Juan Carlos Blanco Periodista y consultor de comunicación
OPINIÓN

Señores y señoras congresistas, si no les importa, dejen de insultarse

El hemiciclo del Congreso

Hoy que celebramos que la Constitución es ya una señora espléndida de 44 años a la que debemos los años más democráticos y liberales de nuestra vida, me gustaría que aprovechásemos este día festivo para rogarles a nuestros señores y señoras diputados que tengan a bien cuidar que el Congreso de los Diputados no se convierta en un lodazal para adictos a la bronca tabernaria.

Ya sabemos que la polarización funciona y que el trazo grueso es esencial para que los mensajes políticos que se emiten en la Cámara Baja lleguen a los telediarios y a las redes sociales, en este último caso en formato de zasca para hiperventilados y jaleadores varios.

Pero este lenguaje tabernario, faltón y bilioso tiene efectos secundarios. Y no son menores. Cuando uno ve y escucha esta catarata de faltas de respeto, de insultos y de lugares comunes donde unos se acusan a otros de la forma más burda, no puede dejar de pensar que con cada exabrupto proferido, con cada ofensa expulsada, se va perdiendo poco a poco la confianza en quienes nos representan.

Tengan a bien cuidar que el Congreso de los Diputados no se convierta en un lodazal para adictos a la bronca tabernaria.

La democracia plena no es algo que se pueda pedir en Amazon y te la traen dos días después a tu casa. Se tarda décadas en construir y necesita de determinados consensos, entre ellos, el respeto a las reglas del juego. Si quienes no cumplen esas reglas son aquellos a los que depositamos nuestra confianza, la democracia se deteriora poco a poco hasta quedarse en una simple carcasa inútil.

Señoras y señores diputados, sin ánimo demagógico se lo digo: dejen de hacer el cafre y compórtense. No se lo digo por su futuro, sino por el de todos nosotros, que es el que también les debería de preocupar a todos ustedes como representantes nuestros que son.

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