OPINIÓN

Es solo fútbol

Messi, con la Copa del Mundo
Messi, con la Copa del Mundo
EFE
Messi, con la Copa del Mundo

El día de la victoria de Argentina sobre Francia el narrador de la radio nacional del país albiceleste Víctor Hugo Morales gritaba exultante "en el cielo Diego, en la tierra Messi para hacer realidad esta historia". Un maravilloso ejemplo de lo que representa este juego donde 22 personas corren detrás de un balón. No he encontrado un deporte con mayor índice de magia que el fútbol. 

Cuando todo parece previsible, de repente ocurren cosas que escapan de la lógica. Un lugar donde el aliento o los silbidos de la grada son capaces de introducirse en las venas de los jugadores para influir en el resultado. Un terreno de juego al cual los protagonistas llegan tras ejercer una serie de rituales personales donde los amuletos adquieren un valor trascendental para cada futbolista e incluso para el entrenador, ese personaje que sufre internamente como pocos, ya que chutar no es su tarea. Un gol es la vida o la muerte, al menos eso dirían los romanos que iban al circo a entretenerse. Tampoco ha cambiado tanto desde entonces el opio de la ciudadanía, donde el coliseo vitoreaba a los gladiadores.

El fútbol ha sobrepasado la barrera del simple evento deportivo. Aunque muchos no lo quieren catalogar como tal, es cultura. Hay museos donde cuelgan cuadros o esculturas que son menos visitados que los que tienen los propios clubes en sus estadios. Pisar el césped puede convertirse en una experiencia similar a estar frente al David de Miguel Ángel para muchos fanáticos. Y eso solamente se adquiere gracias a lo que el arte cultiva en el cerebro: desatar emociones

Al igual que los humanos asociamos una canción con un determinado momento de nuestra existencia, con una persona concreta o con un lugar donde estuvimos; también el fútbol es capaz de llegar hasta ese punto de nuestra mente. Aquel partido especial y su vivencia son recordados de por vida, no solamente el resultado. Lloros de tristeza o de alegría, e incluso sensaciones cercanas al luto cuando la derrota ha sido dolorosa. La pasión por un equipo, por un país, hace que muchas cosas salten por los aires. El fútbol condiciona planes del día a día hasta el punto de mirar primero el calendario antes de concertar una cita.

Hay aficiones que apelan a lo sobrenatural para voltear resultados, como la del Atlético de Madrid, que en el Metropolitano corea el nombre de Luis Aragonés cuando las cosas se tuercen, o sus vecinos de Concha Espina, donde Juanito Maravilla también sale a escena cuando se le requiere. A veces ayudan, otras no. 

En el recuerdo de muchos clubes están aquellos que se marcharon antes de tiempo vistiendo una camiseta, como Antonio Puerta, Miki Roqué o Dani Jarque por citar algunos ejemplos. En España no hay referencias místicas como la de Diego Armando Maradona porque la generación de Sudáfrica 2010 son aún bastante jóvenes. 

Ahora bien, este es un juego donde lo emocional está a la altura de las cualidades, y eso no es fácil de encontrar. Habría que dar las gracias a los dioses por haber vivido la carrera íntegra de Leo Messi, lo más parecido a un jugador con poderes divinos. Qué faena tiene que ser que no te guste el fútbol, pero bueno, como muchos dicen, es solo fútbol. No traten de entenderlo.

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