Helena Resano Periodista
OPINIÓN

El peligro de las cenas de Navidad

Varias personas en una cena de Navidad.
Varias personas en una cena de Navidad.
PEXELS
Varias personas en una cena de Navidad.

Queda poco más de una semana y media para terminar esta yincana de cenas de empresa, de compañeros de máster, de compañeros de sección, de vecinos de la comunidad, de amigos, de amigos de tu pareja, de padres del cole y de padres del equipo de tu hijo…La lista es interminable e inabarcable.

Mil y un compromisos que se imponen, y subrayo lo de se imponen, en estas fechas. Parece que, si no quedas antes de Navidad, si no te ves, si no vas, eres una especie de asocial antipática que no quiere relacionarse con los suyos. Con gente que, por cierto, te ves todos los días, incluso pasas más de 10 horas con ellos, y que, seamos sinceros, no has elegido como grupo de convivencia, más bien es el que te has ido encontrando por circunstancias de la vida. Y ahí estás, haciendo encaje de bolillos, cogiéndote taxis para irte hasta el mismísimo centro de tu ciudad en una tarde-noche que diluvia y en la que, sobre todo, te apetece quedarte en casa, en tu sofá, en pijama…

Las cenas de Navidad son la tortura de cada año. No todas, algunas se salvan, algunas hasta te apetecen, aunque si te preguntaran, aplazarías esa cita para otra fecha, en otro momento, pedirías que no fueran todas a la vez. Sobre todo, porque siempre hay alguien al que no te da tiempo a ver y con el que quedas fatal por no haber sacado un hueco para brindar con él o con ella por la Navidad.

Siempre hay alguien al que no te da tiempo a ver y con el que quedas fatal por no haber sacado un hueco para brindar con él o con ella por la Navidad

Pero al margen del sudoku de fechas, estas cenas son una auténtica bomba de relojería: o se estrechan lazos para siempre o las tiranteces latentes de la oficina acaban saltando por los aires. Con dos copas de más, entre risas, puedes acabar diciendo lo que no querías decir, lo que jamás te atreverías a decir en tu mesa de trabajo. Te crees que el ambiente es el propicio para sacar toda tu sinceridad a relucir y lo que acabas haciendo es provocar un conflicto laboral. Una máxima que sirve para todo: la sinceridad está sobrevalorada. Decirle al compañero de turno que es un pesado, que te cansan sus gracias de cada mañana, puede que no sea una buena idea. Aviso para navegantes: se considera despido procedente echar a alguien por algo que hizo o dijo en una cena de empresa, aunque eso que hizo o dijo no se produjo en el entorno laboral.

En la lista de cosas a evitar en este tipo de cenas apunten una más: liarse con alguien del trabajo. En las películas suele funcionar, en la vida real, pocas veces. Al día siguiente hay que estar con él o con ella, compartir espacio de trabajo, resaca si la noche se lio más de la cuenta, y, recuerden, es un compañero de trabajo así que hay que compartir momentos de tensión, proyectos… Solo queda semana y media. Seguro que podemos sobrevivir. ¡Sean fuertes!

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