Los voluntarios de las Unidades Caninas de Rescate y sus perros: maestros del viento

  • La Unidad Canina del Principado de Asturias es un referente nacional por su profesionalidad y entrega.
Mini, propiedad de Elena, espera la orden la salida.
Mini, propiedad de Elena, espera la orden la salida.
V.M.C
Mini, propiedad de Elena, espera la orden la salida.

La Morgal es la castellanización del asturiano llamorgal, que significa lodazal y tierras pantanosas. Ubicada en el corazón de Asturias, es tierra de brumas crepusculares y clima semioceánico, con una temporada de lluvias que dura unos ocho meses, si la crisis climática no viene para alterarlo. Junto a la sede central del Servicio de Emergencias del Principado de Asturias (SEPA) se encuentran las instalaciones de la Unidad Canina de Rescate, que forma parte del operativo del 112.

Esta Unidad, creada a partir de la desaparición del niño de 13 años Germán Quintana en 1987 en la zona de los lagos de Covadonga, y el trágico accidente de helicóptero que se produjo durante su búsqueda en el que fallecieron los siete integrantes de la aeronave, fue impulsada por Eugenio García, miembro de la Agrupación de Bomberos Voluntarios de Protección Civil del Ayuntamiento de Oviedo. Con algunos miembros aún en activo desde aquellos lejanos inicios, la Unidad ha recibido la Medalla de Plata del Principado de Asturias en 2017, un reconocimiento a sus 30 años de servicio. También la Generalitat de Catalunya les concedió una Mención Honorífica por su labor desarrollada en los terremotos de Turquía y de Pakistán y por su intervención en el operativo de rescate de la riada del camping de Biescas. Todo un referente nacional, formada por un colectivo de voluntarios y con mucha vocación.

Son 14 perros y 8 guías que poseen conocimientos de primeros auxilios y títulos de adiestramiento y de educación canina, entre otras disciplinas. Dentro de la Unidad, hay perros entrenados bajo la técnica olfativa de mantrailing, otros de venteo y otros como detectores de cadáveres. Los títulos para la homologación de equipos de perros de búsqueda y rescate proceden de organizaciones privadas como la Asociación Nacional de Grupos del Perro de Salvamento y su respetabilidad depende del prestigio de la asociación que expide dichos títulos de aptitud. Compaginan como pueden y cuando pueden sus trabajos primarios, de los que viven, con la realización de esta otra actividad. Dedican dos días a la semana al entrenamiento: martes en la sede, donde disponen de campo de entrenamiento, sábados en el monte; saben cuándo llegan pero no cuándo se van. Siempre predispuestos a recibir una llamada por un operativo real y que Wenceslao Fernández Iglesias, el jefe de operaciones con 35 años de experiencia en activo, coordine al equipo disponible para salir junto a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad hacia el lugar del dispositivo desplegado.

"Tener un animal ya es una responsabilidad, a la que nosotros sumamos venir a realizar entrenamiento grupal dos veces por semana, quien pueda venir, claro, que somos voluntarios con un trabajo y los horarios no siempre son compatibles. Vienes a entrenar, tiras el día, y esto es muy sacrificado. Aquí no venimos a divertirnos", me aclaran desde el primer instante. 

Sus estadísticas de los últimos 15 años indican que realizan unas 29 intervenciones al año y que dedican alrededor de 600 horas al entrenamiento. El mantenimiento y control sanitario de los perros, al tratarse de animales de particulares y cuya inmensa mayoría, fuera de estas prácticas y operativos, llevan una vida de perro de compañía como cualquier otro, también es asumida por sus tutores. Dentro del reglamento de la Unidad, mantener la atención veterinaria al día es inexcusable y deben aceptar este requisito para su inclusión: seguros para mascotas y responsabilidad civil, vacunaciones, desparasitaciones trimestrales y revisiones habituales.

