Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Las petroleras y el cambio climático

Imagen de archivo de Equinor's Storre, plataforma petrolera en el Mar de Noruega.
Imagen de archivo de Equinor's Storre, plataforma petrolera en el Mar de Noruega.
EQUINOR-BO B. RANDULFF & EVEN KLEPPA / EP
Imagen de archivo de Equinor's Storre, plataforma petrolera en el Mar de Noruega.

El cambio climático no es ningún invento de unos cuantos científicos para chupar subvenciones ni tampoco una excusa para promover nuevas fuentes de energía o la electrificación de la movilidad. El calentamiento global es una evidencia que percibimos de una forma cada vez más cotidiana. La Organización Meteorológica Mundial ha concluido que el planeta en 2022 alcanzó una temperatura media de 1,15 grados más alta que en la era preindustrial, lo cual nos acerca peligrosamente al objetivo que se estableció en la Cumbre de París de no superar 1,5 grados. Los negacionistas, o los que pretenden que no hagamos nada, sostienen que el clima de la Tierra ha ido oscilando a lo largo de la historia. Evidentemente. Pero lo nuevo en los últimos 150 años son sus causas, los gases de efecto invernadero y la velocidad con la que se está produciendo esa alteración.

Lo grave es que esto ya lo sabían antes que nadie los científicos que trabajaban para la poderosa petrolera y gasista norteamericana ExxonMobil. Investigadores de la Universidad de Harvard han desvelado en la revista Science que dicha empresa conocía de forma asombrosamente precisa desde hace décadas las nefastas consecuencias de los hidrocarburos para el clima, pese a que en público pusiese en entredicho durante años el consenso científico al respecto. Al igual que la industria tabaquera negó los perjudiciales efectos de fumar sobre la salud, el lobby del petróleo y el gas ha cuestionado o minimizado tanto las causas como las consecuencias de su actividad para el planeta. Vergonzoso.

A lo que tenemos que poner fin es a seguir lanzando más gases de los que vayamos capturando

Exxon y otras empresas se enfrentan a multitud de demandas en EUA por ocultar lo que sabían. Ya veremos si prosperaran, pero a lo que sí deberían obligarles los gobiernos es a acelerar los proyectos de captura de CO₂, sin los cuales será imposible reducir los gases de efecto invernadero de cara a 2050. Por desgracia no vamos a poder prescindir de los hidrocarburos en las próximas décadas, de forma que si solo emitimos no reduciremos la concentración de CO₂ en la atmósfera. Con su captura se puede hacer dos cosas. Almacenarlo bajo tierra o transformarlo en productos químicos comerciales. La captura implica enormes retos tecnológicos, pero también abre la posibilidad a un nuevo nicho de negocio. Las petroleras y gasistas deberían, en compensación por el daño causado, implicarse a fondo, que a la postre puede salirles rentable. Por ejemplo, tanto el metanol como los combustibles sintéticos son compatibles con los motores de combustión actuales (para camiones o aviones). Es una excelente solución para utilizar el CO₂ capturado y lograr no incrementar las emisiones, pues a lo que tenemos que poner fin es a seguir lanzando más gases de los que vayamos capturando. 

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