Reconozcámoslo: Leticia Sabater representa la perseverancia de intentarlo una y otra vez. Ya aparentaba cierta insistencia cuando debutó como estática presentadora de continuidad en La 2 de TVE. Un oficio que consistía en anunciar, mirando seriamente a cámara, los programas que iban a emitirse a continuación. Pero Sabater no sólo leía, como ejercían el resto de presentadores de tal cometido. Su acting iba más allá e incorporaba movimiento. Una revolución para la época, pues ella se levantaba de la mesa, sin que nadie entendiera muy bien el motivo, mientras daba paso a la siguiente película. 

Después, Sabater trabajó fugazmente con Jesús Hermida y, más tarde, encontró su sitio en programas infantiles, donde empezó una larga e inolvidable trayectoria. No te lo pierdas, Desayuna con alegría, Con mucha marcha... Este último, con sus clases de gimnasia impregnadas de segundas intenciones que entendían más los padres que los niños. 

Y así crecieron varias generaciones de españoles, sin poder dejar de mirar a una icónica Leticia Sabater que entendía la televisión de una manera muy particular e incluso algo surrealista, lo que la convertía en una cascada de chascarrillos y bromas durante años, mucho antes de que existieran los memes en las redes sociales. 

La manía con infravalorar la mirada infantil y lo que delata de nosotros mismos

Pero cuando se retiraron sus programas infantiles y no se logró reubicar, Leticia optó por la provocación como forma de mantenerse en la palestra mediática. Quería seguir gustando al personal, como intentaba en aquella gimnasia televisada o en sus movimientos recitando la programación del canal más culto de la tele. Pero, al final, terminó confundiendo seducción con chabacanería. Y encontró el atajo para la repercusión viral en excéntricas canciones eroticofestivas de las que la gente se ríe, más que otra cosa. Todas son igual de básicas. La última, "Papá Noel, lléname el tanque". Fina y delicada melodía.

La nostalgia canalla que representa Leticia Sabater podría haber encajado en formatos como Tu cara me suena, pero ya ninguna cadena quiere que se asocie su imagen a bandazos y montajes para aferrarse a la fama. La supervivencia mediática hizo que la presentadora se haya abalanzado sobre el perverso lado sórdido de la popularidad, donde da la sensación que la gente te aplaude cuando sólo se está mofando de ti. Pero da igual. Ella reincide y sigue intentando el éxito con una canción igual de chusca que la anterior. Le permite seguir en el centro, aunque sea el centro de la burla.

10 años sin Miliki, el payaso de todos