Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Otra guerra que ganar

El presidente ruso, Vladimir Putin, durante una rueda de prensa el pasado 22 de diciembre en el Kremlin, en Moscú, Rusia.
Vladimir Putin, durante una rueda de prensa el pasado 22 de diciembre en el Kremlin
EFE
El presidente ruso, Vladimir Putin, durante una rueda de prensa el pasado 22 de diciembre en el Kremlin, en Moscú, Rusia.

Tiempo atrás me impresionó el estudio de los profesores Williamson Murray y Allan R. Millet titulado La guerra que había que ganar (2005), excelente síntesis del desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, y que contiene un mensaje inequívoco para las siguientes generaciones sobre la necesidad histórica de librar y ganar esa guerra, “para aumentar las posibilidades de libertad” pese al enorme sufrimiento que generó. A nadie le cabe ninguna duda de que la historia de la humanidad hubiera sido diferente, terriblemente diferente, si la Alemania de Adolf Hitler se hubiera alzado con la victoria como parecía casi inevitable al principio. Evidentemente, Vladimir Putin no es Hitler, pero el desafío que lanzó cuando sin ninguna razón invadió Ucrania se asemeja a la forma de proceder del dictador alemán, que excusaba sus continuas agresiones hacia otros países simulando ser el agredido y en defensa de su propia seguridad. Al autócrata ruso había que pararle los pies por la libertad de Ucrania, por supuesto, pero también porque desafiaba a la democracia y a la paz en Europa.

La llamada “operación militar especial”, eufemismo con el que Putin bautizó su invasión para convertir a Ucrania en una segunda Bielorrusia poniendo a un gobierno títere en Kiev, fue un fiasco a los pocos días de empezar. Inmediatamente se transformó en una guerra de anexión de una quinta parte del territorio ucraniano, propósito en el que Rusia también ha fracasado. A fecha de hoy Putin ya ha perdido, pero a Ucrania le falta empuje para ganar. La guerra va para largo y no hay otra que seguir apoyando los esfuerzos militares del Gobierno de Volodímir Zelenski como mínimo hasta volver a la situación anterior a febrero de este año. Putin dice ahora que quiere negociar, seguramente porque se sabe acorralado, pero no hay que darle la posibilidad de vender como una victoria lo que es una derrota en toda regla porque se reforzaría como autócrata. También está en juego que Rusia pueda ser algún día una democracia.

Putin no es Hitler, pero el desafío que lanzó cuando invadió Ucrania se asemeja a la forma de proceder del dictador alemán

En octubre pasado, la organización ucraniana Centro para las Libertades Civiles (CCL) fue galardonada con el premio Nobel de la Paz 2022 junto a la oenegé rusa Memorial y al activista bielorruso encarcelado Alés Bialiatski. Ese triple reconocimiento subraya que la guerra no va de unos países contra otros, sino de libertades y derechos humanos. Una batalla que nos pone a los demócratas frente a Putin y su títere bielorruso, Aleksandr Lukashenko, y del lado del presidente Zelenski y el pueblo ucraniano. La guerra está siendo un desastre económico para los europeos, perdedores a corto plazo, pero está en juego la libertad frente a la tiranía. Cuando acabe nadie dudará de que era otra guerra que había que ganar.

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