Al PP le había puesto el Ejecutivo en bandeja la campaña electoral tras las concesiones a los separatistas catalanes y después de los movimientos que situaron a Conde-Pumpido al frente del TC. Unos acontecimientos que se convirtieron en un lastre para las expectativas de Sánchez y en un trampolín para las de Feijóo, al que los sondeos ya le situaban en el Gobierno. 

Aunque no exista un español que subestime la capacidad del presidente del Gobierno de resurgir como el Ave Fénix, nadie presagiaba que en unas horas una comunidad como la de Castilla y León fuera capaz de empañar las expectativas del PP, y menos con un tema como el aborto, de gran calado, pero cuyo debate parecía superado.

Que Mañueco convocase elecciones en su comunidad fue un error manifiesto con unas consecuencias impredecibles para el PP. Quizás nunca Castilla y León por sí sola había tenido tanta importancia para las expectativas de un partido a nivel nacional. Y es que justo cuando Feijóo anuncia nuevos nombramientos para afianzar la moderación que quiere mostrar, surge un rifirrafe entre Vox y PP, malamente gestionado y al que se ha agarrado el PSOE como un clavo ardiendo. La secesión, malversación, Griñán y todo el Constitucional han pasado ya a un segundo plano.

No hace falta ser un lince para presagiar que Vox sacará toda su artillería para captar electores, y que, para ello, no tiene mejor lugar que Castilla y León, un laboratorio y un escaparate para sus políticas. «Vox es un chollo para Sánchez», que diría Borja Sémper, algo que Feijóo tratará de evitar a toda costa. O mucho cambian las cosas, o más pronto que tarde presenciaremos nuevos comicios en la autonomía. Veremos cómo termina.