Nos dirigimos con nueve vigorizantes grados en un amanecer de otoño hacia el concejo de Parres, en el oriente de Asturias, un balcón a los Picos de Europa. Paisaje de castaños, robles, encinas y del permanente eucalipto que, a estas alturas y con la permisividad de su cultivo, se ha vuelto un habitual en el paisaje asturiano. Una vez allí, en un robledal con matas de helechos, zarzas y tojos, los perros van saliendo uno por uno, para realizar sus prácticas de rastreo o mantrailing y de venteo, bajo la atenta supervisión de Miguel de Prado, el encargado de la formación, que cuenta con títulos de adiestramiento y de juez canino. Otro miembro de la Unidad hace de figurante, esto es, la persona que se esconde, a una distancia que gradualmente va aumentando, y comienza el espectáculo. 

En esta ocasión le toca ocultarse a Efrén, guía de un beagle de nombre Nano. "Al principio hay que ponérselo muy fácil, para que el perro vaya aprendiendo y la recompensa le estimule y se sienta satisfecho. Luego los grados de dificultad cada vez son mayores y si les vemos muy perdidos, el figurante oculto da una voz para que el perro se guíe y vuelva a terminar el ejercicio satisfactoriamente. Los perros siempre deben acabar bien y no se les debe frustrar ninguna búsqueda. Un perro que aprende a fallar, seguirá fallando, un perro que aprende a no fallar, no fallará nunca", me explica con contundencia Jesús Gómez, al que todo el mundo llama Chuqui y que junto a Wenceslao, vio nacer y crecer esta Unidad.

En este vídeo, Miguel de Prado, el responsable de la formación del equipo, entrena a Sandy, una springer spaniel de 6 meses. Podemos ver cómo la prepara, con suma suavidad y delicadeza, ante la atenta mirada de Rookie, otro miembro del equipo, antes de darle la orden de salida para la búsqueda de Efrén. 

Miguel de Prado y Sandy, una springer spaniel de 6 meses.

Elena, la presidenta actual de la Unidad, que también cuenta con el título de adiestramiento canino del Principado de Asturias y es la única mujer en el equipo, saca un mechero y lo prende. Se desplaza hacia otra posición junto a Mini, su pastor belga malinois de seis años. Lo prende otra vez. Sería la primera, pero no la última, de las muchas ocasiones en las que presencio durante la jornada cómo a través de mecheros, polvos de talco e incluso mediante cigarrillos eléctricos de vapor, tal como me cuentan, detectan la dirección de las corrientes de viento que más favorezcan la búsqueda y permitan al perro localizar la estela de olor de la persona oculta. 

Ellos no se dan cuenta, a fuerza de tenerlo tan interiorizado, de que han desarrollado un sexto sentido, casi un superpoder, para apreciar el mínimo cambio en dichas corrientes de aire, a menudo sin necesidad de utilizar una herramienta. Durante toda la práctica, para mi estupor y admiración, el viento no solo es protagonista constante en las conversaciones, sino que allí donde yo no soy capaz de apreciar absolutamente nada, ellos detectan masas de aire estancadas, corrientes hacia arriba o hacia abajo, laterales o con el viento en contra. 

Elena comprueba la dirección del viento con un mechero.
Elena comprueba la dirección del viento con un mechero.
V.M.C

Es toda una ciencia que Chuqui trata de explicarme: "Para que un perro tenga el viento a favor, y no en contra, el guía se pone aquí o acullá. A veces no se puede, y hay que trabajar con lo que hay, pero se trata de evitar que el perro haga un sobresfuerzo. A lo largo del día, según calienta el sol también cambia la dirección del viento, que irá hacia arriba impulsado por las corrientes. Nosotros, como sabemos que las condiciones térmicas van cambiando en función de la hora o el clima, reajustamos nuestros métodos y la posición, porque lo importante es no agotar al perro". Todas estas circunstancias afectan a la habilidad y capacidad olfativa de los perros de búsqueda y rescate, que baten las zonas buscando un rastro de olor. "Ya puede ser el mejor perro del mundo", adiciona Chuqui, "que si no le llega un olor, no hay nada que hacer".

