Reza un proverbio chino que cuando el sabio señala a la luna, el necio mira el dedo. Y en estos días, con perdón de la expresión, es lo que está sucediendo. Los políticos se han enzarzado con la reforma del Constitucional, que está cantado que cambiará de signo, mientras han dejado en un segundo plano algo tan mollar como es la supresión del delito de sedición y la reducción de penas por malversación.

Que se hayan pactado modificaciones legales a medida de los que han incumplido la normativa sin ningún disimulo no tiene precedentes. Prevaricar es dictar una resolución injusta a sabiendas y, a simple vista, este cambio legislativo muy ecuánime no parece que sea.

El PSOE ha de reconocer que este follón no le ha venido mal

Después de que Page protestase por estos cambios –el que mejor oposición ha ejercido– y la izquierda empezara a estar divida, los de la gaviota ‘sueltan cacho’, vuelven a unir a los progresistas y se enzarzan con ellos en un galimatías difícil de entender para el ciudadano que ya ni sabe a quién dar la razón. No hay que ser un lince para dar por sentado que sea en forma de enmienda, de proposición de ley o de espíritu santo, el TC se renovará sí o sí.

El PSOE ha de reconocer que este follón no le ha venido mal teniendo en cuenta que se ha andado de puntillas por una malversación que, sin duda, le habría pasado factura en elecciones. Llegados a este punto, PP y PSOE lo que deberían pactar es dejar en paz al TC y al CGPJ e intentar que estos órganos se integren por juristas de reconocido prestigio, no de reconocida procedencia (política) como pretenden, en aras a que recuperen la credibilidad. Mal vamos cuando en democracia hasta el Gobierno cuestiona las resoluciones del Constitucional.