OPINIÓN

Fuegos

El ruido de los petardos y los fuegos artificiales genera miedo a muchos perros.
El ruido de los petardos y los fuegos artificiales genera miedo a muchos perros.
PIXABAY
El ruido de los petardos y los fuegos artificiales genera miedo a muchos perros.

Este año ha demostrado, una vez más, con los vaivenes de la ley de protección animal, sus errores y rectificaciones, que los animales importan lo que cualquier otra causa vistosa, que se esgrime mientras permite ganar votos: como, por otro lado, ocurre con todas aquellas que no ofrecen un beneficio constatable inmediato.

Por eso no sé si resultará muy útil el que se insista, como todas las Navidades, en lo importante que sería que la pirotecnia que se use en las celebraciones sea silenciosa. El avance tecnológico de estos productos lo permitiría, y así acabaríamos con los pobres perros aterrorizados, los gatos que huyen despavoridos o las aves que se desorientan ante el ruido y las explosiones. Los fuegos artificiales sin ruido no privan a nadie de la belleza del espectáculo y, aunque queda por resolver el impacto ecológico, ofrecen una opción respetuosa.

Lo cierto es que todo ser humano padece con el ruido excesivo

Quizás entonces convenga recordar que, además del horror que sienten los animales, los niños con trastornos del espectro autista padecen enormemente con el estruendo. Me costaría creer que alguien desestimara el sufrimiento de un niño, pero tras algunas de las escenas que se dieron durante el confinamiento precisamente con niños con TEA ya nada me sorprende. Quizás podamos aludir a los ancianos, traídos y llevados en estos años como arma arrojadiza entre instituciones, o los enfermos con demencia o alzhéimer, o muchos convalecientes de esta pandemia que no acaba aunque deseemos enterrarla.

Lo cierto es que todo ser humano padece con el ruido excesivo: aumenta el riesgo de HTA, y dado que activa las hormonas nerviosas y eso aumenta la tensión arterial y la vasoconstricción, que puede llevar a una angina de pecho o a un infarto agudo. No cabe resquicio racional que petardos, bengalas y bocinazos deberían eliminarse de una vez por todas por el bien de los animales, sí. De todos ellos, de todos nosotros. 

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