Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Sobre las cajas lentas y la vida de barrio

Primer día sin obligación de usar mascarilla en un supermercado
Imagen de archivo de una mujer comprando en un supermercado.
Europa Press
Primer día sin obligación de usar mascarilla en un supermercado

De las cosas que más eché de menos cuando llegué a Madrid fue el barrio. Había cambiado de piso varias veces, buscando el alquiler más asequible, la zona más cómoda para vivir y en esa búsqueda, había cambiado varias veces de distrito, de zona, de barrio y de casa. Me costó asentarme y me costó encontrar a mi frutero de confianza, a mi pescadero de toda la vida, a mi carnicero… Las sedes de las teles están en las afueras, en zonas de polígono (la de Tele 5 ha cambiado bastante a como era cuando yo llegué, ahora sí que es un señor barrio, el de Las Tablas, pero entonces no) y era difícil encontrar por ahí un supermercado pequeño donde ir a hacer la compra. Todo eran grandes superficies en las que entrabas con vuelo rasante a la hora de la comida o cuando te ibas a casa. Fueron muchos años después cuando por fin asenté mi vida, mi hogar, me quedé por la misma zona y ahí sí, empecé a hacer vida de barrio, la que yo conocía de pequeña. Y ahí encontré a mi pescadero, a Javier, que cada vez que voy me pregunta cómo me va, me recomienda llevarme tal o cual cosa o me avisa del género que le entrará al día siguiente. Le adoro. Y la charcutera, Paloma, que sabe cuáles son mis debilidades.

Ese supermercado pequeño me hace recordar un poco a cuando vivía en Pamplona: me encantaba ir al supermercado con mi madre, al Aundía, que ya no existe. Las cajeras eran siempre las mismas, la mujer de la charcutería nos conocía a todos, se sabía nuestros nombres y nos preguntaba siempre por cómo nos iba, qué tal aquello, qué tal aquello otro…

Para algunos es su única conversación con otra persona en todo el día

Ir al supermercado era una especie de terapia entonces, y ahora lo sigue siendo para muchas personas que viven solas. Eso lo ha entendido muy bien la cadena de supermercados Jumbo. Han abierto lo que han llamado cajas lentas: cajas en las que no hace falta dejar todo rápido, pagar y buscar el siguiente cliente. Nadie te va a meter prisa. El cajero charla con los clientes, les pregunta qué tal les ha ido el día. Han ido justo en contra de todo lo que buscamos en esta sociedad con prisas: han buscado darle al botón del pause. Quien tenga prisa tiene esas otras cajas en las que te cobras tú mismo, tú mismo te metes la compra en la bolsa y tú mismo te recoges el cambio. Saben que el supermercado es el punto de encuentro para muchas personas. Muchos mayores no hacen la compra de golpe como lo hacemos nosotros: cada día compran una cosa. Así saben que al día siguiente tendrán que volver, para comprar ese otro producto que apuntaron en su lista de la compra. Es su tarea diaria, esa con la que se relacionan con el resto. 

Hablan con la persona que repone los lineales, les preguntan si han llegado ya los panecillos nuevos hechos a base de croissantPara algunos es su única conversación con otra persona en todo el día, la que mantienen en el supermercado. Son las paradojas de la vida en las grandes ciudades, impersonales muchas veces y demasiado solitarias. 

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