La situación política española alcanzó ayer su punto de hervor máximo –que ya es decir– en el Congreso, un manicomio por donde el mismísimo Tejero se paseó en boca de todos cuatro décadas después de aquel 23-F. En claro quedó que las reformas a la carta de Sánchez siguen adelante y que la situación es ya tan tóxica que provoca un hecho sin precedentes: los poderes legislativo, judicial y ejecutivo ya no son capaces de distinguirse. Qué pena, y qué desastre.
OPINIÓN16.12.2022 - 06:47h
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