Carmelo Encinas Columnista de '20minutos'
OPINIÓN

Carros de fuego

Tanque Leopard 2E del Ejército español.
Tanque Leopard 2E del Ejército español.
WIKIPEDIA/Deanna Gonzales
Tanque Leopard 2E del Ejército español.

Los llamaron tanques para despistar al enemigo. Los ingleses trabajaban en un vehículo blindado con una capacidad ofensiva que creían estratégica y con tal de mantener el secreto decidieron transmitir a sus propios operarios que estaban construyendo cisternas para transportar agua. Eso fue en los comienzos de la Primera Guerra Mundial, aunque la irrupción de aquellos primeros artilugios en el campo de batalla daba más miedo que otra cosa. Pesados y extremadamente torpes, los carros de combate de entonces no tuvieron la efectividad que sí lograrían sus sucesores en la Segunda Guerra Mundial.

Hasta ahora, el conocimiento general sobre blindados no pasaba del que nos brindaron las películas que loaban las hazañas de Patton en los frentes de Europa o las de Rommel y Montgomery en El Alamein. Vimos también en la tele a los T-90 rusos con la Z pintada a mano cuando invadieron Ucrania y después muchos de ellos convertidos en chatarra cuando los misiles Javelin que Occidente suministró al Gobierno de Zelenski detuvo su marcha hacia Kiev. Esta semana, sin embargo, hemos aprendido más de carros de combate que nunca y, sobre todo, de uno que lleva el nombre del más hábil cazador de todos los felinos, el Leopardo.

Alemania, que es quien tiene la patente del Leopard, se lo ha pensado mucho antes de dar luz verde al envío de su afamado blindado a Ucrania. Su visto bueno era determinante porque los ejércitos de media Europa disponen de este carro de combate que los expertos consideran el más eficaz, competitivo y letal en un escenario bélico. En medio de la polémica sobre la conveniencia o no de proporcionar a Ucrania un arma ofensiva tan poderosa, por el salto cualitativo que supone en la implicación de Occidente en el conflicto, España se ha visto envuelta en otra controversia sobre el estado de conservación de los Leopard de nuestro Ejército. El hecho de que haya 53 de estos blindados almacenados en Zaragoza y en mal estado de conservación, como reconoció públicamente la ministra de Defensa, ha inducido a trasladar la idea de que todo el parque español de carros de combate se encuentra en la misma situación, lo que está muy lejos de ser cierto.

Esa nueva fortaleza podría incentivar incluso la vía diplomática que todos quisiéramos se impusiera

España dispone de 347 Leopard, una cifra similar a la del propio Ejército alemán, de los que un total de 219, fabricados en Alcalá de Guadaíra con la patente germana, son de la versión 2E, mucho más modernos y plenamente operativos. Los 108 Leopard restantes pertenecen al modelo 2A4 antiguo, de los que hay 55 en servicio, además de esos 53 de Zaragoza, que habría que someter a una revisión profunda para que estuvieran en forma, si fueran enviados a Ucrania.

Otra polémica distinta sobre los Leopard es la surgida en las tripas del Gobierno, cuya parte morada se mantiene contraria al envío de armamento. Podemos ha vuelto a invocar la vía diplomática como si fuera posible sentarse en una mesa negociadora con un autócrata como Putin sin ostentar una mínima posición de fuerza.

La llegada de los Leopard a Ucrania es determinante para el Gobierno de Kiev. Tal es el prestigio de este carro de fuego como arma ofensiva que la mayoría de los estrategas considera que su participación en el conflicto puede cambiar el curso de la guerra. Esto es algo que no pasa inadvertido en Moscú que, por mucho que trate de minimizar su previsible incidencia en el campo de batalla, sí verá cuanto menos la dificultad añadida que supone para lograr la victoria total a la que aspiraba. Esa nueva fortaleza podría incentivar incluso la vía diplomática que todos quisiéramos se impusiera. Sin bazas para negociar no puede jugarse la partida. 

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