Reportaje

Congelación de óvulos, un costoso seguro frente a la presión por ser madre: "Ha sido una liberación psicológica"

Óvulos.
Imagen de recurso de unos óvulos.
EP
Óvulos.

"Nunca he querido tener hijos, creo que hubo un mes de mi vida que igual sí", declara Lucía, una diseñadora gráfica de 34 años que, paradójicamente, decidió hacer una importante inversión económica y someterse a un tratamiento con hormonas el verano pasado para congelar sus propios óvulos.

"Nunca he tenido ninguna pareja estable así que yo qué sé si en algún momento voy a querer o no, pero, de momento, me da una tranquilidad que si no lo hubiese hecho no tendría. No sería madre con 44 años, pero igual con 38, sí, no sabes lo que te depara el futuro ni cómo te va a cambiar la vida", explica Lucía.

La congelación de óvulos es una técnica que permite la conservación de ovocitos -las células germinales reproductivas femeninas- con el fin de preservar la fertilidad que, inexorablemente, las mujeres van perdiendo con el paso de los años.

Los ovocitos se extraen mediante una punción en los ovarios -que requiere sedación- y posteriormente son congelados por un proceso conocido como vitrificación. En ese estado pueden permanecer de manera indefinida, pero el límite para ser inseminados in vitro lo marca la edad de la madre, cuyo límite en España no está fijado por ley pero suele situarse en los 50 años. La edad de la madre no influye en la probabilidad del embarazo, pero sí en el riesgo de complicaciones durante el mismo.

No se puede establecer un porcentaje de éxito del procedimiento válido para todas las pacientes y los dos factores determinantes son la edad a la que se realiza la extracción de los ovocitos y el número de estas células que se extraen. Lucía se prepara ahora para el segundo de los dos ciclos de extracción.

En ambos ciclos, la paciente debe administrarse hormonas por vía subcutánea durante entre ocho y 12 días. Estos tratamientos pueden suponer cambios de humor, en su caso, no fueron graves, pero tampoco inexistentes: "El día antes de hacerme la extracción quería matar a gente, quería cometer asesinatos -bromea- y luego, la regla de después, fue bastante dolorosa".

El procedimiento no es nuevo, dejó de ser experimental hace más de una década, pero ha vivido un importante auge en los últimos años. En 2014, el año en que la Sociedad Española de Fertilidad (SEF) empezó a dar datos anuales al respecto, 1.126 vitrificaron sus ovocitos por razones sociales -excluyendo motivos médicos-. Cinco años después, el último año no afectado por el confinamiento de 2020 sobre el que hay datos, la cifra se había cuadruplicado hasta los 4.396.

"El día antes de hacerme la extracción quería matar a gente, quería cometer asesinatos"

"Comparado con otros países, como Estados Unidos, hasta hace bien poco, el número de mujeres que criopreservaban óvulos en España era relativamente bajo", declara Juan José Espinós, presidente de la SEF. "No se veía la necesidad de hacer esto ni la sociedad se había hecho eco ni los responsables sanitarios le han dado un especial énfasis".

La proliferación de clínicas de fertilidad que practican este procedimiento, con intensas campañas publicitarias incluidas, y la normalización social de la idea de congelarse los óvulos -varias empresas empezaron incluso a financiarlo a sus empleados en 2018- han impulsado indudablemente las cifras. Pero, ante todo, el éxito de la congelación de óvulos se explica por el retraso cada vez mayor de la edad de maternidad en España, que se sitúa en 31,2 años de media y es la segunda más alta de la Unión Europea, solo por detrás de la de Italia, que está en 31,4.

Las motivaciones detrás del auge

La falta de estabilidad y la precariedad laboral, la menor duración de las relaciones de pareja o, simplemente, la voluntad de disfrutar durante más años de la juventud están entre las principales razones que llevan a las españolas a posponer la maternidad hasta edades en las que, en ocasiones, ya no pueden quedarse embarazadas de manera natural.

"En España no tenemos ningún tipo de estudio sociológico en este sentido", explica el doctor Espinós. "Pero, por los que disponemos, que básicamente son estudios nórdicos y americanos, la principal causa a día de hoy para posponer la maternidad es no tener pareja estable, la segunda es el trabajo y, la tercera, es no tener una situación económica estable, una situación económica precaria".

Para Inés Alberdi, catedrática de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, la razón fundamental para posponer la maternidad es cultural. "La vida es mucho más larga que nunca y entonces la gente prefiere vivir de joven que de vieja", explica Alberdi. "Si tú tienes hijos a los 20 o 25 la vida que te sobra es cuando tienes 60 o 70 pero, en cambio, si tú alargas la juventud, que está mucho más de moda que la vejez, pues eres joven hasta los 40, sin compromisos. Cuando he entrevistado a jóvenes, la mayoría te dicen que sí que quieren tener hijos, pero no ahora".

Valeria, una trabajadora del sector cultural italiana que vive en Madrid, empezó a plantearse la posibilidad de someterse al proceso en 2019, tras finalizar una larga relación de pareja, precisamente, por las divergencias entre ella y su pareja sobre la maternidad. "Mi deseo de maternidad no coincidía con los proyectos que teníamos ambos", declara Valeria, que ahora tiene 38 años.

