Se ha escrito y dicho tropecientas mil veces: la degeneración de la derecha en populismos fascistoides conlleva, tarde o temprano, el asalto a la democracia. Se creen los titulares legítimos del poder por la gracia de Dios.

En todo el mundo se repite el mismo fenómeno y son fácilmente identificables, como también lo es la nueva izquierda que convierte cualquier lucha, ya sea el feminismo o el cambio climático, en religión que no acepta dudas. Tiempos convulsos. Tiempos de cambio.

Lo que ha pasado en Brasilia responde al veneno que delincuentes como Donald Trump han ido inoculando en las democracias. En Brasil, Jair Bolsonaro ha seguido miméticamente lo que su mentor le enseñó, y el resultado ha sido el mismo: el asalto a la democracia, a las instituciones que representan el poder legalmente establecido.

La democracia es un bien muy delicado que se tiene, que se debe, proteger sea dónde sea que esté amenazada"

En Washington fue una chusma disfrazada de mil maneras a cuál más grosera. En Brasilia, otra chusma engalanada con la bandera del Brasil y/o la selección de futbol brasileña. Arrasaron con todo. Algunos pensarán que lo que ocurrió en Washington y en Brasilia les pilla lejos. Se equivocan. La democracia es un bien muy delicado que se tiene, que se debe, proteger sea dónde sea que esté amenazada.

Es profundamente decepcionante que la derecha española haya desperdiciado otra ocasión para no mezclar churras con merinas, víctima como es de un odio irracional y peligroso a Pedro Sánchez.

Una demócrata condena sin más el asalto a la democracia, que es lo que protagonizó la chusma alentada por Bolsonaro en Brasilia la tarde del domingo. Mezclar lo que pasó en Brasil con las reformas y derogaciones de artículos el Código Penal de España es, en realidad, justificar lo que hicieron los golpistas.

El tuit de Cuca Gamarra y las declaraciones de Feijóo en relación con la condena de Pedro Sánchez de los hechos de Brasil son totalmente inaceptables. Y lo saben.