Carmelo Encinas Columnista de '20minutos'
OPINIÓN

El trancazo navideño

Resfriado, Gripe
Resfriado, Gripe
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Resfriado, Gripe

Dice el refrán que Dios da mocos a quien no tiene pañuelo. La intención del dicho castellano no es cuestionar los designios del altísimo con los desfavorecidos por congestionar su nariz, sino incidir en lo mal repartida que está la suerte de los humanos.

En lo de los mocos, sin embargo, sí parece haber justicia divina porque las patologías que provocan su segregación atacan a todos sin entender de clases sociales. Hacía tiempo que no se veía tanta gente con la nariz roja y la voz tomada por los constipados e infecciones respiratorias como estamos viendo desde los primeros fríos del otoño. Cuentan los expertos que la caída de las temperaturas ha favorecido la confluencia de los catarros con la gripe y otros virus respiratorios como el sincitial, además de un nuevo coletazo de la covid. Este último, que en 2020 provocó la mayor crisis sanitaria que se recuerda a nivel planetario, no parece ya el más dañino de estos procesos ante el desarrollo benigno que mayoritariamente tiene ahora la infección.

Es evidente que aparte del alto grado de inmunidad de la población, gracias a la vacunación masiva, las últimas versiones de ese virus, que hace dos años se cobró tantas vidas, resultan menos agresivas. Ello explica que la inoculación de la cuarta dosis propuesta para los mayores de 60 años se haya estancado y no alcance ni de lejos los porcentajes a los que llegaron las anteriores.

Se le ha perdido el miedo a la covid, pero lo cierto es que la tasa de contagios por virus respiratorios de toda índole se ha duplicado con respecto a la del año pasado y, aunque no provoquen los efectos devastadores ni la alarma social que produjo la pandemia, sí ha de tomarse muy en serio la evolución de estos otros patógenos.

Las fiestas se disfrutan menos con la nariz atascada y la garganta como un tomate

Hay, según parece, más virus que otros años en circulación y la protección individual ha mermado considerablemente, tal vez porque el episodio de la pandemia de alguna forma nos ha hecho olvidar cómo preveníamos antes los simples catarros. Todo el aparataje de protección a que nos obligó la covid, desde el uso intensivo de mascarillas hasta el distanciamiento físico pasando por las limitaciones a los encuentros sociales, tuvo como consecuencia la conjura de otros microorganismos indeseables como los de la gripe, los que provocan la rinitis o la bronquiolitis a los niños. Esos son los que han reaparecido ahora cuando a nuestro sistema inmunitario le pilla un tanto desvanecido para hacerles frente.

El resultado de esta circunstancia es una mayor incidencia de casos de infecciones respiratorias, con la consiguiente sobrecarga en los servicios de Atención Primaria y de las Urgencias hospitalarias, en muchos casos muy por encima de los picos tradicionales, y semanas antes de las Navidades que es cuando solía arrancar el periodo más crítico. Tal y como se presenta la temporada de invierno, lo razonable es que la gente mayor y los grupos de riesgo se vacunen contra la gripe cuanto antes como aconsejan las campañas que hay en marcha. La vacuna actual parece dar buenos resultados frente a los virus circulantes. Ese segmento de la población debería considerar también la conveniencia de aceptar la cuarta dosis contra la covid con la vacuna actualizada. 

Luego está el sentido común y, una vez más, nos indica la utilidad de la mascarilla que reduce considerablemente el riesgo de transmisión de cualquier virus. Vuelve a ser recomendable su uso en espacios cerrados y donde haya mucha gente. Las fiestas se disfrutan menos con la nariz atascada y la garganta como un tomate. Merece la pena cuidarse un poco. ¡Feliz Navidad!

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