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La gran batalla de 2023: Sánchez se resiste a perder, Feijóo prepara el asalto y Díaz 'suma' dudas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es aplaudido en su segundo 'cara a cara' en el Senado, a 18 de octubre de 2022, en Madrid (España).
Europa Press

"Descansen porque el próximo año apunta a que va a ser intenso". Estas palabras las pronunció el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado martes desde el Palacio de la Moncloa. Un vaticinio. Una realidad. El año 2023 apunta a ser de vértigo, pues los políticos se enfrentan a su verdadero examen, que no son las encuestas, sino las urnas. Y no una, sino dos veces, puesto que la primera prueba de fuego para los líderes españoles sucederá en mayo, con las elecciones municipales y autonómicas, meses antes de que se celebren las generales, que serán convocadas a finales de año.

A ambas citas electorales no llegan todos igual. Mientras el PSOE se insufla ánimos pese a tener la demoscopia en contra, en el PP intentan prolongar el llamado 'efecto Feijóo' -en referencia a la luna de miel vivida por el expresidente gallego tras la traumática salida de Pablo Casado-. En Unidas Podemos, sin embargo, reina una sensación de desconcierto: nadie dudaba que Yolanda Díaz iba a ser la candidata del espacio cuando la señaló el dedo de Pablo Iglesias, pero su aspiración de crear una plataforma y dejar atrás la marca que la encumbró le ha pasado factura y ha sumido en un mar de dudas la afirmación de que su nombre vaya a ir en el número uno de una candidatura que agrupe a la izquierda a la izquierda de los socialistas. En Vox, en cambio, no hay dudas de que será Santiago Abascal su cabeza de lista, pero sí sobre el resultado que sacará.

"Hay partido", repiten en Ferraz, cuartel general del PSOE. Es casi un lema. El pasado año no fue fácil para los socialistas. Al fiasco de no evitar que el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, repitiera mandato -pese a que se vio a cambiar los pactos con Ciudadanos por una coalición con Vox- se sumó el descalabro en Andalucía. Cuatro años después de que la socialista Susana Díaz dejara la Presidencia, su sucesor, Juanma Moreno alcanzó la primera mayoría absoluta para el PP en dicha comunidad.

El golpe fue innegable, aunque en un primer momento se negara desde la cúpula socialista, que llegó a calificar de "territorio favorable" la comunidad andaluza para los 'populares', que antes de Moreno habían estado 37 años en la oposición. Con la audacia -o la frialdad, según a quién preguntes- que acostumbra, Sánchez decidió dar un golpe de timón y renovar la cúpula del partido. Adriana Lastra, que le había acompañado en el coche en el que el presidente recorrió España para ganar las primarias a Díaz tras ser descabalgado de la secretaría general del PSOE, dimitió y el jefe del Ejecutivo dio un vuelco a la formación. Nombró a María Jesús Montero, ministra de Hacienda y otrora portavoz del Gobierno, como su 'número dos' y cambió la portavocía: Felipe Sicilia fue apartado en favor de Pilar Alegría, ministra de Educación.

Además, el giro también afectó a su discurso, pues dio un giro hacia la izquierda tras fracasar la denominada 'geometría variable', bajo la que el presidente intentó apoyarse tanto en Ciudadanos como en ERC. Dio paso a las políticas sociales, que ahora pretende potenciar en un año en el que espera que le abandonen las polémicas que han sacudido al Gobierno en los últimos meses, que no han sido pocas: desde el gasto en Defensa hasta la reforma de la malversación, pasando por la crisis institucional derivada del fallido pacto con el PP para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

En Génova, haber hecho descarrilar ese acuerdo pese a que es un mandato constitucional que llega cuatro años tarde, es casi un trofeo. Fue una de las primeras encrucijadas que tuvo que solucionar Feijóo, que pese a prometer que iba a hablar de economía se ha inmiscuido en la guerra cultural. Tanto los datos del paro, como los de la inflación, son buenos -en comparación a situaciones anteriores o con otros países de la Eurozona-, por lo que los 'populares' se han lanzado a criticar al Gobierno por sus pactos con ERC y Bildu.

Y a ese "incendio" que vive el Ejecutivo, a ojos de Feijóo, lo fían todo en el PP, donde se ven on "perspectivas reales" de gobernar en 2023, tan solo un año y medio después de la llegada de Feijóo y de la crisis con Pablo Casado. En este camino le dan una importancia vital a las autonómicas, en las que solo pueden ganar. O casi, porque es el PSOE quien se juega revalidar la mayoría de autonomías en juego. Y en algunas los socialistas juegan con fuego, como en Extremadura, Aragón o la Comunidad Valenciana.

Quien verá ese envite desde la barrera será Yolanda Díaz, actual vicepresidenta segunda. La todavía líder del espacio de Unidas Podemos en el Gobierno, inmersa en el proceso de escucha de su plataforma Sumar, dijo no llegar a tiempo para las autonómicas y municipales, en las que Podemos se juega tener una posición de fuerza para la posible coalición con la vicepresidenta, a la que Iglesias ya critica abiertamente. La amenaza de que la izquierda más allá del PSOE no vaya en una misma lista es posible. Y no es porque los salidos de Podemos, como Íñigo Errejón o Mónica García, o miembros de Izquierda Unida, como Alberto Garzón o Enrique Santiago, no se hayan alineado con Díaz. De hecho, puede que ese sea uno de los motivos.

La duda de las dos listas también se extiende, aunque con menos credibilidad, a la derecha del PP. La traumática salida de Macarena Olona, que no logró poder influenciar al Gobierno de Moreno ni frenar su triunfo sin paliativos, ha movido las tierras de Vox. No obstante, Santiago Abascal ha decidido acelerar. Mientras busca sustituta para la política que apodó a Félix Bolaños, mano derecha de Sánchez, como el "ministro perejil", se prepara ya para el envite que o bien le confirmará como el apoyo en el que necesariamente se deberá apoyar Feijóo, o bien le descabalgará del liderazgo de Vox, proyecto que lidera desde 2014.

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