Entrevista

Marta Robles: "No podemos poner en el pedestal a un delincuente solo porque sea un artista maravilloso"

La escritora y periodista Marta Robles.
La escritora y periodista Marta Robles.
HUGO G. PELLECÍN
La escritora y periodista Marta Robles.

"La creación no es la salvación del desamor o el desamor, pero sí la vía de escape". La escritora y periodista Marta Robles (Madrid, 1963) publica Lo que la primavera hace con los cerezos: historias de amor y desamor de grandes creadores (Espasa), un ensayo donde explora la relación entre las emociones y la creación artística de los genios de la Historia. En sus páginas hay alegría, dolor, pasión, ira e incluso crimen, porque "hay tantas formas de amar como de mirar".

¿Es posible crear sin amor?No lo creo. Para que las obras se conviertan en arte tienen que tener emoción, y esta surge de sentimientos tan poderosos como el amor y desamor. También de la pérdida...

Este libro muestra todos los lados de las pasiones, tanto de las artísticas y como de las amorosas. ¿Dónde está el límite para que no se vuelvan tóxicas?Los creadores, en general, tienen una obsesión desmedida por conseguir que su trabajo se convierta en arte. Y como las cosas les pueden salir maravillosamente bien o, por el contrario, ser un fracaso, siempre están en puro estado de zozobra. Son tremendamente inseguros y es complejo vivir con ellos, porque anteponen muchas veces su obra y la creación a los propios amores. 

En el mismo capítulo donde retrata a un Flaubert fetichista y a un Dickens depravado, opina que "no se puede mirar al pasado con los ojos del presente". ¿Por qué?
Porque las circunstancias de los tiempos determinan unos comportamientos que no se pueden descontextualizar. Cuando hablo de la obsesión de Lewis Carrol por las niñas, pienso que hoy en día hubiese sido considerado un pederasta, independientemente de que no hubiera hecho ningún daño a las menores a las que retrataba desnudas. Pero por aquel entonces, sin embargo, no estaba mal considerada esa cercanía, y eso que eran muy rígidos para algunas cosas. Si descontextualizamos, dejamos de entender a las personas de su tiempo. Y eso no justifica que obraran bien o mal. 

También valora, sobre la idealización de las relaciones en la antigua Grecia y Roma, que "no todo pasado fue mejor".Por supuesto que no. En ambas faltaba mucha sensibilidad. Si te vas a la antigua Grecia, los hombres acostumbraban a encerrar a las mujeres en casa. Y en Roma sentían cierto desprecio hacia el amor. Valoraban más la distancia y las relaciones entre iguales, y por eso preferían relacionarse con los hombres, forjar una amistad e incluso tener sexo entre ellos. Las mujeres no valían lo mismo, y ahora eso nos parece horrible. ¿Estaba bien o mal? Bueno, es algo que pertenece a otra época y que no se puede juzgar desde nuestro presente. 

"Las circunstancias de los tiempos determinan unos comportamientos que no se pueden descontextualizar"

El capítulo "misóginos, maltratadores, machistas y ¿malvados?" tiene entre sus nombres a Pablo Neruda y a John Lennon por sus actitudes con las mujeres. ¿Hay quienes ignoran los actos solo porque el legado artístico les resulta fascinante? El principal problema es que pongamos en el pedestal a una persona solo porque sea un artista maravilloso. Podemos adorar una obra, pero su autor sigue siendo una persona que puede cometer errores e incluso delitos.

¿Usted piensa que siempre se debería separar la obra del autor?Yo siempre apuesto por separar la obra del artista. De hecho, te diré que sabemos muchos detalles de la parte oscura de los artistas porque su obra nos interesa. Hay personas con las que convivimos que seguramente tengan también ese lado oscuro, pero jamás nos vamos a enterar. Que la naturaleza haya dotado a los creadores de un don artístico no les hace ser buenas personas. Si cometen algún delito, que lo paguen. Y si es necesario, hasta con la cárcel. Y también propondría que se les quitaran los derechos sobre sus creaciones, pero sin privarnos a los demás de ellas, porque entonces, en lugar de castigar al que ha hecho el mal, castigamos a la propia humanidad.

Como usted comenta, Freud decía que la creación surge del impulso sexual. ¿Qué mueve más: el amor o el sexo?Creo que el amor tiene más potencia en la creación porque, como decía Voltaire, ataca de una vez a la cabeza, al cuerpo y al corazón. Eso me parece extraordinario. En estos tiempos convulsos, habrá circunstancias en las que haya más de un componente que de otro, pero en el ser humano tiene más trascendencia el amor que la pasión, que dura poco tiempo.

