Beatriz Carrillo Presidenta de la Comisión de Evaluación y Seguimiento de los Acuerdos del Pacto de Estado de Violencia de Género.
OPINIÓN

Feijóo, hundido

Feijóo, en el cara a con Sánchez en el Senado.
Feijóo, en el cara a con Sánchez en el Senado.
EFE
Feijóo, en el cara a con Sánchez en el Senado.

La última sesión de control al Gobierno en el Senado nos ha dejado algunas certezas importantes para analizar, sobre todo teniendo en cuenta que acabamos de empezar un año con citas electorales en el horizonte. Citas electorales que, sin duda alguna, van a marcar el devenir de España para los próximos años. Y esas certezas nos dicen que la derecha, desbocada en su afán por llegar al poder, descarrila a la hora de hacer su trabajo de oposición en las instituciones, donde el vocerío y la demagogia quedan en segundo plano ante la realidad de los resultados de una gestión política.

La futilidad de los argumentos y la pobre puesta en escena de Núñez Feijóo, pretendido líder de la oposición (si la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se lo permite), no es más que un claro y evidente síntoma de la escasa consistencia de un político y un partido, el PP, acorralado por las exigencias de la ultraderecha política y mediática.

El debate en el Senado nos ofrece, por un lado, una visión alejada de la realidad y apocalíptica de nuestro país. El discurso de Núñez Feijóo es el perfecto paradigma de lo que practican los populares cuando no están en el poder: negar legitimidad al Gobierno, retorcer hasta límites insospechados cifras y estadísticas para decir que "todo está mal", y apoyarse en sus brazos mediáticos para insistir en que "España se rompe". Nada nuevo bajo el sol.

Ante esa visión catastrófica, tenemos el discurso del presidente del Gobierno. Un discurso sólido, coherente, sereno y confiable. Un discurso basado en la gestión de los últimos años, una gestión política que ha tenido que afrontar en estos casi cinco años situaciones de extrema gravedad como la pandemia y sus consecuencias económicas o una guerra en las puertas de Europa. Y los datos son tan irrefutables e incontestables, como lo es la negligencia continua y el ridículo más bochornoso en el que incurre Feijóo cada vez que toma la palabra en el Senado.

Esta es la realidad: cinco años después del regreso del PSOE al poder de la mano de Pedro Sánchez, España ha alcanzado niveles de creación de empleo previos a la crisis del año 2008; somos un país más justo y cohesionado gracias a la creación del Ingreso Mínimo Vital; contamos con un mercado de trabajo más y mejor regulado con la última reforma laboral; y se invierte como nunca se ha hecho antes en materia de dependencia y cuidado para nuestros mayores.

No debemos darnos a engaño, el desigual duelo dialéctico entre Pedro Sánchez y Núñez Feijóo no es otra cosa que la plasmación de las enormes diferencias existentes entre los modelos de gestión de lo público. Entre una visión moderna, progresista, feminista y europeísta; y una visión -la del Partido Popular- conservadora, aislacionista, generadora de desigualdad, miedo e injusticias.

Muy malas noticias para su estrategia de destrucción ha recibido el líder popular en las últimas semanas. No solo la economía crece mucho más de lo previsto por organismos internacionales, sino que España sigue liderando la bajada de la inflación en Europa; y la "excepción ibérica" funciona y permite que las familias puedan afrontar los costes de la energía con más facilidad.

Malas noticias para el PP porque el Gobierno de España vuelve a subir el salario mínimo interprofesional, hasta los 1.080 euros, lo que supone un aumento del 47% en los últimos cuatro años. Malas noticias para Feijóo porque los y las pensionistas han visto aumentadas sus prestaciones cumpliendo con los compromisos del Gobierno. Y es una mala noticia para el líder de la oposición que nuestro país sea más sensible, justo e igualitario con la aprobación, por ejemplo, de normativas como la Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación, o la nueva Ley de Memoria Democrática.

No es casualidad que, por mero tacticismo político, la derecha desbocada, con sus diferentes caras y voces (que las hay y muchas), pretenda mostrar ante la sociedad una España derrumbada, derruida y derrotada. Una España gris, de otros tiempos, que quizás algunos echan de menos. Una España en la que, por ejemplo, se restringen los derechos de las mujeres a la hora de interrumpir voluntariamente su embarazo. 

Pero existe una España en color, diversa, moderna. Una España que conserva la esperanza en que es posible tener un futuro mejor, una sociedad mejor, en la que quepamos todos y todas. Una España en positivo que queda reflejada, y representada, en el reciente discurso del presidente del Gobierno en el Senado. No es necesario responder a las injurias con más injurias, a las mentiras con más mentiras, y a las estridencias y los gritos con más gritos.

Es posible hacer una política para la gente, tener un Gobierno para la gente sin falsear la realidad o faltar el respeto a los adversarios políticos. Es posible, y deseable, mejorar la calidad de vida de la sociedad sin señalar a los que son diferentes, y es posible dignificar la política, actividad esencial para nuestro sistema democrático, y las instituciones argumentando desde el respeto y la consideración.

Las palabras de Núñez Feijóo diciendo que le "daría vergüenza" liderar un "Gobierno tan mediocre como el de Pedro Sánchez" tuvieron una respuesta adecuada y proporcionada. Si esa es la oposición que pretende dirigir este país, si el nivel mostrado en el Senado es ese, podemos estar tranquilos, porque estoy convencida de que el Gobierno de la gente y para la gente, y la España en positivo, tienen todavía mucho tiempo por delante.

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