tratara de un lobo, pero no fue posible confirmar si se trataba de un cuón o un perro doméstico. En ese limbo paleontológico ha permanecido el húmero durante cuatro décadas, hasta que se ha podido realizar el primer estudio directo sobre el fósil y se ha extraído su ADN.

“En ese ADN hay una serie de genes que son específicos de cada especie y nos aportan muchísima información. Concretamente, nosotros hemos analizado las mutaciones en dos genes que son específicas del perro doméstico, y que les distinguen de las que tienen los lobos y los cuones”, nos cuenta Conchi de la Rúa, catedrática del Departamento de Genética, Antropología Física y Fisiología Animal de la UPV/EHU, y miembro del equipo investigador que ha trabajado, directamente, sobre el húmero del perro: “por lo tanto, ahora sí, podemos afirmar que se trataba de un perro doméstico”.

Un perro adulto, pero con más preguntas que respuestas

Una de las características principales que distingue los restos de una especie domesticada de la especie salvaje de la que procede es el tamaño, que tiende a disminuir como consecuencia de la domesticación. El húmero de Erralla cumple ese principio y fue una de las principales razones por las que Jesús Altuna pudo saber, desde el inicio, que se podía descartar que se tratara de un lobo.

¿Fue un perro procedente de un linaje canino local, o traído desde otro lugar? “Es una pregunta muy trascendente y que nosotros también nos hemos hecho. Ha aparecido aquí pero claro... Los animales se mueven”, nos responde Conchi, “estamos en una fase preliminar del estudio genómico, queremos reconstruir todo el genoma que sea posible, y una vez logrado eso, nos permitirá ver el parentesco que tiene con otros restos fósiles de perros domésticos de Europa”. 

Un cuón, o perro salvaje asiático.
Un cuón, o perro salvaje asiático.
William Pitcher, Flickr.

El húmero pertenece a un perro adulto, ya superada la etapa juvenil, pero poco más se puede saber, por el momento, de su presencia en la cueva de Erralla. La investigadora de la Rúa proporciona, sin embargo, otros datos que pueden darnos una idea de lo que podrían encontrar a medida avance el análisis del genoma: “todos los restos de perros domésticos del Magdaleniense, con una única excepción, pertenecen a un grupo mitocondrial bautizado como haplogrupo C. Es decir, todos están emparentados. Pero esto no es de extrañar porque cuando hemos analizado a los grupos de humanos cazadores del Paleolítico Superior, también encontramos que compartían un haplogrupo mitocondrial, con variaciones en el subtipo pero con un tronco común. Cuando tengamos secuenciado todo el genoma del perro de Erralla podremos ver la filogenia o relación de parentesco tanto con los restos de otros perros domésticos de la misma época como con los lobos locales”.

La autodomesticación versus la domesticación dirigida

El análisis morfológico, radiométrico y genético sobre el húmero de Erralla que ha permitido acotar su antigüedad a una horquilla tan concreta como de 17.410–17.096 años en el pasado, implica que este perro adulto, de tamaño medio y que ocupó la cueva de Erralla, fue uno de los primeros perros domésticos de los que disponemos de datos y evidencias. Y su hallazgo enfrenta uno de los mayores misterios cuando hablamos del Canis lupus familiaris y cómo se inició la relación con los primeros humanos: ¿se acercaron ellos o el primer paso para estrechar relaciones lo dimos nosotros?

Pedro Morell, biólogo investigador en la Universidad de Uppsala, Suecia, además de divulgador en Twitter (@Hjorvik) sobre genética, genética de poblaciones y evolución, nos explica cuántos tipos de domesticación pudieron sucederse: “El modelo más popular que usamos para describir estos procesos es el de las Vías de Domesticación de Melinda Zeder. Según este modelo, hay tres formas: la vía mutualista, por la cual son los animales los que se acercan a los humanos (lobos, gatos, cerdos...), la vía de la presa (cabras, vacas y ovejas), en la que hay un progresivo y lento incremento en el control de las poblaciones salvajes mediante la caza y luego la captura de ejemplares, y por último está la vía directa (caballos, abejas...), en la que capturamos a los animales y ejercemos control total sobre su reproducción. La primera vía, la mutualista, implica un fuerte componente de autodomesticación, ya que los animales más sociales son los que mejor sobreviven en un entorno lleno de humanos. Es el proceso más lento, y probablemente estemos hablando de miles de años de evolución hasta que empezamos a usarlos como mascotas y no como ese animal que nos sigue a veces”. 

Pedro también nos comenta lo que supone el hallazgo del húmero y el resultado de los análisis preliminares de su genoma, “los datos que nos puede aportar el perro de Erralla son muy interesantes. Que ya existieran perros en una de las regiones más occidentales del subcontinente hace 17.000 años refuerza la noción de que esta domesticación es mucho más antigua de lo que se creía, y muy probablemente sea anterior al Último Máximo Glacial”.

Pero para responder a la pregunta de cómo se produjo el proceso de domesticación también es necesario estudiar, en profundidad, a los humanos que convivieron con estos primeros perros: “Estamos observando que este periodo Magdaleniense coincide con un momento en el que los seres humanos empiezan a tener unas características simbólicas muy acusadas: surge el arte simbólico, en forma del arte rupestre y de lo que se llama arte mueble, que es el que se puede mover: punzones, huesos y piedras decoradas... Hay un gran desarrollo de este tipo de arte, muy característico de este periodo prehistórico”, manifiesta Conchi de la Rúa.

 Esto les lleva a pensar que hubo un trascendental cambio cognitivo entre los homínidos del inicio del Paleolítico Superior (40.000-50.000 años) y los que habitaron la cueva de Erralla unos veinte mil años después: “Hay milenios de distancia entre esos Homo sapiens pero muestran unas manifestaciones que nos permite pensar que hubo un gran cambio. No podemos medir ese cambio más que a través de sus producciones: de sus instrumentos, de su arte y de sus ritos”. 

Ante la magnitud científica que supone esta datación, el húmero del perro doméstico de Erralla permitirá avanzar en un campo que aún contiene más preguntas que respuestas. Mediante análisis estadísticos tras recabar datos de las manifestaciones artísticas y ritualísticas de las poblaciones humanas de la zona y una hipotética presencia de genes que predisponga a la sociabilidad en los antecesores de los mejores amigos del hombre, podrán buscar una correlación entre estas manifestaciones y la domesticación. “Puede que estemos ante una de las cunas de la domesticación del lobo”, sostiene la doctora, “son ideas, a veces muy arriesgadas y que no dan ningún resultado, pero en eso consiste la investigación”.

Habrá que esperar a que terminen de analizar todo el genoma del perro de Erralla y de otros perros y lobos del mismo área para que quizá demos un gran paso adelante en esclarecer los misterios que todavía rodean nuestra compleja relación con los perros y el origen de su domesticación.

Divulgadora

Empecé Antropología Social y Cultural, tengo el certificado profesional del curso de técnica en gestión medioambiental, el curso “The Truth about Dogs and Cats” de la universidad de Edimburgo y el curso “Capacitación social en educación canina, tenencia responsable y gestión del bienestar animal” de la UNED. Colaboro escribiendo sobre animales en '20minutos', 'Etología Canina' y para la Cátedra de Animales y Sociedad de la Universidad Rey Juan Carlos. He criado con responsabilidad gatos y perros, he sido asistente de tiendas de animales y auxiliar de peluquería canina y felina y me he dedicado a la gestión, atención y mantenimiento de especies animales e instalaciones en núcleos zoológicos.

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