Tras practicarse una prueba de la hormona antimülleriana en una clínica -el procedimiento habitual para medir la fertilidad- con un resultado sorprendentemente bueno para su edad tomó la decisión en 2021. Ser madre era algo impensable para ella en ese momento de su vida.

"Estoy soltera, no tengo una economía que me permita ser madre soltera, soy inmigrante italiana así que no tengo un contexto familiar que me pueda apoyar en este proceso y en los primeros años de crianza así que yo de momento no lo contemplo", explica Valeria, que describe la vitrificación como "un seguro que no tengo claro que usaré".

Para Covadonga Díaz, una asturiana de 40 años que trabaja en banca, más que un seguro, congelar sus óvulos fue una "liberación psicológica". Tras casarse en 2018 e intentar durante un año quedarse embarazada de forma natural, las pruebas médicas determinaron que un problema en sus trompas de Falopio solo se lo permitiría mediante inseminación in vitro. Mientras esperaba para realizarse la inseminación, su matrimonio se rompió y la congelación de óvulos pasó a ser su opción preferencial.

"No quiero hipotecarme a que si en un futuro encuentro otra pareja o decido ser madre soltera no pueda serlo por no tener óvulos de calidad", declara Covadonga, que congeló sus ovocitos en 2020, con 38 años. "Ya tomaré la decisión cuando pueda tenerlo, porque en un momento de duelo, pandemia, todo era un caos en mi mundo y no podía tomar esa decisión. Ahora, si en un futuro aparece alguien con el que decido formar una familia o quiero ser madre soltera, lo tengo ahí, no vaya a ser que cuando quiera sea ya demasiado tarde".

Alto coste y baja utilización

Congelar los ovocitos no es garantía de utilizarlos posteriormente, de hecho, según admite el doctor Espinós, "los pocos datos que hay indican que los porcentajes de utilización son bajos". Muchas de las mujeres que se someten al procedimiento acaban quedándose embarazadas de manera natural o, simplemente, no encuentran nunca el momento idóneo para ser madres.

"La preservación de la fertilidad se ha de orientar como si te haces un seguro, si te haces un seguro del coche no lo haces para al día siguiente darte un tortazo y utilizar el seguro, lo haces por si acaso", añade el presidente de la SEF.

El precio de este seguro es, sin duda, la mayor barrera de acceso para la mayoría de mujeres. La vitrificación de ovocitos varía su coste en función de la clínica que la realiza y una multiplicidad de ofertas, pero oscila generalmente entre los 3.000 y los 7.000 euros.

A sus 29 años, Oliva Martínez, una trabajadora de una empresa de desarrollo de software, admite que la conversación sobre tener hijos ha aparecido últimamente en su entorno social y en sus redes sociales. Considera que la presión social es enorme, pero también cree que no está en una situación laboral lo suficientemente sólida como para afrontar un parón para ser madre.

"Hablando con amigas, viendo videos, te informas un poco sobre el tema de la congelación de óvulos pero, al ser tan sumamente caro, la idea se te quita de la cabeza. Es como cuando ves que no tienes dinero para meterte en una hipoteca, pues comprarte un piso es una opción con la que dejas de contar", declara Oliva. "Si fuese más asequible creo que lo haría, es una forma de no cerrarme puertas".

Para Sandra -nombre ficticio-, una matrona de 35 años, la técnica de vitrificación ovárica empezó a ser una opción desde los 31. Llevaba cinco años soltera y asistía a diario a las dificultades para quedarse embarazadas de mujeres con edades cercanas a los cuarenta años. Pero empezó entonces una relación que le llevó a aparcar la idea. Como en otros tantos casos, la ruptura fue el impulso definitivo.

"Si fuese más asequible creo que lo haría, es una forma de no cerrarme puertas"

"Tenía ahorros pero me supuso un esfuerzo económico", admite Sandra, que pagó unos 7.000 euros por dos ciclos de extracción de ovocitos. Su límite entonces para culminar el proceso y avanzar con la inseminación in vitro eran los 36 años, pero empezar una nueva relación supuso también un cambio de planes.

"Con mi pareja actual lo intentaría de forma natural pero si necesito los óvulos congelados, ahí están", declara Sandra. "Esto ha sido una descarga de presión, pero impuesta por mi, es verdad que todo el mundo te pregunta, pero al final en el trabajo ves lo que supone, ves gente muy mayor que ha tenido muchos tratamientos de fertilidad y te decides".

- ¿Y si nunca llegas a usarlo?

- "Habría sido un dinero bien invertido, me parece que debería ser más barato, pero si tienes que invertirlo es una buena manera". 

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Redactor 20minutos

Escribo reportajes sobre cuestiones sociales desde conflictividad laboral y desigualdad económica hasta tendencias y consumo, con el denominador común de ser historias contadas a través de vivencias personales de sus protagonistas. Anteriormente, he cubierto información local y economía en 20 Minutos y fui corresponsal freelance en Colombia y Reino Unido.

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