Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Shakira en el laberinto espejos

Un grupo de hienas disfruta la carroña.
Una hiena disfruta la carroña.
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Un grupo de hienas disfruta la carroña.

Amo los parques de atracciones antiguos. Amo el parque de atracciones de mi ciudad en el que estaba hasta hace poco el laberinto espejos, una atracción dividida en dos: una sala con espejos deformantes y otra que era un laberinto de cristales y espejos en el que, mientras buscabas la salida, te partías las narices irremediablemente. La cantante Shakira no encuentra la solución del laberinto espejos en el que se ha convertido su vida.

Shakira -a la tercera va la vencida- ha sacado las fieras a la arena y ha propuesto un espectáculo de circo romano: tripas, piltrafas, sangre y vísceras a ritmo de un tam tam posmoderno. El infinito coliseo virtual de las redes se ha llenado de un público que se refleja en los espejos del laberinto -en los deformantes espejos- y se siente identificado. La gente no entiende nada de música urbana ni de egotrip, la gente se entretiene como siempre con la desgracia ajena.

Los artistas trabajan con las emociones. Hacer canciones es mucho más fácil e interesante cuando no te va bien en la vida. El desamor es un género que tiene mucha tradición en la música y las canciones de odio a la otra parte son un tipo interesante y siempre ingenioso dentro de la música desde el Rata de dos patas de Juanita la del Barrio a la mítica Pesadilla en el parque de atracciones de Los Planetas que tiene mucho que ver con lo que estamos hablando aquí.

Un artista debería encontrar la belleza en el dolor y saber transmitirla y no convertir su creatividad en una charcutería.

La histeria colectiva, los millones de visitas, la omnipresencia, el eco que produce el emisor, el feminismo como excusa barata, los cómplices y el patio de vecinas que gritan mientras baten un huevo para la tortilla en un plato ámbar de Duralex son un síntoma. Se hace viral, ¿y qué?  Shakira ha sacado lo peor de la sociedad. La falta de espíritu crítico, la necesidad de consumir al otro, la credulidad enfermiza, la incultura, la falta de gusto y finura y la incapacidad de pensar en los grandes damnificados por este circo cutre de polígono industrial retratan a una sociedad enferma.

Lo diré claro: la canción podrá ser pegadiza y tener ritmo, pero no da para más. Solo tiene rabia barata. Las rimas son obvias y el vídeo, con el filtro de carboncillo y los cambios de cámara al estilo discurso del Rey o Muchachada Nui, es muy normal. Ya sé que no estamos hablando de arte, solo de artesanía de mercadillo de playa, pero conviene saberlo. Un artista debería encontrar la belleza en el dolor y transmitirla y no convertir su creatividad en una charcutería.

Shakira es una artista. Lo ha demostrado. Tiene canciones de desamor que son muy buenas. Los millones de reproducciones de su nuevo vídeo no son la verdad, ni la belleza, son números que no sirven cuando se habla de algo mucho más profundo. La histeria colectiva -al igual que pasó con aquel engendro de Eurovisión- es efervescente, gritona y gregaria como un grupo de hienas, pero anda muy lejos de la verdad. 

Juan Luis Saldaña
Periodista y escritor

Colecciono coca colas falsas en lata y hago fotos a las bolsas de plástico en los árboles. He publicado libros de poemas y relatos. Mi última novela es "Hilo musical para una piscifactoría". Se llevó al cine bajo el título de "Miau". He sido redactor en prensa, presentador en tele y radio y ahora me piden que opine. Licenciado en derecho, MBA, máster en periodismo y doctor en comunicación e información. He tenido una agencia de marketing, alguna experiencia de éxito en comercio electrónico y doy clases en algún máster sobre esto.

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