El libro arranca con el mito del Don Juan. ¿Todavía los hay?Hay mucha gente que piensa que el mito del Don Juan está denostado, pero ya me gustaría a mí. Te reúnes con un grupo de amigas y es posible que una suelte: 'A mí es que me gustan los canallas, los malotes'. Me parece curiosísimo. Creo que a algunas mujeres les llaman la atención por una cuestión cultural de abnegación. Pensamos que podemos redimir al hombre que se comporta mal, o eso es lo que nos han hecho creer. Y a mí me preocupa mucho porque siempre he pensado que eso es el germen del maltrato. La otra persona puede hacer contigo lo que quiera, y me parece muy peligroso. Estos hombres siguen teniendo buena prensa, nos hacen gracia. Pero las mujeres fatales siempre serán perversas. 

¿Cómo define usted a la mujer fatal?La mujer fatal es, en realidad, una mujer libre. En la historia, ellas siempre han sido las que decidían a quién querían amar, cuándo y de qué manera, pero como contradecían las reglas de una sociedad fundamentalmente machista, se convertían en mujeres fatales. Eran el hombre del saco de los Don Juanes, que no sabían cómo manipularlas. Por ejemplo, Lou Andrea Salomé, que era una mujer de la que se enamoraron grandes genios, como el propio Nietzsche, ha pasado a la historia como la coleccionadora de genios, una mujer fatal, cuando su obra es extensa y brillantísima.

¿El sexo se entendería de otra forma si tantas creadoras que hoy son referentes no hubieran tenido que guardar silencio sobre su forma de vivir la sexualidad?Supongo que sí. El tema de la sexualidad ha hecho sufrir muchísimo a la humanidad. Por ejemplo, cuando no se ha aceptado la orientación sexual de hombres y mujeres. La cubierta del libro es una obra de Henri de Toulouse-Lautrec y representa a dos mujeres prostitutas lesbianas en la cama. En esa época no es que no se respetara el lesbianismo, sino que ni se planteaba su existencia. Solo existía dentro de los burdeles, cuando lo pedían los clientes. Es terrorífico.

Mucho se ha hablado de la relación entre Gala y Dalí, pero no la que el pintor mantenía con Lorca...De ellos se ha hablado poco porque creo que Dalí nunca pretendió tener una relación sexual con Lorca. Le aterraba el sexo. Sin embargo, sí tuvo ese sentimiento y sí le dio esas esperanzas a Lorca que luego no se completaron en nada por el miedo que le daba.

Más allá de su faceta como escritora, presume de una larga trayectoria periodística. ¿Qué define a un buen periodista?La curiosidad. Hay que darle el mismo valor a cualquier trabajo, sea grande, mediano o pequeño, en cualquier medio o soporte. Hay que comprometerse con la información y contrastarla para asegurarse de que está diciendo la verdad. Y, por supuesto, y aunque a veces resulte difícil, ser lo más objetivo posible.

¿Qué haría si llegara un momento en el que sintiera que ha dejado de aprender en el terreno de la comunicación?Creo que nunca se deja de aprender. Y no sé qué es más terrible, si dejar de aprender o dejar de amar. Creo que son dos cosas que van a la par, porque la necesidad y las ganas de aprender ya son una forma de amar la vida y tu trabajo.

¿Tiene nuevos proyectos para 2023?Empecé una nueva novela de la serie del detective Roures porque me la piden en todos los sitios, pero ahora estoy volcada en la promoción. ¡Paso a paso, que tengo mucho trabajo y me voy a volver loca!

Es lo que tiene escribir y contar desde tantos ámbitos, ¿no?Lo único a lo que me he dedicado en mi vida es a contar historias. Llevo escribiendo toda la vida. Mi primera novela la escribí con 16 años y, por suerte, no se publicó. Era muy mala. Pero lo de ser periodista fue una idea por el camino que surgió, y al final el periodismo se me metió en las venas. No solo he querido ser periodista, sino también buena periodista. Contribuir a informar al mundo es conseguir que sea un poco más justo. 

Hemos empezado hablando de los creadores. Más allá de la curiosidad, ¿a usted qué le impulsa a crear historias?Mi principal motor es el amor, y tengo la suerte de encontrarlo en casa. No hay nadie que me resulte más inspirador que mi marido y mis hijos. Y no solo me inspiran ellos, sino también el amor a mis amigos. Creo que esa intensidad que tengo con la gente a la que quiero, y el agradecimiento que siento hacia ellos, es lo que contribuye a aportar emoción a mis obras. No siempre ocurre, pero, como digo siempre, soy como Naipaul, que decía que la diferencia entre lo que es literatura y lo que no está en una carta que le escribe un chico a su novia el día antes de ser ajusticiado. Yo escribo como si fuera a ser ajusticiada al día siguiente. Es decir, con toda mi tripa y todo mi corazón.

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