Cuando Mini termina con su entrenamiento, el binomio Elena-Mini salen de escena y entran el guía Rookie y Kenia, otra malinois, con un espectacular manto azul, una rareza en la genética de colores de esta raza. Kenia, procedente de una adopción desde S.O.S. Malinois España, no llega a los dos años. Es rapidísima y nerviosa y localiza con rapidez a Efrén oculto tras un árbol. El robledal se llena de sus ladridos, a pocos metros de nuestra posición. "Kenia ha encontrado a la persona que estamos buscando, ¿y cómo nos lo dice? Pues lo señala manteniendo su posición junto a la persona", Chuqui me va describiendo lo que presencio. "Habitualmente nosotros les enseñamos que lo hagan mediante el ladrido. Al principio de las prácticas, la señalización se hace cerca, donde el perro esté a la vista y escuchemos su guauguáu". 

Además de esta señalización mediante el ladrido, existen otros dos métodos, uno es llamado bringsel, donde los perros tienen un pequeño dispositivo colgando de su collar. Cuando el perro localiza a la persona o el objeto de búsqueda, agarra el bringsel con la boca y regresa con su guía. Esta es su forma de comunicar que su búsqueda ha tenido éxito. Posteriormente, el perro debe guiar a su tutor hasta la víctima, con o sin correa. En el tercer método de señalización, conocida por "libre", el perro localiza a la víctima y ni ladra ni porta ningún dispositivo adicional, sino que se limita a regresar con su guía y mediante una señal (un salto, un toque con el hocico), avisa a este de que ha encontrado a la persona y le dirige hacia su posición, suelto o atado. 

A medida el entrenamiento va ganando intensidad, también lo hace la distancia de búsqueda. Efrén, el figurante, se oculta a más de 100 metros de nuestra posición, y aquí la búsqueda entra en otra categoría, a la que llaman "alejamiento". El alejamiento implica que el perro va a recibir tres tipos de instrucciones: órdenes, confirmaciones y la liberación. Tras la orden de salida, o rutina de partida, el guía confirma que va en buena dirección exclamando “sigue, sigue, sigue”, para que el perro mantenga el rumbo. Una vez ya está cerca del figurante escondido, se le libera mediante el comando de "busca". Momento en el que el perro reconoce la instrucción y comienza a explorar el área donde debe demostrar cierta capacidad de búsqueda autónoma. Un poco más tarde, Miguel de Prado me da la oportunidad de presenciar una lección magistral de esta práctica al sacar a Chuli, su malinois de 8 años. El alejamiento supera con creces los 100 metros, hasta el punto de ser necesario usar el dispositivo de GPS que lleva el animal en su collar. A través de un terreno más agreste, añadiendo vaguadas y troncos caídos, Miguel observa por la pantalla el punto verde de Chuli y le grita las confirmaciones y la liberación. Casi instantáneamente, nos llega su ladrido distante: Efrén ha sido localizado de nuevo.

Mientras nos dirigimos hacia Chuli y Efrén, interrogo en voz baja a Víctor, tutor de un malinois de 3 años llamado Ayko. Le interrogo, cabe añadir, mientras trato de no tropezar en el húmedo y resbaladizo terreno en pendiente y convertir la experiencia en un operativo real de rescate, al abrirme la cabeza con algún tronco. Víctor y Rookie son los dos últimos miembros que han llegado a la Unidad y apenas acaban de terminar su formación de aspirantes, que dura, tirando por lo bajo, año y medio. Las nuevas incorporaciones tienen que venir "con una base de casa", es decir, poseer conocimientos previos de educación y adiestramiento canino o, en general, proceder del mundo de los perros de trabajo.

 Debido al riguroso compromiso y seriedad con la que se toman su actividad, no pueden dedicar recursos, tiempo y esfuerzos en alguien que aparece con un perro que no sabe responder ni a la orden de sentarse. El título para las pruebas de aptitud se renueva cada 2 años, de manera que tanto perros como guías están en constante entrenamiento, incluyendo prácticas durante la formación para el traslado en helicóptero. 

