![Hermanos.](https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_360/uploads/imagenes/2022/12/14/hermanos.jpeg)
Tengo dos hijos adolescentes, uno de ellos con discapacidad y totalmente dependiente. Hace ya una década, cuando afronté la maratón de papeleos que trajo el diagnóstico de autismo, pudimos gestionar el ser familia numerosa. Jaime cuenta por dos, por todos los costes y dificultades que su situación entraña, me explicó la trabajadora social que me auxilió durante aquel complejo y doloroso proceso burocrático.
Así que somos cuatro en casa, pero somos familia numerosa. No es ninguna panacea, pero algo ayuda. Un poco de aquí, un poco de allá. Cuando la discapacidad de un hijo llama a la puerta, todo soporte es poco.
Estos días es noticia la ley de de familias, que ha recibido la luz verde del Consejo de Ministros y trae de la mano que las familias monoparentales con dos hijos sean familias numerosas. Unas 300.000 familias numerosas más, por lo que superaremos el millón. Bien está que un solo progenitor a cargo de dos menores tengan esa consideración, dado que dos adultos ocupándose de tres hijos ya la merecen.
Parecía lógico deducir que, de haber solo un adulto a cargo de un niño con discapacidad, también se le aplicaría la regla de que ese hijo vale por dos. Pues no. Así lo ha confirmado el Ministerio de Asuntos Sociales a 20minutos. Aquel que esté criando solo a un niño sano como una pera y ese otro que esté cuidando a un menor con discapacidad, uno como mi hijo que con 16 años no puede estar en ningún momento sin vigilancia y al que tienes que asear y vestir, son iguales. El hijo sano y normotípico de una familia monoparental que tenga un hermano valdrá por dos, pero el hijo totalmente dependiente en la misma situación sin hermanos, no.
"Es injusto", me dijo nada más enterarse una colega de oficio y madre también de un niño con discapacidad. Efectivamente, lo es. Se ha creado un escalón difícilmente justificable que va a lastrar aún más a las familias monoparentales más vulnerables. Un menor a cargo con discapacidad vale por dos; resta el doble de sueño; ocasiona muchos más gastos; dificulta especialmente, no ya la conciliación, sino simplemente participar con equidad en el mercado laboral. Con ellos no debería haber excepciones.
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