Si algo le viene bien al PP es que Cs desaparezca, ocupar su espacio político y que luego Vox se vea obligado a apoyar la investidura de Feijóo aunque sea con su abstención. Esa es la teoría, en la práctica Dios dirá. Ya sabemos lo que hay.
Al líder del PP, el rifirrafe en la formación naranja le ha caído del cielo en un momento en el que se estaba desinflando en las encuestas y ante la estupefacción de los ciudadanos que no dan crédito a cómo es posible que en un partido, como Cs, que estaba al borde del precipicio, de repente se enzarcen su número 1 y 2 para decidir quién es el último en cerrar.
De esta situación se ha percatado perfectamente Villacís, que ya ha advertido de que si Edmundo Bal lidera el partido con ella que no cuente y quien se ha autodescartado para una posible lista de consenso en Cs. Probablemente, lo que a la portavoz del partido en el Ayuntamiento de Madrid le pide el cuerpo es salir disparada y caer en brazos de Almeida, con quien asentarse como número dos en sus listas, aunque sea como independiente.
Arrimadas asevera que no va a desvelar el contenido de las conversaciones que cruce con su examigo Bal pero ya lo ha dicho todo: “Si él no da un paso a un lado, ella tampoco. Si él da un paso al frente, ella también”. Y así están las cosas en un partido que tiene espacio de sobra, pero que irrumpió en España cargado de líderes con demasiado ego.
Lo sensato para los naranjas sería ir diluyéndose de forma digna y ordenada
Llegados a este punto, lo sensato para los naranjas sería ir diluyéndose de forma digna y ordenada y, paralelamente, encaminarse hacia otra formación, nueva, con la misma filosofía liberal, pero con otros dirigentes y otro nombre. Mientras esto no ocurra, el PP no tiene más que recolectar.
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