OPINIÓN

Decepción

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en la II Mesa de debate 'Los Valores Constitucionales en la España del Siglo XXI', en el Congreso.
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo.
RICARDO RUBIO / EUROPA PRESS
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en la II Mesa de debate 'Los Valores Constitucionales en la España del Siglo XXI', en el Congreso.

Después de la derrota de Pablo Casado ante Isabel Díaz Ayuso, Alberto Núñez Feijóo pasó a presidir el Partido Popular y, se supone, que será el próximo candidato de la derecha a presidir el gobierno de España, si es que Ayuso lo permite y avala.

En un principio, casi todo el mundo coincidió: “Va a ser más moderado que Casado y conseguirá atraer al votante de centro”. Las encuestas corroboraban esa predicción. Poco ha durado el espejismo.

Las derechas en casi todos los países de occidente ya no son lo que eran: han mutado en organizaciones populistas si es que no en partidos antisistema e instituciones. Sirva Cataluña como ejemplo.

Con excepciones, siguen la llamada doctrina Bannon, el estratega de Donald Trump en la Casa Blanca: “Insultos, bronca, noticias falsas, medios afines difundiéndolas, violencia política contra los rivales y bloqueo de las instituciones para llegar a una democracia autoritaria”.

Feijóo, quiero pensar que, presionado por Ayuso y Abascal, no ha sabido, no ha querido o no ha podido, imponer un nuevo liderazgo en el PP.

Hoy es un rehén de sus extremos, desde dentro (Ayuso y medios afines) y desde fuera (Vox). Un país no se gobierna desde los extremos. Feijóo lo debería saber.

El líder de la derecha ha perdido una gran ocasión para alejarse de Vox y defender la decencia y la dignidad en los debates parlamentarios.

Lo podía haber hecho criticando duramente la soberbia y la negación a no reconocer que la ley promovida por Irene Montero es una chapuza. No lo ha hecho.

Hoy, que el Tribunal Supremo ha dicho lo que destacados juristas habían reconocido ya, menos los autores de la ley de los despropósitos, le habría servido a Feijóo para avergonzar a los activistas con ministerio. Pero ya no es creíble, como tampoco lo será en lo referente al nombramiento de dos destacados militantes de los socialistas para el Tribunal Constitucional

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