La empatía de La Peza ante una macrofiesta ilegal y todo lo que dice de todos

En los últimos años, ya muchos años, los grandes magacines se han ido alimentando del conflicto como vía para acariciar la atención del espectador. Ya de forma casi automática se busca el intenso choque, ya sea ideológico o generacional. Incluso se interiorizan roles de la moralidad, como que a los mayores les moleste la fiesta de los jóvenes.

Pero la realidad es mucho más compleja que un debate entre posiciones simplificadas. Y el buen periodismo es el que huye del trazo grueso e intenta retratar ese enriquecedor matiz que deja a la audiencia reflexionando. A veces, hasta desmontar el frentismo de una sociedad instruída más en el prejuicio que en la comprensión.  

La mentira de la sociedad crítica

Es lo que ha conseguido, esta semana, La hora de La 1 cuando preguntaban a los habitantes de La Peza, en Granada, por una fiesta ilegal. Todos, con nuestros prejuicios, esperábamos la indignación del pueblo y, de repente, los testimonios de los vecinos eran de entendimiento. "El ruido es un 'tuntún' que, eso, lo sientes con el frigorífico que está toda la noche haciendo 'ruuu'", relativiza una señora. "Mi hijos han ido, mi marido los llevó", añade orgullosa otra mujer.  "Eso que dicen de que la gente de La Peza se queja, nada", puntualiza rotunda una lapeceña más que se identifica con estos jóvenes que quieren tener voz propia en su ocio e incluso capacidad de organizar de forma independiente nuevos modelos de celebración. 

El reportaje practica la esencia del periodismo como retrato social en donde no se fuerza el mensaje supuestamente "esperable" por los que prefabrican trifulcas de manual. El periodista acude con la mirada ancha para tomar bien el pulso a la calle. Así crea una sencilla pieza que, al final, es un radiografía de tolerancia que tan poco se muestra en los medios de masas cuando es rutina en el día a día.

Un relato de la alegría de una sociedad que prioriza el intercambio generacional constructivo al histrionismo de la confrontación. No estamos acostumbrados a verlo en los medios, de ahí que nos sorprenda más de la cuenta. Y esa es la mejor televisión: la que nos deja pensando, no embrutecidos.

El error de perder al oso perjudicado