No disponen de una regulación profesional establecida por las instituciones ni de un reglamento unificado para todo el territorio español, pero soy plenamente consciente de que estoy ante un equipo que, en otras circunstancias, bien podría sería considerado de élite. Tras ver a Chuli realizar su ejercicio de forma intachable y habiéndome contado, previamente, que ha encontrado a tres personas desaparecidas durante operativos reales realizados en verano, me surge la pregunta de si es el mejor perro de la Unidad. Sin perder la extrema amabilidad, paciencia y espíritu colaborador que todos muestran hacia mí, recibo varios pares de miradas fijas como primera respuesta.

"Aquí no hay nadie mejor que nadie. Un perro que encuentre más o menos personas desaparecidas no es mejor que los demás, esto no va de éxitos individuales. Cada área que descartamos, tras revisarla minuciosa y exhaustivamente, es un paso para estrechar el círculo hacia la buena dirección y el éxito de la localización. Un ‘aquí no está, podemos descartar esta zona’, ya es una victoria en sí. De todo el equipo". Entono un mea culpa, consciente de mi prejuicio inicial, y entendiendo hasta dónde llega la intrincada red participativa y grupal que se desarrolla en estas unidades de voluntarios. Puede que no cobren, pese que dediquen a esto cada segundo de sus momentos libres, pero no pueden estar más lejos de "un grupo de chiflados" que me habían lanzado como respuesta, entre risas, cuando les pregunté quiénes eran.

"Mi experiencia es que la gente confía en los perros", reflexiona Chuqui, "y con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad hay una relación excelente. Podría haber mejoras, claro: unificar a nivel nacional y que las comunidades nos profesionalicen. Porque somos unos grandes profesionales y no vale cualquiera para hacer lo que hacemos nosotros". Ahí está, para ilustrarlo, una anécdota que comparten conmigo, en la que durante un operativo real que se había dado por cerrado, todos los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad dieron por acabado el día de búsqueda y abandonaron el lugar. Menos ellos: "nosotros nos reunimos y sabiendo lo que quedaba por buscar, decidimos limpiar ese área aunque hubiera oscurecido. Se marchó todo el mundo, solo estábamos nosotros. A los 20 minutos, llamó un compañero que estaba junto a su perro: oye, oye, que está aquí el paisano".

Chuqui y Kira, de 10 años.
Chuqui y Kira, de 10 años.
María Gómez

Entre mis notas y apuntes, estaba pendiente la pregunta sobre si creen que habrá relevo generacional para esta práctica vocacional y que exige tanta entrega. Observo entonces al pequeño Enol de dos años, el hijo de Enrique y Maite, que se encuentran de visita. Él, exmiembro de la Unidad Canina de Rescate del Principado de Asturias, ella, exintegrante del Grupo del Perro de Salvamento de Euskadi. En uno de los encuentros anuales que realizan ambas unidades, con un vínculo que viene de lejos, como homenaje a los fallecidos por el accidente de helicóptero de 1987, se conocieron y enamoraron y aunque ya no pertenezcan a sus respectivas asociaciones, salta a la vista que el mundo de los perros de trabajo y rescate sigue siendo su mundo. El risueño Enol, nombre que procede de uno de los lagos de Covadonga, crecerá entre perros, técnicas de adiestramiento, el valor de la compenetración y el compañerismo y cómo leer el viento. Sí, definitivamente creo que hay un potencial relevo generacional. Tacho la pregunta.

Divulgadora

Empecé Antropología Social y Cultural, tengo el certificado profesional del curso de técnica en gestión medioambiental, el curso “The Truth about Dogs and Cats” de la universidad de Edimburgo y el curso “Capacitación social en educación canina, tenencia responsable y gestión del bienestar animal” de la UNED. Colaboro escribiendo sobre animales en '20minutos', 'Etología Canina' y para la Cátedra de Animales y Sociedad de la Universidad Rey Juan Carlos. He criado con responsabilidad gatos y perros, he sido asistente de tiendas de animales y auxiliar de peluquería canina y felina y me he dedicado a la gestión, atención y mantenimiento de especies animales e instalaciones en núcleos zoológicos.

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