Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

El gran defraudador

El expresidente de EE UU Donald Trump. durante un acto en Tampa, Florida.
El expresidente de EE UU Donald Trump, durante un acto en Tampa, Florida.
JEFFEREE WOO / DPA / EUROPA PRESS
El expresidente de EE UU Donald Trump. durante un acto en Tampa, Florida.

Todos tenemos algún temor que nos quita el sueño. Los estadounidenses, que a primera vista son los más privilegiados del planeta, también tiene el suyo: es conocido popularmente como el IRS, el apodo callejero del Internal Revenue Service, algo así como nuestra declaración de la renta, pero aún más inquietante. 

Viven los 365 días del año pensando en el palo que les va a caer cuando la Hacienda Federal les meta mano en la chequera y especialmente cuando las cuentas de ingresos y tributos no cuadren. ¿Qué voy a contar a alguien cuando, como hoy, empieza un año nuevo – que, por cierto, no se me vaya olvidar felicitar a todos en este 2023 recién estrenado bajo los mejores augurios – en cuyo transcurso habrá que volver a pagar? 

Claro que, como en casi todas partes, hay ciudadanos de a pie que tienen que afinar los números hasta el último céntimo y propietarios de grandes fortunas o gigantescas empresas nacionales o multinacionales cuyas enrevesadas cifras sobrepasan la capacidad contable de los mejores ordenadores y las ranuras por las cuales pueden filtrarse algunos datos con muchos ceros por delante. 

Al final es frecuente que las sumas y restas resulten más asumibles para los menos sufridos de los cotizantes. Es decir, para los que ganaron más y en proporción son los que cotizan menos. Es el caso del expresidente Donald Trump, que, alegando que sus cuentas eran muy enrevesadas, que sufría muchas pérdidas en las empresas o simplemente que no le daba la gana de que se supiera lo que aportaba a la Hacienda pública por sus múltiples negocios, especialmente casinos de juego, siempre se negaba a que el dato fuese divulgado.

Su ideología incluye que ese dato debe ser secreto por principio para los que crean y mantienen puestos de trabajo, y ni siquiera cuando habitaba en la Casa Blanca asumió la tradición de sus antecesores de presentar las cuentas personales desde el primer día. Pero ya se sabe que estas cosas acaban trascendiendo. La oposición demócrata en el Congreso insistió, peleó y consiguió que el Tribunal Supremo le diese la razón y un malhumorado Trump acabó teniendo que presentarlas

Hasta donde ya son públicas, porque revisarlas no debe de ser fácil ni siquiera para los sabuesos del Capitolio, le añaden un nuevo título a su grandiosa biografía: el de gran defraudador, y mira que en los Estados Unidos es difícil de conseguir entre tantos candidatos de renombre. 

Sólo un dato, porque el espacio se me acaba: en el primer año ejerciendo la presidencia tributó 750 dólares, algo más de 700 euros. Y mientras tanto, aspira a la reelección ante la que cuenta con muchos seguidores que le apoyarán porque admiran su ejemplo y piensan que con él el IRS va volverse más tolerante.

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