La reconciliación de Tamara Falcó con su pareja es un disfrute para los programas de crónica social y sucesos. El culebrón vive un nuevo giro de guion que permite rellenar de suposiciones horas y horas de televisión, prensa, Twitter, alguna que otra radio e incluso este artículo.

Que si se van a casar ya mismo, que si sus amigos no entienden la segunda oportunidad, que sí se va a alejar de ellos... Mucha morralla que, en general, enjuicia vidas según tóxicos convencionalismos morales.

Pero, de repente, entre el vaivén de la especulación, aparece el comentario práctico. Es la voz de Bibiana Fernández. La tertuliana de El Programa de Ana Rosa suele desactivar la murmuración vacía con el argumento que es útil para el espectador.

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Mientras se debate sobre cómo Tamara Falcó no sigue las advertencias de sus amigos, Bibiana zanja el asunto con un sencillo, sano y definitorio: "Los amigos escuchan, no calientan". Se acabó la conversación.

Bibiana es la contertulia perfecta para un programa de crónica social porque no mide el decoro y la integridad de las personas desde la previsible y rancia superioridad de una atalaya. Al contrario, siempre acaba en la reflexión constructiva que otorga haber vivido mucho, haber sido juzgada mucho y, como consecuencia, saber diferenciar entre lo vital y lo circunstancial. Aunque, claro, puede parecer que alguien que dice "hay que escuchar, no hay que calentar" va en contra del enfrentamiento que alimenta a este tipo de programas. En realidad, el argumento útil los termina convirtiendo en más interesantes. Porque la reflexión cala, la polémica vacía sólo sacia. 

Hasta cuando todos creen tener el manual de instrucciones de cómo debe actuar alguien en una relación amorosa, Bibiana va y remueve con inteligencia el qué dirán: "Incluso dudando, una cuando ama se arriesga. Lo malo es cuando por miedo a equivocarte, por miedo a lo que vaya a pasar, te quedas sin hacerlo y después no tiene remedio".

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